Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Shusaku Endo: en el silencio también encontramos la Fe

La controvertida escena del 'fumie' en 'Silencio' (2016) de Martin Scorsese, basada en la novela de Shusaku Endo.
La controvertida escena del 'fumie' en 'Silencio' (2016) de Martin Scorsese, basada en la novela de Shusaku Endo.

por Ignacio Caballero Álvarez

Opinión

Hace unos días terminé de leer Silencio, novela de Shusaku Endo, escritor católico japonés. Es una historia que narra la gran misión evangelizadora que realizaron los jesuitas en Japón a mediados del siglo XVI, época en la que el sistema de gobierno japonés estaba regido por el Shōgun. El relato me conmovió. Demasiada tortura y dolor, pero, también, infinita fe y esperanza.

En un momento de la historia, el protagonista de la obra de Endo, un joven jesuita llamado Sebastián Rodrigo, es obligado por el shogunato Tokugawa a pisar un fumie -imagen de Cristo o la Virgen María- como muestra de desprecio y apostasía. Sin embargo, entre sus manos, en silencio, ocultándola, porta la cruz de Cristo. Tras leer esa parte del relato, sostuve fuertemente entre mis dedos un viejo colgante que uno de mis seres queridos me regaló. De él también pende una cruz.

Suspendido en esa atmósfera de reflexión, imaginé la capilla que habita en la casa de mis abuelos, un espacio sagrado que guarda dos imágenes, la de Cristo y la de la Virgen, y algunas fotografías y símbolos cristianos. En la pared hay un fondo de color azul que intenta imitar el cielo bajo el abrigo de unos ángeles blancos que cuelgan a los lados. Un arco empotrado recoge ese espacio íntimo y personal, situado bajo la escalera que da a la planta superior, como si sostuviera los cimientos de la casa.

En estas últimas semanas, después de acabar el libro del autor japonés y tras acudir a la cruz, e imaginar la pequeña capilla de la casa de mis abuelos, he reflexionado sobre el sostenimiento de la fe.

Digo esto porque, de un tiempo a esta parte, me doy cuenta de que hay personas que no hallan sentido a la pregunta sobre su salvación. Incluso, parece que asistir a la casa de Dios se ha convertido en una ofensa para sus vidas, como si les quitara tiempo, como si fuese una carga, en vez de una ayuda vital.

Es verdad que existen cruces levantadas por todas partes, pero ya no se contempla su belleza, su magnificencia. Y, de tal ilusión, configurada por los nuevos demonios internos de la sociedad, habita cierta oscuridad postiza en los ojos de los hombres que está hundiendo sus almas. Ese sentimiento, por desgracia, crece y se interna, cada vez más, en el ideario humano, como si nos creyésemos reyes de una tierra, cuando, en realidad, La Tierra es la Reina de todo.

Curiosamente, al respecto de todo esto, mantuve una conversación con uno de mis mejores amigos. Él es ateo, y, sin embargo, me concedió una solución a mi pregunta sobre la falta de fe.

Me dijo: "Yo no acudo a misa, pero siempre guardo respeto cuando visito una iglesia. Sé que, en el fondo, aquí se celebra algo grande, algo que es de todos. Aunque yo no lo contemple, aunque no lo comprenda, sé que es también para mí. Puede que mi existencia, en este momento, no esté cargada de fe, pero creo que es necesario que otros la tengáis por nosotros. Eso me dice el corazón".

He comprendido que puede que haya personas como mi amigo que no vivan en la Fe, que, incluso, la ataquen y busquen derribar la cruz, o que, como bien refleja Endo en su obra, pretendan hacernos apostatar con sus nuevas reglas sociales.

Sin embargo, en el fondo de la cuestión, la fe es necesaria en nuestras vidas. No hace falta acudir a grandes cosas, ni tampoco que seamos muchos. Tan solo debemos alimentar la fe a través del silencio, con actos pequeños, acudiendo a rincones íntimos que rozan el cielo y portando amuletos divinos que son traídos a la tierra desde algo más elevado donde podamos apoyar nuestra amargura.

Así, sostendremos los cimientos del hogar e impulsaremos las vidas de toda la humanidad hacia la verdadera salvación.

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