Desde ahora me felicitarán todas las generaciones
La Madre de Dios y Madre nuestra vela por sus hijos. Ella continúa presente en la fe del pueblo de Dios a pesar de la secularización y el crecimiento de un agnosticismo o ateismo a veces siguiendo la moda.
Durante los meses de agosto y septiembre muchos pueblos de nuestra Diócesis celebran sus fiestas mayores. La mayoría en honor a la Virgen; cada una sobre una advocación concreta, y casi todas ellas en lugares privilegiados, donde las imágenes fueron halladas. Un hecho que tiene que ver con nuestra historia cuando, durante la invasión árabe, los fieles escondieron las imágenes de la Virgen para protegerlas. Imágenes que, después de la reconquista, fueron encontradas por algún pastor o labrador. Hechos muchas veces unidos a signos milagrosos en momentos difíciles. De aquí nace la tan fervorosa devoción a la Virgen, que llega a nuestros días. Quien acoge esta tradición religiosa experimenta en algún momento de su vida la presencia de María, y proclama su protección. Desde entonces, en ermitas y santuarios, a través de romerías y otras fiestas, La Virgen María continúa presente a los nuestros pueblos. La Madre de Dios y Madre nuestra vela por sus hijos. Ella continúa presente en la fe del pueblo de Dios a pesar de la secularización y el crecimiento de un agnosticismo o ateismo a veces siguiendo la moda. El regreso a nuestros pueblos de origen en ciertas épocas del año, sobre todo con motivo de las fiestas patronales, mantiene y fomenta esta devoción. Incluso los inmigrantes que pueden, visitan su tierra con esta misma motivación. Reconocer nuestras raíces cristianas nos ayuda a reconocer quien somos y de dónde venimos. La devoción mariana está asegurada. Sólo hay que ver las instituciones, cofradías y patronatos que conservan, tanto el patrimonio arquitectónico como el espiritual. Todo ayuda a que la religiosidad popular perdure, y que el reencuentro en nuestros respectivos pueblos, con la familia, en la casa de los padres o los abuelos, esté empapada de devoción a nuestra Virgen. ¿Y qué nos enseña la Virgen María hoy? Primero: amor al entorno natural, cuando tanto se habla de ecologismo. Muchas de sus imágenes fueron encontradas en paisajes naturales muy significativos por su emplazamiento y su belleza. Segundo: es saludada, entre otros títulos, como Madre de Misericordia, sus fiestas son motivo de reconciliación con los que nos rodean y con Dios. Tercero: su Imagen es encontrada por pastores o labradores, gente humilde, algo que puede entenderse como un mensaje referente a la opción por los pobres. María nos invita a imitarla siendo consuelo, socorro, caridad, refugio… Y cuarto, una enseñanza esencial: María es siempre Madre de Esperanza. Ella supo esperar; confiaba que habría un «tercer día» en la vida de su Hijo, que iniciaba una gran esperanza para todos. ¡Salve, Santa Virgen María, Puerta del Cielo, Causa de nuestra alegría! * Monseñor Javier Salinas es obispo de Tortosa
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