Oración en estas horas cruciales
No olvido, en estos precisos momentos, como testimonia también el cardenal Sarah, que el rojo de mi cardenalato es el reflejo de la sangre de los mártires y de la disposición para el martirio de los apóstoles que es necesario, como los primeros tiempos y los tiempos actuales, para evangelizar, para llevar el Evangelio a todos, que es lo único que me importa.
Os puedo asegurar que en estos tiempos no tengo ningún temor ni ningún miedo: vivo en la entera confianza en Dios, como un niño recién amamantado en brazos de su madre. Soy muy consciente, por gracia de Dios, de que un obispo necesita hacer penitencia, permanecer a la escucha del Señor y orar en silencio y en soledad. Son horas cruciales las que vivimos, y en ellas pido a Dios, en el silencio de la oración y de la soledad inherente al ministerio episcopal, que me haga ver lo que Él quiere de mí, lo que Él quiere de nuestra queridísima diócesis. Estoy convencido de algo que he leído del cardenal Sarah, como testimonio vivo que comparto por completo: «Los grandes momentos de una vida son las horas de oración y adoración. Alumbran al ser, configuran nuestra verdadera identidad, afianzan una existencia en el misterio. El encuentro cotidiano con el Señor: ese es el fundamento de mi vida… Cuando hemos de vivir la Pasión, necesitamos retirarnos al huerto de Getsemaní, en la soledad de la noche.»
Creedme, rezo insistentemente a Dios para que me ayude a desempeñar el cargo que se me ha encomendado como arzobispo de Valencia no como un honor, sino como una dura y difícil prueba en defensa de Cristo y para darlo a conocer con obras y palabras. Vivimos, sin duda, horas decisivas en las que se juega nuestro futuro y soy testigo, no sé por qué, Dios siempre me ha acompañado llevándome de la mano en los caminos más decisivos. No olvido, en estos precisos momentos, como testimonia también el cardenal Sarah, que el rojo de mi cardenalato –lo he tenido siempre en cuenta– es el reflejo de la sangre de los mártires y de la disposición para el martirio de los apóstoles que es necesario, como los primeros tiempos y los tiempos actuales, para evangelizar, para llevar el Evangelio a todos, que es lo único que me importa.
Por eso, en estos precisos momentos, hago mías, una vez más, palabras tomadas del cardenal Sarah, que agradezco tantísimo: «Los honores que la Iglesia concede a algunos de sus hijos constituyen por encima de todo una gracia de Dios para que brillen aún más la fe, la esperanza y la caridad. La tentación mundana es una enfermedad mortal. En la Iglesia no existe promoción humana, sino solamente la imitación del Hijo de Dios. Las satisfacciones de los salones eclesiásticos no son más que falsos oropeles. Con razón suele recordar (el Papa) Francisco la mundanidad de Satanás». Como arzobispo y cardenal, dignidades altas de la Iglesia, procuro vivir unido a Dios mediante la oración para contemplar a Jesús –“humanado y llagado”–, sin la que no me sería posible seguir a Jesús con la cruz. Si lo referimos todo a Él, tenemos la humildad garantizada. El honor que entraña el ser cardenal y arzobispo de Valencia solo puede ser para gloria de Dios, para Él nunca habrá nada demasiado bueno, porque Él se lo merece todo.
Por eso os pido a todos, de todo corazón, postrándome humildemente ante vosotros, que, de verdad, “recéis por mí”, como siempre pide el Papa Francisco. Pedid a Dios que sea como Él quiere: pastor vuestro conforme al corazón de Dios, conforme a Jesús, que ha venido a traernos a Dios Amor, que ha sido enviado a evangelizar a los pobres, a reunir a los hijos de Dios dispersos en unidad, que ha entregado su vida, sin reservarse nada, por todos para dar vida cumpliendo así la voluntad del Padre, que es misericordia y consuelo para todos y nos enseña a los pastores el camino de la caridad pastoral. Pedid que sea capaz de practicar enteramente la caridad pastoral, sencillamente la caridad para rendir el verdadero culto a Dios y tomar el camino de la eternidad. «Por la caridad dejamos que Dios lleve a cabo su obra en nosotros. Por la caridad nos abandonamos totalmente a Dios. Y es Él quien obra en nosotros, y nosotros obramos en Él, por Él y con Él» (cardenal Sarah).
Texto publicado por Agencia SIC como extracto (nn. 1012) de la importante Carta Pastoral del cardenal arzobispo de Valencia a su diócesis publicada este viernes 13 de noviembre de 2015.
Creedme, rezo insistentemente a Dios para que me ayude a desempeñar el cargo que se me ha encomendado como arzobispo de Valencia no como un honor, sino como una dura y difícil prueba en defensa de Cristo y para darlo a conocer con obras y palabras. Vivimos, sin duda, horas decisivas en las que se juega nuestro futuro y soy testigo, no sé por qué, Dios siempre me ha acompañado llevándome de la mano en los caminos más decisivos. No olvido, en estos precisos momentos, como testimonia también el cardenal Sarah, que el rojo de mi cardenalato –lo he tenido siempre en cuenta– es el reflejo de la sangre de los mártires y de la disposición para el martirio de los apóstoles que es necesario, como los primeros tiempos y los tiempos actuales, para evangelizar, para llevar el Evangelio a todos, que es lo único que me importa.
Por eso, en estos precisos momentos, hago mías, una vez más, palabras tomadas del cardenal Sarah, que agradezco tantísimo: «Los honores que la Iglesia concede a algunos de sus hijos constituyen por encima de todo una gracia de Dios para que brillen aún más la fe, la esperanza y la caridad. La tentación mundana es una enfermedad mortal. En la Iglesia no existe promoción humana, sino solamente la imitación del Hijo de Dios. Las satisfacciones de los salones eclesiásticos no son más que falsos oropeles. Con razón suele recordar (el Papa) Francisco la mundanidad de Satanás». Como arzobispo y cardenal, dignidades altas de la Iglesia, procuro vivir unido a Dios mediante la oración para contemplar a Jesús –“humanado y llagado”–, sin la que no me sería posible seguir a Jesús con la cruz. Si lo referimos todo a Él, tenemos la humildad garantizada. El honor que entraña el ser cardenal y arzobispo de Valencia solo puede ser para gloria de Dios, para Él nunca habrá nada demasiado bueno, porque Él se lo merece todo.
Por eso os pido a todos, de todo corazón, postrándome humildemente ante vosotros, que, de verdad, “recéis por mí”, como siempre pide el Papa Francisco. Pedid a Dios que sea como Él quiere: pastor vuestro conforme al corazón de Dios, conforme a Jesús, que ha venido a traernos a Dios Amor, que ha sido enviado a evangelizar a los pobres, a reunir a los hijos de Dios dispersos en unidad, que ha entregado su vida, sin reservarse nada, por todos para dar vida cumpliendo así la voluntad del Padre, que es misericordia y consuelo para todos y nos enseña a los pastores el camino de la caridad pastoral. Pedid que sea capaz de practicar enteramente la caridad pastoral, sencillamente la caridad para rendir el verdadero culto a Dios y tomar el camino de la eternidad. «Por la caridad dejamos que Dios lleve a cabo su obra en nosotros. Por la caridad nos abandonamos totalmente a Dios. Y es Él quien obra en nosotros, y nosotros obramos en Él, por Él y con Él» (cardenal Sarah).
Texto publicado por Agencia SIC como extracto (nn. 1012) de la importante Carta Pastoral del cardenal arzobispo de Valencia a su diócesis publicada este viernes 13 de noviembre de 2015.
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