Frutos de una misma planta
Hace unas semanas recordamos, desde esta misma columna, los 25 años de la Evangelium vitae de San Juan Pablo II (25 de marzo de 1995). Nos detuvimos en una lectura en clave política. Efectivamente, San Juan Pablo II resalta "una nueva situación cultural, que confiere a los atentados contra la vida un aspecto inédito y -podría decirse- aún más inicuo ocasionando ulteriores y graves preocupaciones: amplios sectores de la opinión pública justifican algunos atentados contra la vida en nombre de los derechos de la libertad individual, y sobre este presupuesto pretenden no sólo la impunidad, sino incluso la autorización por parte del Estado, con el fin de practicarlos con absoluta libertad y además con la intervención gratuita de las estructuras sanitarias".
En esta oportunidad nos detendremos en una llamativa afirmación de la Evangelium vitae: "el aborto y la anticoncepción como frutos de una misma planta".
Sucede que la "mentalidad anticonceptiva" contiene una serie de contravalores que hacen precisamente más fuerte la tentación del aborto ante la eventual concepción de una vida no deseada.
No obstante ser cierto que "anticoncepción y aborto, desde el punto de vista moral, son males específicamente distintos: la primera contradice la verdad plena del acto sexual como expresión propia del amor conyugal, el segundo destruye la vida de un ser humano; la anticoncepción se opone a la virtud de la castidad matrimonial, el aborto se opone a la virtud de la justicia y viola directamente el precepto divino 'no matarás'", ambas conductas "tienen sus raíces en una mentalidad hedonista e irresponsable respecto a la sexualidad y presuponen un concepto egoísta de libertad que ve en la procreación un obstáculo al desarrollo de la propia personalidad. Así, la vida que podría brotar del encuentro sexual se convierte en enemigo a evitar absolutamente, y el aborto en la única respuesta posible frente a una anticoncepción frustrada".
Estas consideraciones de sentido común, es decir, al alcance de todos que formula San Juan Pablo II en la Evangelium vitae, bien podrían haber figurado en un mensaje papal a los presidentes argentinos, sobre todo al actual mandatario.
La voluntad contraria al bien común de los argentinos plasmada en impulsar políticas antinatalistas y la legalización del aborto a lo largo del último lustro (2015-2020, con un pico intensivo en 2018) es una constante. En este punto, al menos, no hay diferencia entre las gestiones gubernamentales del expresidente Macri y del actual presidente Fernández. De esta manera, comparten ese misma "mentalidad hedonista e irresponsable respecto a la sexualidad" y "presuponen un concepto egoísta de libertad que ve en la procreación un obstáculo al desarrollo de la propia personalidad".
Respecto de la voluntad política antinatalista y abortista del expresidente Macri, hubo una reunión internacional que pasó bastante desapercibida en los medios argentinos: la Conferencia de Nairobi sobre CIPD25 entre el 12 y el 14 de noviembre de 2019, a los 25 años de la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo (CIPD) de El Cairo en 1994.
Los 179 países, la Argentina incluida, se comprometieron a "luchar para lograr el acceso universal a la salud y los derechos sexuales y reproductivos, donde se garantizará que haya cero necesidad insatisfecha de información, disponibilidad universal de anticonceptivos modernos de calidad, accesibles y cero muertes y morbilidades maternas evitables".
Respecto de la voluntad antinatalista y abortista del actual presidente de la nación, no hace falta más que recordar la rocambolesca mise-en-scène de la reciente visita oficial a la Santa Sede del viernes 31 de enero, entre dimes y diretes sobre si habló o no habló sobre el aborto, con quién sí habló sobre el aborto pero "al pasar", y las declaraciones del 5 de febrero en Francia sobre la materia.
Volviendo a San Juan Pablo II en la Evangelium vitae, la auténtica respuesta para solucionar los problemas argentinos consiste en el fortalecimiento de la familias, cuyo pilar es el matrimonio. Los esposos "saben acoger a los hijos como el don más excelente del matrimonio", señala siguiendo al Concilio Vaticano II.
Y los gobiernos, agregamos, deben implementar políticas para el cuidado y la defensa de las familias y el matrimonio. Lo otro, es más del mismo cotillón de siempre.
Publicado en La Prensa.
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