Fátima, clave para un quinto dogma mariano
Si hay una aparición mariana que ha marcado con sus profecías la Historia desde el siglo XX ha sido la de Fátima. La consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María fue la clave para encauzar a la Humanidad y alejarla de los males que la acechaban. Dios quiso que la Virgen tuviera un papel preponderante en esta etapa de la Historia que apuntaba a los últimos tiempos, en los que ya estamos inmersos.
La Virgen en Fátima profetizó algo crucial que a menudo se ha pasado por alto. La Virgen dijo que, si el Papa no consagraba Rusia a su Inmaculado Corazón, en unión con todos los obispos del mundo, Rusia extendería sus errores por el mundo. Generalmente se ha interpretado como que el comunismo se extendería por todo el mundo. Pero la clave está en los “errores”, que es lo que dijo la Virgen, que no se refirió expresamente al comunismo, aunque éste forme parte de los errores.
El materialismo y el ateísmo no están asociados exclusivamente al comunismo, sino que ambos proliferan también en muchos de quienes profesan un liberalismo individualista partidario de un sistema capitalista. El punto de encuentro sería precisamente el materialismo ateo como seña de identidad. Lo vemos claramente en la actualidad en ese consenso entre los grupos de izquierda y una gran parte de los liberales en connivencia con las grandes élites financieras y empresariales para lograr la implantación de un Nuevo Orden Mundial, que atenta directamente contra la Iglesia católica. No hay más que analizar críticamente, en profundidad, cada pestaña de la Agenda 2030, materialización de los planes globalistas del Nuevo Orden Mundial, para encontrarse con un objetivo común al que se confluye desde cualquier ámbito, que es el del control totalitario y liberticida de la población mundial, y el medio más efectivo para lograrlo: su reducción.
Si bien Rusia (a la que siguieron otros países con los mismos resultados) comenzó ejecutando las ideas marxistas implantando los desastrosos postulados económicos de planificación centralizada y abolición de la propiedad privada, con un control asfixiante de toda la producción, que les llevó a la más absoluta ruina y miseria, de la que sólo se libraron sus dirigentes (todos ellos han resultado ser los más ricos entre los más ricos del mundo), a los pocos años de la revolución rusa, surgieron teóricos de línea marxista, como Gramsci, que se percataron de que para lograr un control absoluto de la población, lo primordial era focalizarse en “colonizar” la cultura más que la economía. Y así ha sido. La Escuela de Frankfurt al poco tiempo se puso manos a la obra aplicando las teorías iniciadas por Gramsci. El concepto de cultura no sólo pasó a ser un objetivo político, como lo había sido tradicionalmente la economía, sino que aquél se abordaba en toda su extensión y profundidad, esto es, costumbres, hábitos, reglas sociales, pensamientos, creencias…
Actualmente hemos llegado al culmen de ese propósito inicial, porque se necesita tiempo para politizar lo que en sí mismo debería escapar de las manos controladoras de los gobernantes. Como expresó Jesús cuando los fariseos pretendiendo tenderle una trampa, pidió que le trajeran la moneda con la que ellos le preguntaban capciosamente si estaba bien pagar impuestos al César: "¿De quién es esta imagen y el nombre que está impreso?" "Del César". "Pues den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios".
Hoy en día se tiende a politizar todo, el “César” actual pretende invadir lo más posible la esfera personal y privada de los ciudadanos, en sus manifestaciones tanto individuales como colectivas, pero tampoco se contenta con poco de la riqueza que se genera, abarcando más de la mitad de lo producido. En eso se llevan la palma las izquierdas, en su afán de estatalizarlo todo, y luego proyectan su pecado en los que propugnan menos control y más libertad de acción y pensamiento, tachándoles precisamente de fascistas. Habrá que refrescarles que el fascismo viene de Mussolini, cuyo lema era Todo dentro del Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado. Pero esa es otra lucha de hoy en día, conservar la cordura, y no caer en el absurdo y la estulticia que prolifera tanto en la clase política.
España ha sufrido últimamente una aceleración preocupante de los “males del César”, en su pretensión de invadir todo ámbito de libertad. Recientemente hemos conocido que el Tribunal Superior de Justicia de Madrid daba la razón al joven José Andrés Calderón, tras la prohibición del delegado del gobierno de rezar el Rosario ante la fachada del Santuario del Inmaculado Corazón de María los días 8 y 9 de junio por las elecciones europeas. ¡Ojo! que además la fiesta del Inmaculado Corazón de María era el 8 de junio, ¡qué oportuno el Rosario! Una muestra ejemplar de la invasión del “cesarillo” de turno en el ámbito personal y privado de quien acude solo o en compañía de otros fieles a rezar, y que además está protegido como derecho fundamental por la Constitución.
Pero ya estamos acostumbrados a que vulnerar la Constitución importa poco a quienes actualmente gobiernan, y un tanto de lo mismo a sus palmeros, los periodistas de prensa y televisión, que sólo entienden de libertad y tolerancia para lo suyo, como la periodista que dirige un magazine de LaSexta que protesta indignada: "¡Para rezar a Dios no te hace falta ir a Ferraz, vete a tu casa!". Estoy de acuerdo, no hace falta, pero el derecho a una cosa no quita el derecho a la otra. “Más vale tarde” que nunca rectificar, y no supurar sectarismo.
Si hay un error que se extendió por todo el mundo cuyo origen fue precisamente Rusia fue el aborto. Y en España hoy por hoy estamos desgraciadamente en la vanguardia del genocidio más atroz, ampliando la cobertura del crimen a las menores de 16 y 17 años, que pueden cometerlo sin contar con el consentimiento de sus padres, e incluso sin su conocimiento. Menores que necesitan el consentimiento de sus padres para realizar una excursión escolar, pero que no lo necesitan para abortar. Pues bien, echando marcha atrás en el tiempo, en octubre de 1917 tuvo lugar en Rusia el estallido de una guerra civil que terminó con el triunfo de los bolcheviques liderados por Lenin. Tres años después, en noviembre de 1920, la Rusia de Lenin legalizó el aborto, la primera nación en el mundo en hacerlo.
Fue uno de los primeros errores que esparció la naciente Rusia comunista por el mundo, propagándose después a otros países del bloque comunista como Hungría, Polonia, Bulgaria y Checoslovaquia en la década de los 50. A ellos se sumó la Cuba comunista de Castro en 1961, reconociendo el aborto como un derecho más de la mujer en 1965. Después se sumó Reino Unido en 1967, Alemania Oriental en 1972, EEUU en 1973 y en 1975 dio el salto al resto de Europa: Francia, Austria, Suecia… Alemania Occidental y Dinamarca en 1976, Luxemburgo en 1978, Holanda en 1981, Portugal en 1984, España en 1985, Grecia en 1986, Bélgica en 1990; e Irlanda, la última en caer, en 2018. En Europa sólo queda Malta. En efecto, como pronosticó la Virgen, Rusia extendería sus errores por el mundo, y a países de los dos bloques de entonces, tanto comunistas como capitalistas, y el error más grave y ofensivo a Dios fue el aborto.
Pero otros errores acabaron extendiéndose, y con todos ellos la consecuencia era esclavizar a la persona al apartarla del Plan de Dios. No sólo la violencia de Estado ejercida contra sus propios ciudadanos anulando todo tipo de libertades, entre éstas la cruda persecución religiosa en un intento despiadado de borrar toda idea de trascendencia en el corazón humano; también en las relaciones personales, específicamente entre hombres y mujeres: el aborto, el divorcio, la inmoralidad sexual, el apartamiento deliberado de los hijos de la potestad de sus padres… todo ello se implantó en Rusia, además de sembrar miseria por doquier asfixiando la economía, constituyendo una voladura en toda regla de la institución de la familia por varias generaciones, célula básica de la sociedad, cuyo bienestar garantiza la prosperidad de toda nación.
¿Y qué ha ocurrido con el paso del tiempo? Que todos esos errores se han agrandado en magnitud. La revolución sexual de Mayo del 68 fue una aceleración de lo que ya se había gestado en la mentalidad occidental como consecuencia de aquellos errores: promiscuidad, pornografía, pedofilia, drogas… y un acusado desprecio por la autoridad y las tradiciones. La mujer ha sido su principal diana, trocando feminidad por feminismo radical, lo que ha sido crucial para la extensión del aborto, y progresando en esa quiebra de valores cristianos… Estamos en plena efervescencia de la ideología de género: homosexualismo, transexualismo, y con un pie ya en el transhumanismo. Con toda esta concatenación de actos inmorales que se han asentado en la sociedad el ser humano está abocado a su autodestrucción, pues el modo más efectivo de lograrlo es pervirtiendo su naturaleza, naturaleza creada por Dios con el propósito de que el ser humano con su libre albedrío la respete, cuide y perfeccione.
La Virgen conocía los males que nos acechaban, nos advirtió, y nos dio el remedio, pero no se cumplió con lo pedido. Lo que también ha quedado claro es que Dios, que nos ha dado a su Hijo, Jesucristo, para que por Él logremos nuestra salvación, también ha querido que ésta sea por mediación de Su Madre, e igualmente nuestra Madre, la Santísima Virgen. ¿No es acaso Fátima una constatación de que la Virgen es Corredentora, Mediadora, y Abogada nuestra, que sería el quinto dogma mariano, todavía hoy sin reconocer por la Iglesia?
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