Bajo su dulce regazo
Julio es el mes dedicado al Inmaculado Corazón de María. Esta devoción, aun cuando está fuertemente relacionada con la Virgen de Fátima, encuentra su fundamento en las Sagradas Escrituras, en donde podemos encontrar varias citas relacionadas con el Corazón de María, siendo el segundo capítulo del evangelio de San Lucas donde se encuentran las principales alusiones al mismo. Por ejemplo, en el relato de la adoración de los pastores al Divino Niño nos dice: "María guardaba todas estas cosas dentro de sí, meditándolas en su corazón" (Lucas 2, 19); en las proféticas palabras del anciano Simeón a la Virgen: "Una espada traspasará tu corazón" (Lucas 2, 35); y en el reencuentro de María y Jesús en el Templo: “Y su Madre conservaba todas estas cosas en su corazón" (Lucas 2, 51).
También son varios los Padres y santos de la iglesia que han dado abundantes muestras de su devoción al Corazón de María. San Juan Damasceno alaba tanto su pureza (“Vuestro Corazón es de una pureza sin tacha: no vive sino de la contemplación y del amor de Dios”) como Su amor ardiente (“¿No es acaso este horno una figura tuya, oh, María? Está lleno y ardiendo hasta el borde y todos sienten al ardor de sus llamas”).
Por su parte, San Bernardo habla del corazón doloroso de la Santísima Virgen (“En verdad la espada traspasó tu alma y no solo la traspasó sino que llegó hasta el cuerpo de Vuestro Amado Hijo”) así como de su abundante misericordia (“Abre, Oh Madre de Misericordia, abre las puertas de tu Corazón Bendito a las oraciones y suplicas que te hacemos con suspiros y gimiendo”).
A su vez, San Francisco de Sales afirma, en su Tratado del Amor de Dios: “La Virgen Santísima no tenía más que una sola alma, un solo Corazón y una sola vida con su Hijo”.
Asimismo, Santa Matilde, Santa Gertrudis, Santa Brígida y San Juan Eudes propagaron, junto con la devoción al Sagrado Corazón, la devoción al Corazón de María.
San Juan Eudes dedicó su libro El Admirable Corazón de la Madre de Dios a la profundización de dicho tema e hizo celebrar, con la aprobación de su obispo, en 1648, la fiesta del Santísimo Corazón de María con los oficios compuestos por él mismo, basándose en los escritos de varios Padres de la Iglesia así como de algunos místicos de la Edad Media. Destaca su bella salutación: “Yo te saludo, oh amantísimo Corazón de Jesús y de María”, dirigida “al Sagrado Corazón de Jesús y de María, pues aunque el Corazón del Hijo es diferente que el Corazón de la Madre, Dios mismo los ha unido tan estrechamente, que uno puede decir en verdad que no son más que un Corazón, pues están animados de los mismos sentimientos y afectos.”
En 1674, el Papa Clemente X aprobó la celebración de los oficios extendiendo la devoción al Corazón de María al culto oficial de la Iglesia. Además, entre otros grandes devotos del Corazón de la Santísima Virgen destacan San Buenaventura, San Luis María Griñón de Monfort, San Alfonso María de Ligorio y San Antonio María Claret.
Es en las apariciones de Fátima donde la Virgen habla explícitamente sobre su Inmaculado Corazón. Si bien en la primera aparición (13 de mayo de 1917) pide el rezo diario del santo rosario, en la segunda (13 de junio de 1917) muestra a Lucia, Jacinta y Francisco su Inmaculado Corazón que, atravesado por espinas y atormentado por los pecados de los hombres, pide reparación. Un mes más tarde, en la tercera aparición, la Virgen mostró a los tres videntes el infierno “a donde van las almas de los pobres pecadores”. explicando que es, para salvar a los pecadores, que Su Hijo desea establecer en el mundo la devoción a su Inmaculado Corazón.
Unos años más tarde, Nuestra Señora mostró a Sor Lucia su Corazón “rodeado de espinas con que los hombres ingratos me traspasan a cada momento con sus blasfemias e ingratitudes”. En dicha aparición, la Virgen prometió su asistencia en la hora de la muerte, así como las gracias necesarias para la salvación, a todos los que, con la intención de hacer reparación por los pecados y ofensas con que la Santísima Virgen y su Divino Hijo son ofendidos, el primer sábado de cinco meses consecutivos se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen cinco decenas del rosario y mediten durante quince minutos los misterios del santo rosario.
Desde entonces, han pasado ya varias décadas y desafortunadamente el mundo, lejos de convertirse, se ha empecinado en continuar su perversa rebelión contra Dios y su ley. No solo los pecados que claman al cielo han sido legalizados en la gran mayoría de los países, antes cristianos, sino que además, mientras se prohíbe la verdad, calificada en varios lugares como delito de odio, el sacrilegio y la blasfemia son cada vez más frecuentes.
A pesar de la situación, pocos son los fieles dispuestos a ofrecer los cinco sábados de reparación contra las hoy tan difundidas cinco comunes blasfemias: contra la Inmaculada Concepción de María; contra su Virginidad; contra su Maternidad Divina, rehusando al mismo tiempo recibirla como Madre de los hombres; contra los que procuran públicamente infundir en los corazones de los niños, la indiferencia, el desprecio y hasta el odio hacia la Madre Inmaculada; y contra los que la ultrajan directamente en sus sagradas imágenes.
Ante la terrible decadencia actual que ya es evidente por doquier, el Corazón de Madre de la Santísima Virgen, ese Inmaculado Corazón en el cual, como le revelase a Sor Lucia, “el Padre colocó a Su Hijo como en el primer Sagrario”, nos sigue esperando para ofrecernos la paz y la salvación tan anhelada. ¡No le dejemos esperar más! Corazón Inmaculado de María, sed nuestro refugio en las tribulaciones, nuestra fortaleza en las tentaciones y la luz que nos guíe al cielo.
“Oh Corazón de María, horno e instrumento de amor, enciéndeme en el amor a Dios y al prójimo”. San Antonio María Claret.