Malvados... o peor
Los defensores de la ideología de género no creen en Jesús, son homicidas (partidarios del aborto y muchos también de la eutanasia) y su relativismo les lleva a no distinguir entre verdad y mentira, bien y mal. Para Jesús por tanto su padre es el diablo, es decir son malvados.
por Pedro Trevijano
Siempre me enseñaron que ser malvado era grave, que no ser inteligente lo es también, pero ser las dos cosas a la vez es todavía peor. Y eso es lo que son los defensores de la ideología de género.
En la polémica con los judíos que encontramos en el evangelio de San Juan 8, 31-47, vemos cómo Jesús llama a sus detractores hijos del diablo (cf. v. 44), y da para ello tres razones: no creen en Él, son homicidas, puesto que intentan matarle (cf. vv. 37 y 44), y no aceptan la verdad (cf. 45 y 47). Son palabras que podemos aplicar también a los defensores de la ideología de género: no creen en Jesús, son homicidas (partidarios del aborto y muchos también de la eutanasia) y su relativismo les lleva a no distinguir entre verdad y mentira, bien y mal. Para Jesús por tanto su padre es el diablo, es decir son malvados.
Pero además de malvados, su inteligencia deja mucho que desear. La mejor manera de combatirlos es dejarles en ridículo, como hizo en el mes de junio en el Parlamento regional de Brandeburgo el diputado Steffen Königer, que cuando se discutía la Ley de Ideología de Género en su Parlamento, empezó así su intervención: "Estimadas Damas y caballeros, estimados homosexuales, lesbianas, andróginos, pansexuales, género fluido, asexuales, intersexuales, mujeres XY, hermafroditas, bigéneros, sin género, pangéneros, transgéneros, gendervariables, genderqueer, otros géneros" y así hasta sesenta, aunque luego declaró a los periodistas que podía haber llegado hasta cien.
El cardenal Cañizares, que había pedido a los parlamentarios de su Comunidad Autónoma que no aprobasen leyes sobre la ideología de género y ante la declaración de su Gobierno regional de que no iban a hacerle caso, escribía recientemente:
“Además, vuelvo a este tema ante la sanción que se le ha impuesto a un colegio de Alcorcón, concretamente el Juan Pablo II, con el que me solidarizo y agradezco su valentía y coherencia. La sanción se le ha impuesto en aplicación de la ‘Ley de transexualidad de la Comunidad de Madrid’; pero también cabe la posibilidad de otras sanciones en la misma Comunidad o en otras comunidades, porque ya faltan muy pocas comunidades en las que no se aprueben leyes semejantes, claramente inicuas.
»Las sanciones por llevar la contraria y por oponerse a esas leyes, en virtud de derechos humanos fundamentales –el de libertad de conciencia, de pensamiento, de educación y religiosa, por ejemplo– son signo inequívoco del carácter dictatorial sin paliativo alguno de estas leyes, porque, sin duda, vulneran preceptos constitucionales y democráticos claramente. Me hace recordar que nos encontramos en la época en que se multaban homilías, y qué ridículo se hizo entonces ante todo el mundo libre. Sobre una homilía pronunciada por mí mismo en la catedral de Valencia, estos días de Navidad, alguna opinión pública ya aventuraba que por lo dicho en esa ocasión podrían sancionarme con una cantidad de cierta importancia. Es preciso recordar que la maldad de esta ideología, sin base científica alguna –hay que afirmarlo con toda claridad que no tiene base científica–, es porque destruye a la familia y al hombre mismo, y hace inútil la fe en Dios por carecer de sentido para esta insidiosa ideología”.
El cardenal hace dos afirmaciones importantes: la ideología de género no tiene base científica y es malvada, según enseñan los Papas. La vida humana empieza en la fecundación, de lo que existe sobrada evidencia científica y filosófica. Un embrión es un ser humano o no; si no lo es, es algo esencialmente distinto al ser que luego será, lo que es absurdo.
Una declaración del Colegio Americano de Pediatras apoyada con datos científicos se indicaba que “hasta un 98% de niños con género confuso y hasta un 88% de niñas con género confuso aceptan finalmente su sexo biológico tras pasar la pubertad de forma natural”. Cada día además hay más casos de homosexuales, muchas veces con ayuda médica, que logran llegar a la heterosexualidad y recordemos que contra el hecho no valen argumentos y que es la ideología la que debe adaptarse a la realidad, y no ésta a la ideología.
En la polémica con los judíos que encontramos en el evangelio de San Juan 8, 31-47, vemos cómo Jesús llama a sus detractores hijos del diablo (cf. v. 44), y da para ello tres razones: no creen en Él, son homicidas, puesto que intentan matarle (cf. vv. 37 y 44), y no aceptan la verdad (cf. 45 y 47). Son palabras que podemos aplicar también a los defensores de la ideología de género: no creen en Jesús, son homicidas (partidarios del aborto y muchos también de la eutanasia) y su relativismo les lleva a no distinguir entre verdad y mentira, bien y mal. Para Jesús por tanto su padre es el diablo, es decir son malvados.
Pero además de malvados, su inteligencia deja mucho que desear. La mejor manera de combatirlos es dejarles en ridículo, como hizo en el mes de junio en el Parlamento regional de Brandeburgo el diputado Steffen Königer, que cuando se discutía la Ley de Ideología de Género en su Parlamento, empezó así su intervención: "Estimadas Damas y caballeros, estimados homosexuales, lesbianas, andróginos, pansexuales, género fluido, asexuales, intersexuales, mujeres XY, hermafroditas, bigéneros, sin género, pangéneros, transgéneros, gendervariables, genderqueer, otros géneros" y así hasta sesenta, aunque luego declaró a los periodistas que podía haber llegado hasta cien.
El cardenal Cañizares, que había pedido a los parlamentarios de su Comunidad Autónoma que no aprobasen leyes sobre la ideología de género y ante la declaración de su Gobierno regional de que no iban a hacerle caso, escribía recientemente:
“Además, vuelvo a este tema ante la sanción que se le ha impuesto a un colegio de Alcorcón, concretamente el Juan Pablo II, con el que me solidarizo y agradezco su valentía y coherencia. La sanción se le ha impuesto en aplicación de la ‘Ley de transexualidad de la Comunidad de Madrid’; pero también cabe la posibilidad de otras sanciones en la misma Comunidad o en otras comunidades, porque ya faltan muy pocas comunidades en las que no se aprueben leyes semejantes, claramente inicuas.
»Las sanciones por llevar la contraria y por oponerse a esas leyes, en virtud de derechos humanos fundamentales –el de libertad de conciencia, de pensamiento, de educación y religiosa, por ejemplo– son signo inequívoco del carácter dictatorial sin paliativo alguno de estas leyes, porque, sin duda, vulneran preceptos constitucionales y democráticos claramente. Me hace recordar que nos encontramos en la época en que se multaban homilías, y qué ridículo se hizo entonces ante todo el mundo libre. Sobre una homilía pronunciada por mí mismo en la catedral de Valencia, estos días de Navidad, alguna opinión pública ya aventuraba que por lo dicho en esa ocasión podrían sancionarme con una cantidad de cierta importancia. Es preciso recordar que la maldad de esta ideología, sin base científica alguna –hay que afirmarlo con toda claridad que no tiene base científica–, es porque destruye a la familia y al hombre mismo, y hace inútil la fe en Dios por carecer de sentido para esta insidiosa ideología”.
El cardenal hace dos afirmaciones importantes: la ideología de género no tiene base científica y es malvada, según enseñan los Papas. La vida humana empieza en la fecundación, de lo que existe sobrada evidencia científica y filosófica. Un embrión es un ser humano o no; si no lo es, es algo esencialmente distinto al ser que luego será, lo que es absurdo.
Una declaración del Colegio Americano de Pediatras apoyada con datos científicos se indicaba que “hasta un 98% de niños con género confuso y hasta un 88% de niñas con género confuso aceptan finalmente su sexo biológico tras pasar la pubertad de forma natural”. Cada día además hay más casos de homosexuales, muchas veces con ayuda médica, que logran llegar a la heterosexualidad y recordemos que contra el hecho no valen argumentos y que es la ideología la que debe adaptarse a la realidad, y no ésta a la ideología.
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