En defensa de la familia
Ninguna institución resuelve el problema afectivo del ser humano mejor que la institución familiar. La familia, fundada sobre el matrimonio libremente contraído, es la más íntima y profunda sociedad natural fundada sobre el amor.
por Pedro Trevijano
En la semana de Navidad, la Iglesia celebra dos fiestas que colisionan directamente con la ideología de género: la de los Santos Inocentes, radicalmente opuesta al presunto derecho, según esa ideología criminal y diabólica, de poder destruir vidas incipientes y la fiesta de la Sagrada Familia, en la que ésta es el modelo de familia cristiana, siendo para nosotros el matrimonio cristiano sacramental una escuela de perfección personal y de santificación mutua.
Las dos grandes necesidades humanas son comida y afecto. Pero creo que ninguna institución resuelve el problema afectivo del ser humano mejor que la institución familiar. La familia, fundada sobre el matrimonio libremente contraído, es la más íntima y profunda sociedad natural fundada sobre el amor. El matrimonio y la familia son ciertamente el fundamento básico de la sociedad, su célula primordial, el núcleo fundamental de la convivencia humana, donde se recibe el don de la vida y donde uno es querido simplemente por ser miembro de ella, siendo también el lugar ideal para aprender lo que es el amor y los valores morales, espirituales y religiosos, lo que permite crear el espacio adecuado para que el desarrollo integral de la persona puede realizarse de la mejor manera posible. La familia se basa en la unión conyugal y en el amor procreador y estable del matrimonio, ya que constituye la mejor estructura de acogida para los niños, pues tiene una vocación de permanencia que es la que da a los hijos esa convivencia duradera que necesitan, siendo esto lo que le confiere dimensión social y, por tanto, institucional y jurídica en la sociedad.
Pero como el matrimonio es no sólo esto, sino también un sacramento, es decir, uno de los lugares privilegiados de encuentro entre Dios y los hombres y una fuente de gracia, siendo para muchos su camino de santidad e incluso una pequeña Iglesia doméstica, precisamente por ello uno de los objetivos del demonio es tratar de destruirla sirviéndose de la ideología de género. Según ésta, la maternidad subordina a la mujer, constituyéndola en un segundo sexo dependiente del varón para complacer el egoísmo de éste. La maternidad debe ser una libre elección, sin vínculos estables con los varones, y se reivindica, mediante el aborto y la anticoncepción, una libertad del cuerpo semejante a la masculina. Recordemos lo dicho por la feminista española Celia Amorós: “La supresión de la familia es el objetivo fundamental a conseguir”.
Y es que, como decía Chesterton, la persona desvinculada de la familia y de su propia naturaleza es plenamente manipulable por el proyecto consumista. Al totalitarismo no le interesan las familias sanas y fuertes, sino las personas solitarias y desvinculadas. La victoria plena de este “nuevo orden” sólo se puede conseguir desterrando el principio de subsidiariedad, hasta eliminar cualquier institución intermedia entre el Estado y el individuo. De esta forma, el ser humano se somete al “dios Estado”; y no le queda más remedio que seguir los dictados del consumismo, en obediencia plena y sumisión a lo políticamente correcto.
El pensamiento único se ha convertido en “ley” en nuestros días. Un claro ejemplo de esto es que ellos tienen la acusación de homofobia para todo aquel que no piensa como ellos, como ha sucedido a un folleto de HazteOír y con varios obispos que han defendido, como no podía ser menos, la doctrina de la Iglesia Católica, y han intentado procesarles. Y sin embargo a un homosexual que, en uso de su legítima libertad, desea superar su problema y llegar a la heterosexualidad, cosa que está sucediendo constantemente en muchos países, aquí en Madrid al médico que en uso de su ética profesional intente hacerlo le cae un multazo de 20.001 euros a 45.000. Si eso no es homofobia, me gustaría saber cómo se le llama. En poco tiempo hemos pasado del relativismo a la dictadura del relativismo.
Pero a la ideología de género no le basta con ser mala, sino que tiene que ser mala y tonta a la vez. Como su objetivo es cambiar la mentalidad, y ello sólo lo conseguirán plenamente si lo consiguen desde la más tierna infancia, intentan vendernos la mula de que aunque hay niños con pene, también los hay con vulva, así como hay niñas con vulva y niñas con pene, aunque para mí el récord de la estupidez lo tiene esa mujer embarazada a la que se le preguntó si esperaba niño o niña. Su respuesta fue: “No lo sé, ya lo decidirá de mayor”.
En cuanto al cambio de sexo, la clínica norteamericana pionera en estas operaciones, la John Hopkins de Baltimore, decidió investigar qué había pasado con cincuenta transexuales que habían tratado. La conclusión fue demoledora: ninguno de ellos había obtenido ningún beneficio con esos programas de identidad sexual.
Recemos para que la derrota de Clinton, defensora a ultranza de lo políticamente correcto y moralmente malvado, inicie el cambio de nuestra sociedad hacia lo moralmente bueno, aunque sea hoy lo políticamente incorrecto.
Las dos grandes necesidades humanas son comida y afecto. Pero creo que ninguna institución resuelve el problema afectivo del ser humano mejor que la institución familiar. La familia, fundada sobre el matrimonio libremente contraído, es la más íntima y profunda sociedad natural fundada sobre el amor. El matrimonio y la familia son ciertamente el fundamento básico de la sociedad, su célula primordial, el núcleo fundamental de la convivencia humana, donde se recibe el don de la vida y donde uno es querido simplemente por ser miembro de ella, siendo también el lugar ideal para aprender lo que es el amor y los valores morales, espirituales y religiosos, lo que permite crear el espacio adecuado para que el desarrollo integral de la persona puede realizarse de la mejor manera posible. La familia se basa en la unión conyugal y en el amor procreador y estable del matrimonio, ya que constituye la mejor estructura de acogida para los niños, pues tiene una vocación de permanencia que es la que da a los hijos esa convivencia duradera que necesitan, siendo esto lo que le confiere dimensión social y, por tanto, institucional y jurídica en la sociedad.
Pero como el matrimonio es no sólo esto, sino también un sacramento, es decir, uno de los lugares privilegiados de encuentro entre Dios y los hombres y una fuente de gracia, siendo para muchos su camino de santidad e incluso una pequeña Iglesia doméstica, precisamente por ello uno de los objetivos del demonio es tratar de destruirla sirviéndose de la ideología de género. Según ésta, la maternidad subordina a la mujer, constituyéndola en un segundo sexo dependiente del varón para complacer el egoísmo de éste. La maternidad debe ser una libre elección, sin vínculos estables con los varones, y se reivindica, mediante el aborto y la anticoncepción, una libertad del cuerpo semejante a la masculina. Recordemos lo dicho por la feminista española Celia Amorós: “La supresión de la familia es el objetivo fundamental a conseguir”.
Y es que, como decía Chesterton, la persona desvinculada de la familia y de su propia naturaleza es plenamente manipulable por el proyecto consumista. Al totalitarismo no le interesan las familias sanas y fuertes, sino las personas solitarias y desvinculadas. La victoria plena de este “nuevo orden” sólo se puede conseguir desterrando el principio de subsidiariedad, hasta eliminar cualquier institución intermedia entre el Estado y el individuo. De esta forma, el ser humano se somete al “dios Estado”; y no le queda más remedio que seguir los dictados del consumismo, en obediencia plena y sumisión a lo políticamente correcto.
El pensamiento único se ha convertido en “ley” en nuestros días. Un claro ejemplo de esto es que ellos tienen la acusación de homofobia para todo aquel que no piensa como ellos, como ha sucedido a un folleto de HazteOír y con varios obispos que han defendido, como no podía ser menos, la doctrina de la Iglesia Católica, y han intentado procesarles. Y sin embargo a un homosexual que, en uso de su legítima libertad, desea superar su problema y llegar a la heterosexualidad, cosa que está sucediendo constantemente en muchos países, aquí en Madrid al médico que en uso de su ética profesional intente hacerlo le cae un multazo de 20.001 euros a 45.000. Si eso no es homofobia, me gustaría saber cómo se le llama. En poco tiempo hemos pasado del relativismo a la dictadura del relativismo.
Pero a la ideología de género no le basta con ser mala, sino que tiene que ser mala y tonta a la vez. Como su objetivo es cambiar la mentalidad, y ello sólo lo conseguirán plenamente si lo consiguen desde la más tierna infancia, intentan vendernos la mula de que aunque hay niños con pene, también los hay con vulva, así como hay niñas con vulva y niñas con pene, aunque para mí el récord de la estupidez lo tiene esa mujer embarazada a la que se le preguntó si esperaba niño o niña. Su respuesta fue: “No lo sé, ya lo decidirá de mayor”.
En cuanto al cambio de sexo, la clínica norteamericana pionera en estas operaciones, la John Hopkins de Baltimore, decidió investigar qué había pasado con cincuenta transexuales que habían tratado. La conclusión fue demoledora: ninguno de ellos había obtenido ningún beneficio con esos programas de identidad sexual.
Recemos para que la derrota de Clinton, defensora a ultranza de lo políticamente correcto y moralmente malvado, inicie el cambio de nuestra sociedad hacia lo moralmente bueno, aunque sea hoy lo políticamente incorrecto.
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