Lo natural más necesario: la salud y la amistad
por Irene Martín
Ante esta situación tan difícil, tan inesperada, que sobrepasa nuestras explicaciones, nuestras fuerzas, casi nuestras esperanzas, acerquémonos a los santos, maestros de vida, cuyas enseñanzas como hombres y mujeres probados pueden ayudarnos, ser consuelo y aportar luz.
«En este mundo son necesarias estas dos cosas: la salud y el amigo; dos cosas que son de gran valor y que no debemos despreciar. La salud y el amigo son bienes naturales. Dios hizo al hombre para que existiera y viviera: es la salud; más, para que no estuviera solo, se requirió la amistad. La amistad comienza por el propio cónyuge y los hijos, y se alarga hasta los extraños» (San Agustín, Serm. 299/D, 1-2, en Hans Urs von Balthasar, Antología de San Agustín, 32-33).
E incluso San Agustín llegaba más lejos, cuando explicaba que no hay extraños, porque todos somos hombres. ¿No es algo que también podemos experimentar en esta situación? ¿No estamos de alguna manera todos los hombres del mundo con las mismas dificultades unidos ante este enemigo común?
«¿Quién puede considerarse extraño? Todo hombre es prójimo de todo hombre. Puedes preguntar a la naturaleza. ¿Es un desconocido? Es un hombre. ¿Es un enemigo? Es un hombre».
Y precisamente a toda la humanidad ha venido este tiempo de prueba. Y rompiendo exactamente lo que nombra San Agustín como más importante entre los dones naturales: dañando la salud y aislando la amistad.
Pero, ¿tiene el virus la última palabra? Sabemos que no. Conocemos por la fe que por encima de todas las dificultades ha venido también a nosotros el Salvador, en quien se fundamenta todo: Dios hecho hombre. Recordar su venida y su presencia permanente entre nosotros, puede ayudarnos en este tiempo de sufrimiento y dolor, de esfuerzos y renuncias.
Recuperemos lo importante, pongamos en su sitio lo superficial que tanto nos desgasta. Caigamos en la cuenta de que Dios fue el primero en tomar sobre sí los padecimientos y angustias. Él estuvo antes que nosotros en la debilidad.
«A estas dos cosas necesarias en este mundo: la salud y el amigo, vino como una peregrina la Sabiduría. Ella encontró a los hombres hechos unos necios, extraviados, entregados al culto de cosas superfluas, amantes de las cosas temporales e ignorantes de las eternas. Esta Sabiduría a pesar de no ser amiga de lo necio y estar lejos de ello, asumió lo más cercano a nosotros y se hizo próxima a nosotros. Éste es el misterio de Cristo… Así pues, la Sabiduría tomó al hombre y se hizo próxima por medio de aquello que era próximo».
Que este período sea un tiempo de gracia, y que pronto podamos volver, como enseñaba San Agustín, a la salud y a la amistad.
Irene Martín es directora de la Fundación Maior.