Viernes, 13 de septiembre de 2024

Religión en Libertad

Tu gracia vale más que la vida

Santos Niños Justo y Pastor.
La festividad de los Santos Niños Justo y Pastor, martirizados en Alcalá de Henares (Complutum) el año 304, se celebra el 6 de agosto. Foto: catedral magistral de Alcalá de Henares, Raimundo Pastor / Wikipedia.

por Monseñor Antonio Prieto Lucena

Opinión

Queridos diocesanos de Alcalá de Henares:

Se acerca la fiesta de nuestros patronos, los Santos Niños Justo y Pastor, y, en esta carta mensual, quería proponeros una reflexión sobre el valor de nuestra amistad con Jesucristo. En el Salmo 62 hay una preciosa expresión de lo que significa el martirio: “Tu gracia vale más que la vida”. Estas palabras pueden aplicarse al mártir cristiano, que ha encontrado en Cristo un tesoro que valora más que su propia vida física. El martirio es el acontecer, en la vida de una persona, de la parábola del tesoro escondido en el campo (cfr. Mt 13,44).

Para el mártir, Jesucristo es el amigo más preciado, por el que vale la pena venderlo todo. El mártir se siente envuelto por el amor de Cristo, que lo ama y se ha entregado por él (cfr. Ga 3,20). El amor de Jesucristo tiene tal fuerza en el corazón del mártir, que es capaz de superar todos los halagos y bagatelas que nos ofrece el mundo.

El mártir comprende que no se puede servir a dos señores (cfr. Mt 6,24), a Dios y al mundo, y, con la gracia del Espíritu Santo, elige siempre a Dios. La amistad con Cristo es la lente con la que el mártir mira las cosas del mundo, sabiendo reconocer y rechazar las mentiras y seducciones que podrían apartarlo de su tesoro más querido.

En la época de Justo y Pastor, la persecución del emperador Diocleciano fue un intento de borrar del mapa la fe cristiana. El emperador utilizaba la religión pagana como instrumento de cohesión de su imperio y no estaba dispuesto a permitir que los cristianos fueran una excepción. No someterse a los ritos y sacrificios de la religión pagana era considerado desacato al emperador. Los cristianos no podían entrar en este juego.

El Dios verdadero, revelado en Cristo, estaba muy por encima de intereses y estrategias mundanas. El sentido de la amistad con Cristo había penetrado de tal manera en el corazón de los cristianos que no temieron a la destrucción de iglesias, a los encarcelamientos, las torturas y, finalmente, a la pena de muerte.

No fueron una excepción los cristianos de Complutum. Supieron estar a la altura. No hubo en ellos la más mínima señal de fanatismo, odio ni desesperación. En ellos anidaban la certidumbre, la fortaleza y la serenidad del que ha encontrado el tesoro escondido de la amistad con Cristo. Esto se puso especialmente de manifiesto cuando dos niños, de siete y nueve años, dejando sus tablillas escolares, fueron a presentarse al gobernador Daciano para decirle sencillamente que ellos no renunciarían a Cristo.

En nuestra época, el corazón humano sigue buscando desesperadamente la felicidad. Detrás de todas las inmundicias y aberraciones de los hombres no hay más que una enorme búsqueda de felicidad. Todos buscamos ese tesoro que da sentido a la vida, pero lo buscamos en campos equivocados.

Nuestros patronos, Justo y Pastor, nos señalan dónde está en realidad ese tesoro que todos buscamos. Su testimonio nos dice que la amistad con Cristo vale más que todo el dinero, que todos los honores, que todo el poder mundano. La amistad con Cristo vale más que la vida.

Morir por Cristo no les pareció a Justo y Pastor pagar un precio demasiado alto. Tenían la certeza de que disfrutarían en el cielo, por toda la eternidad, del valor incalculable del tesoro encontrado. La fe y la honradez no pueden ceder ante ningún sucedáneo que no sea Dios. Esto sería contrario a la dignidad humana.

Justo y Pastor nos indican que la felicidad verdadera no solo está en el más allá, la tenemos ya incoada dentro de nosotros mismos. El que tiene a Cristo tiene ya un cielo en la tierra. Cuando uno está convencido de esto, le parece poco el precio que tenga que pagar para conservar la amistad con Cristo.

Todos los dolores y fatigas que hayamos de soportar serán insignificantes comparados con la alegría inconmensurable que esperamos conquistar. Tenemos mucho que aprender de nuestros patronos, que ellos intercedan por nosotros. ¡Feliz Fiesta de los Santos Niños Justo y Pastor!

Recibid mi saludo y mi bendición.

Antonio Prieto Lucena es el obispo de Alcalá de Henares.

Publicado en el portal de la diócesis complutense.

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