Sábado, 23 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Doble tempestad sobre el IOR


No sólo las renuncias de sus dos máximos dirigentes operativos, sino también las revelaciones sobre el nuevo "prelado" nombrado por Francisco. Al haberse enterado de ellas, el Papa podría revocar rápidamente el nombramiento

por Sandro Magister

Opinión

Desde el primer día de este mes el Instituto para las Obras de Religión, el IOR, está en el centro de una doble tempestad.

Doble porque está constituida no solamente por las resonantes renuncias del director general y del vice-director del controvertido “banco” vaticano, Paolo Cipriani y Massimo Tulli, sino también por otro escándalo a punto de explotar, respecto al "prelado" del mismo IOR, monseñor Battista Ricca, recientemente nombrado por el papa Francisco.

En lo que se refiere a las renuncias de los dos máximos dirigentes operativos del IOR, en el comunicado que dio la noticia en la tarde del lunes 1 de julio se lee que “luego de muchos años de servicio ambos han decidido que esta acción habría sido para el mejor interés del Instituto mismo y de la Santa Sede".

Al presidente del IOR, Ernst von Freyberg – que hasta el final había expresado confianza en los dos y había afirmado que “trabajaba junto con ellos en una forma verdaderamente feliz” – se le ha encargado que "asuma ´ad interim´ las funciones de director general".

Freyberg cubrirá este rol provisorio con la ayuda de dos personas de confianza elegidos por él: una es Rolando Marranci, en calidad de vice-director, y la segunda es Antonio Montaresi, como Chief Risk Officer.

Pero se ha anunciado que ya está en curso la búsqueda de un nuevo director general y de un nuevo vice-director. A pesar que Freyberg busca ahora tomar distancia de las gestiones de Cipriani y Tulli, también para él aparece incierto el futuro de presidente.

El golpe final – pero sólo el último de una serie – que indujo a los dos a renunciar fue el arresto a fines de junio de monseñor Nunzio Scarano, hasta el mes de mayo contador responsable de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica y exonerado de este cargo luego que comenzara una investigación penal en su contra, por parte de la justicia italiana, por tráfico ilícito de dinero también a través de cuentas del IOR, con importantes y sospechosos manejos, autorizados por los máximos dirigentes del Instituto, justamente en momentos que el Vaticano se había comprometido a adecuarse a las normativas internacionales contra el lavado de dinero.

En cuanto al escándalo que está a punto de explotar, respecto al nuevo "prelado" del IOR, debe decirse que el primero en sentirse herido – ya desde ahora – es precisamente el papa Francisco.

Jorge Mario Bergoglio nombró el 15 de junio pasado a monseñor Battista Ricca, de 57 años de edad, "prelado" del IOR precisamente para colocar en el interior del Instituto una persona de absoluta confianza en un rol clave. Con el poder que le conceden los estatutos de acceder a todas las acciones y a los documentos y de participar en las reuniones, tanto de la Comisión cardenalicia de Vigilancia, como del Consejo de Superintendencia, es decir, de la junta del “banco” vaticano.

Ricca presta servicio diplomático en la Secretaría de Estado. Pero se ganó la confianza del Papa sobre todo por la familiaridad de las relaciones entrecruzadas con él en cuanto director de la Domus Sanctae Marthae – donde Francisco decidió habitar – y de otras dos residencias para sacerdotes y obispos que pasan por Roma, entre ellas la de via della Scrofa en la que Bergoglio acostumbraba alojarse cuando era cardenal.

Al dar la noticia de su nombramiento como "prelado" del IOR, los medios de comunicación de todo el mundo han estado de acuerdo en referirla personalmente al Papa y en atribuirle al personaje una fama de "incorruptible", de hombre adecuado para "hacer limpieza".

Pero en el transcurso de su carrera diplomática, cuando estaba en servicio en el exterior, Ricca dejó detrás de sí antecedentes de distinto signo.

Luego de haber prestado servicio en el lapso de una década en Congo, en Argelia, en Colombia y en Suiza, a fines de 1999 se encuentra trabajando en Uruguay con el nuncio Janusz Bolonek, polaco, hoy representante pontificio en Bulgaria. Pero estuvo a su lado poco más de un año. En el 2001 Ricca fue trasladado a la nunciatura de Trinidad y Tobago, para ser llamado después al Vaticano.

El agujero negro, en la historia personal de Ricca, es el del año transcurrido por él en Montevideo, en la orilla norte del Río de la Plata, frente a Buenos Aires.

Lo que provocó la ruptura con el nuncio Bolonek y su brusca transferencia se resume en dos expresiones utilizadas por quien ha indagado discretamente en Uruguay sobre el caso: "poder rosa" y "conducta escandalosa".

El papa Francisco estaba totalmente a oscuras respecto a este antecedente, cuando nombró a Ricca prelado del IOR.

Pero en la segunda mitad de junio, con todos los nuncios reunidos en Roma y que se encontraron con él en persona – también durante el concierto en su honor al que no asistió, el 22 de ese mes –, llegó a convencerse, gracias no a una sino a muchas fuentes concluyentes, que había puesto su confianza en la persona equivocada.

Dolor, gratitud a quienes le abrieron los ojos, voluntad de remediarlo: estos son los sentimientos expresados a viva voz por el Papa, durante estos coloquios.

Ricca, enterado de lo que se dice de él en Uruguay, pidió y obtuvo un encuentro con Francisco, para defenderse y acusar.

Pero el Papa parece decidido a actuar basado en las informaciones recibidas. Quizás más pronto de lo previsto, porque en Uruguay el escándalo parece próximo a explotar públicamente.
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