Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

La resolución del caso de la boda gay con bendición

El padre Francisco Gordalina se dirige a Carlos Perciavalle y Jimmy Castilhos antes de bendecirles
El padre Francisco Gordalina se dirige a Carlos Perciavalle y Jimmy Castilhos antes de bendecirles: testigos del acto, evidentemente no espontáneo, las cámaras de las prensa. Foto: captura vídeo 'El País'.

por Álvaro Fernández Texeira Nunes

Opinión

En principio, no pensábamos volver sobre este tema. Pero una vez que el escándalo de la bendición otorgada a la pareja conformada por Carlos Perciavalle y Jimmy Castilhos empezó a estar en boca de todos, y habida cuenta que en una nota publicada en ReL el 6 de febrero advertimos de que esto se estaba gestando, no hay más remedio que volver sobre el tema para esclarecer lo ocurrido. Entendemos que es de orden informar brevemente a los lectores de Religión en Libertad de cómo terminó esta historia.

El señor obispo de Maldonado, Milton Tróccoli, justificó su decisión de bendecir a la pareja en la respuesta que ante una consulta habría recibido de la nunciatura. En efecto, tras administrar la bendición, el obispo de Maldonado publicó una Carta a la comunidad diocesana en la que dice: “Consultamos a la Nunciatura Apostólica en el Uruguay acerca de cómo se debía proceder en esta situación, que se preveía con características mediáticas. Se nos informó que había que dar la bendición, dado que había un documento firmado por el Papa y que se debía proceder en consonancia”.

Esta afirmación nos merece algunas consideraciones:

La primera, es que es el obispo de cada diócesis quien debe decidir en conciencia si aplica o no Fiducia Supplicans: no la Nunciatura. De hecho, todas las conferencias episcopales de África se han negado a aplicarla, junto a otros muchos obispos alrededor del mundo, entre los que se encuentra el cardenal Daniel Sturla, arzobispo de Montevideo (Uruguay). Escudarse en una consulta a la Nunciatura no parece la mejor forma de justificar la aplicación de una declaración, que entre otras cosas, dice: “Lo que se ha dicho en la presente Declaración sobre las bendiciones de parejas del mismo sexo, es suficiente para orientar el discernimiento prudente y paterno de los ministros ordenados a este respecto”.

La segunda consideración es que “proceder en consonancia” implica, en todo caso, respetar al pie de la letra lo que dice la declaración Fiducia supplicans. En ella, se autoriza a dar bendiciones a parejas irregulares hetero u homosexuales de forma espontánea. No es el caso de esta bendición en particular. ¿Por qué?

Porque Fiducia supplicans dice que “para evitar cualquier forma de confusión o de escándalo, cuando la oración de bendición la solicite una pareja en situación irregular, aunque se confiera al margen de los ritos previstos por los libros litúrgicos, esta bendición nunca se realizará al mismo tiempo que los ritos civiles de unión, ni tampoco en conexión con ellos. Ni siquiera con las vestimentas, gestos o palabras propias de un matrimonio. Esto mismo se aplica cuando la bendición es solicitada por una pareja del mismo sexo”.

El “casamiento” civil de la pareja tuvo lugar el 19 de febrero, y la bendición, seguida de la megafiesta, se coordinó y se agendó para el miércoles 21 de febrero. En principio, la pareja había anunciado que su “casamiento” iba a ser bendecido en una capilla privada del Departamento de Maldonado. Con motivo de este anuncio, el obispo y el sacerdote que finalmente impartió la bendición visitaron a la pareja y acordaron con ellos que la bendición no se haría en una capilla, sino en la propia finca de los novios. De hecho, si el obispo y el padre Gordalina hubieran querido, podrían haber dado una bendición espontánea el día en que visitaron a los novios en su finca

Así las cosas, es obvio -e irrefutable- que la bendición a Perciavale y Castilhos no fue en modo alguno espontánea. Fue una bendición programada en toda regla. La violación a las disposiciones de la declaración pontificia en este punto, es flagrante.

Y no sólo por la falta de espontaneidad, sino por la presencia de medios de prensa registrando el hecho. De hecho, el diario El País de Montevideo consigna que antes de bendecir a cada una de las personas, el padre Gordalina, que fue quien efectuó la bendición, dijo: “Como hijos de Dios que son ambos me han pedido la bendición para ustedes de parte de nuestro Padre. Es con gusto que nos hacemos presentes, en el nombre de la Iglesia, para pedir que los bendiga. Es un modo con el que la Iglesia quiere mostrarles que Dios está con ustedes, y nosotros también sabemos que ustedes están con Dios”. Es muy difícil no ver en estas palabras una bendición a la pareja. Para rematar, el sacerdote y los novios se tomaron una elocuente foto juntos.

¿Cómo podría no convertirse este hecho en un escándalo, si la bendición fue programada para dos días después del “casamiento” civil y no espontánea, si estaban presentes en la bendición varios medios de comunicación, si es fácil concluir que la bendición se dio a la pareja, si el sacerdote se sacó fotos con los novios, y si inmediatamente después de la bendición, comenzó la “megafiesta” para 500 invitados?

Cabe preguntarse, para terminar, por qué el señor obispo decidió autorizar esta bendición que provocó y sigue provocando tanto escándalo entre los fieles católicos. ¿Fue la solicitud pastoral, o fue el miedo a que una decisión políticamente incorrecta generara reacciones escandalosas en los medios, en la farándula y un largo etcétera? Nunca lo sabremos. Lo que si sabemos, es que ni siquiera se cumplió en este caso concreto lo establecido por Fiducia supplicans.

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