Sábado, 23 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

La Iglesia, en defensa de la vida


El derecho a la vida no lo puede otorgar nunca una mayoría de votos.

por Pedro A. Mejías

Opinión

El día de la Encarnación convoca la Iglesia todos los años la Jornada Por La Vida. Hay una realidad histórica incontestable: la Iglesia ha sido siempre, desde sus primeros tiempos, la mayor defensora de la vida que ha tenido la humanidad. Entendida siempre la vida desde el instante de la concepción (hoy día, decir que no se es una persona humana desde ese momento es caer no solo en ser acientífico, sino también en estulticia grave, propia de incultos recalcitrantes), hasta la muerte natural.

En el Imperio Romano no estaba mal visto el infanticidio ni las prácticas abortivas, heredadas ya de la antigüedad. En muchas culturas, los hijos no son más que lo que valgan en dinero o eficacia productiva. La fe cristiana viene a cambiar todo eso.

El derecho a la vida no lo puede otorgar nunca una mayoría de votos, como dice Monseñor Rafael Zornoza en su carta sobre el Bicentenario de Las Cortes de Cádiz: “hoy sigue siendo el centro de la Doctrina Social de la Iglesia la defensa y promoción de toda persona humana desde su origen como embrión hasta su fin natural. La democracia no puede afirmarse como la única garantía para garantizar la defensa de los derechos humanos”.

Ejemplo y experiencia de esta defensa tan bella de la vida lo tenemos por doquier: manifestaciones, asociaciones, apoyo a la mujer embarazada…Sin ir más lejos, les voy a contar lo que vi cuando entré un día en el local de RED MADRE de nuestra ciudad: madres por aquí, voluntarios por allá, bebés llorando, carritos de niños estorbando, los biberones y la leche por encima de las mesas... ¡Un derroche de vida!

Conozco personalmente a voluntarias de esta bellísima realidad. Son mujeres todo-terreno, dispuestas a todo para defender la vida, para proteger y apoyar a las madres, que con mucha frecuencia reciben tremendas presiones sociales para abortar. De sus parejas, de sus amigas, e incluso de sus padres, que queriendo hacer un “bien” a su hija, les meten en un pozo oscuro. Muchas veces, esos padres solo buscan no tener problemas, no oír un lloro por las noches… Pero sus hijas lo oirán en silencio, en su corazón, durante toda la vida.

Dicen que una madre siempre será madre, tenga a ese niño o no. Es una experiencia que marca. Mi esposa, como tantas, tuvo una vez un aborto natural y podemos contar que no fue nada fácil superarlo. Siempre recordamos a ese niño y contamos con él como un “angelito” en el cielo.

El aborto es el mayor crimen de nuestro tiempo. Un día, quizás más pronto que tarde, lo veremos como ahora vemos, por ejemplo, la esclavitud: una pesadilla; algo que fue “normal” en el pasado, y ha quedado por fin derogado para siempre. Entonces, solo entonces, la Iglesia y todos nosotros, podremos descansar de esta batalla. Nuestro objetivo: ABORTO CERO.

Pedro Antonio Mejías Rodríguez, miembro de Derecho A Vivir (Cádiz)
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