¿Una nación cristiana?
Mucho después de que el Presidente hubiese pasado revista a una conocida letanía de dogmas relativos a la política exterior liberal, hizo un comentario que no pude quitarme de la cabeza. Según dio a entender en Turquía, Estados Unidos no es una nación cristiana.
por George Weigel
Pocos días después de las elecciones de 2008, mientras caminaba hacia el Largo Argentina en una fresca y despejada tarde romana, me encontré por casualidad con un quiosco y decidí acercarme para echar un vistazo. Había periódicos de toda Europa: Francia, el Reino Unido, Alemania, Holanda, España, Portugal, Italia, etc. De todas partes. Todos mostraban un retrato de Barack Obama, fotografiado de perfil o en un plano tres cuartos, levantando la vista con una mirada calmada y segura (no totalmente, no como la que mostraba el Jesús interpretado por Jim Caviezel al final de la película La Pasión de Cristo durante la mañana de la Resurrección). Los políticos mesiánicos han vuelto a Europa, qué gran momento. El presidente Obama fue recibido de forma efusiva durante su vista a Europa, ¿y por qué no? Dijo a los europeos (o al menos a los europeos occidentales) todo aquello que llevaban esperando oír durante ocho años: que los Estados Unidos les ha menospreciado, pero que ahora ya aprecian el papel de liderazgo que desempeñan en el mundo de la política internacional, que los estados de bienestar social para toda la vida son modelos de gobierno humanitario y prudente, que las últimas reafirmaciones imperiales de Rusia no tienen por qué preocuparnos, que occidente no está en guerra con el Islam, que la paz en Oriente Medio está al alcance de la mano, y que la lucha contra el terrorismo está a punto de acabar, como si ese término tan desagradable pudiese volverse a Tejas junto con el belicoso y evangélico cowboy, el Sr. Bush. Ninguna de estas tranquilizadoras palabras resistiría un análisis más exhaustivo. La incapacidad europea de desempeñar un papel de liderazgo en la economía internacional ha quedado suficientemente demostrada antes de que el Presidente regresase a casa, es decir, cuando los países de la OTAN fracasaron al no poder subir la apuesta para conseguir la paz en Afganistán. Gracias al suicidio demográfico europeo, el estado del bienestar social europeo entrará en quiebra en menos de 20 años. Puede que no tengamos que preocuparnos por las agresiones rusas, a menos claro que seamos ucranianos, georgianos, polacos o vivamos en cualquier parte del continente europeo, deseemos calentar nuestras casas durante el invierno e Ivan haya cortado el suministro de gas natural (lo que hizo para chantajear a Ucrania). No, occidente no está en guerra con el Islam, pero prácticamente todas las guerras en las que occidente ha estado envuelto ha sido provocada por los extremistas islámicos, quienes no parecen entender que, tal y como reza la canción, the strife is o’er, the battle done (la batalla ha terminado, la guerra ya acabó). La paz en algunas zonas de Oriente Medio está en parte más cerca gracias a la aparición y el comienzo satisfactorio de una política de verdad en Irak. Pero la paz entre Israel y Palestina no está más cerca de lo que nunca ha estado gracias al dominio sangriento de Hamás en Gaza y a la inconcebible corrupción de la OLP en Cisjordania. Sin embargo, mucho después de que el Presidente hubiese pasado revista a una conocida letanía de dogmas relativos a la política exterior liberal, hizo un comentario que no pude quitarme de la cabeza. Según dio a entender en Turquía, Estados Unidos no es una nación cristiana. Esto es cierto es el siguiente sentido: el Gobierno de los Estados Unidos no respalda a la cristiandad ni a ninguna otra marca derivada como fe oficial nacional. Pero en materia cultural, resulta extraño decir que los Estados Unidos no es una nación cristiana si se tiene en cuenta que tres de cada cuatro estadounidenses defienden que el cristianismo es la fuente de sus responsabilidades más profundas. Por lo tanto se puede suponer que esto incluye sus responsabilidades de urbanidad, tolerancia, libertad religiosa, cumplimiento de leyes y democracia. Mi amigo Jon Meacham, editor de la revista Newsweek, argumentó algo parecido en un número que trataba sobre la Semana Santa. Sugirió que el descenso del número de cristianos creyentes y practicantes que había tenido lugar durante las últimas dos décadas significaba que, a pesar de de que el cristianismo continua siendo una notable fuerza cultural, ya no es posible hablar de una nación cristiana, siempre y cuando este término signifique que el cristianismo no desempeña un papel substancial, o incluso importante, en la política. Lo que mantiene unido a Estados Unidos, dijo el hermano Meacham, es compromiso que compartimos para defender las libertades de los demás. Sin embargo, creo que es un fundamento demasiado débil para una nación que protege su libertad religiosa de forma tan firme. Sería mejor que los estadounidenses creyesen que la voluntad de Dios es lo que les hace defender la libertad religiosa de aquellos que tienen opiniones diferentes sobre la voluntad de Dios, como solía decir John Neuhaus. Sea como fuere, esta convicción es lo que actualmente permite que exista libertad religiosa en Estados Unidos. Esperemos que no cambie. * George Weigel, escritor y politólogo católico estadounidense, es autor de la biografía autorizada de Juan Pablo II «Testigo de esperanza» (Plaza&Janés), «el coraje de ser católico» (Planeta) y «Política sin Dios: Europa y América, el cubo y la catedral» (Ed. Cristiandad), entre otros.
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