El Universo de santa Hildegarda
Según Hildegarda, el ser humano, que estaba concebido, proyectado y creado para amo y señor de toda la Creación, quedó sometido a ella y pasó a sufrir de mil modos diversos en cada una de sus células la influencia de todo el conjunto del universo, lo mismo a causa de un barómetro en sus articulaciones que por las fases de la luna en la procreación
Los alemanes tienen una palabra (palabra compuesta, que tampoco es un idioma mágico que tenga palabras sueltas para todo) que designa la forma en que alguien entiende el mundo y la realidad física: lo llaman Weltanschauung, que traducida pelo a pelo sería "contemplación del mundo". Quiere decir algo así como "la forma de mirar las cosas", pero a veces suele traducirse por "cosmovisión", palabra un tanto relamida y turrisebúrnea, pero bastante útil porque no tenemos una palabra equivalente. Aquí la usaremos en su acepción restringida de "imagen del cosmos"
Pues bien, la cosmovisión de Santa Hildegarda, o, por mejor decir, la cosmovisión que recibió Santa Hildegarda está explicada en tres de sus libros: Scivias, Divinorum Operum y Causae et Curae. En los tres, para explicar lo que le pasa al ser humano y cómo funciona, se remonta al primer tropiezo desdichado, aquella caída original que hizo contraer a la primera pareja humana la terrible tara hereditaria, que ha transmitido a toda nuestra especie.
Según la cosmovisión hildegardiana, aquella primera opción equivocada de los humanos, las únicas criaturas libres sobre la Tierra, dejó descabalado todo el universo.
Según Hildegarda, el ser humano, que estaba concebido, proyectado y creado para amo y señor de toda la Creación, quedó sometido a ella y pasó a sufrir de mil modos diversos en cada una de sus células la influencia de todo el conjunto del universo, lo mismo a causa de un barómetro en sus articulaciones que por las fases de la luna en la procreación. El ser humano se convirtió en esclavo de la materia creada, cuyas influencias recibe generalmente sin saberlo y sin medirlas, porque sus sentidos no estaban previstos para una existencia de esclavo, sino de señor.
Pero esta influencia, que Santa Hildegarda trata de pasada y sin insistir, explicándolos con ejemplos que con frecuencia son más intrigantes que la propia afirmación que deberían explicar, es recíproca porque a su vez todas las acciones de los seres humanos condicionan el funcionamiento del universo, no sólo de forma visible e inteligible para el hombre de hoy, por ejemplo, contaminando el aire y los ríos o creando islas de basura en los océanos, sino también de una manera misteriosa al alterar las fuerzas invisibles que rigen el equilibrio universal; de modo que no solo la contaminación o las emisiones de CO2 alteran el tiempo atmosférico, sino que, según Hildegarda, es la mala conducta de los hombres la que provoca sequías o causa los tornados.
Tras el pecado original, el ser humano y el cosmos se influyen intensa y recíprocamente: las viejas cicatrices duelen cuando va a cambiar el tiempo y el pensamiento se vuelve menos ágil los días de niebla, pero también dice Santa Hildegarda que las tormentas solares y las tormentas corrientes, de agua o granizo, están provocadas por los pecados -las fracturas del orden universal- de los hombres.
Toda la materia del universo estaba en la voluntad de Dios, y al producirse el acto creador se materializó en un globo oscuro, que solo se iluminó cuando Dios creó la luz, mucho antes de crear las lumbreras, es decir, antes que los astros. Hildegarda compara la acción creadora de Dios con la rueda de un torno: el Universo está girando continuamente y todo en él gira y se mueve. El Universo visto desde fuera (¿cómo es posible mirar desde fuera el Universo?¿a Quién le es posible?) es como un ovoide limitado por un fuego negro y ardiente que forma una especie de ígnea piel negra exterior.
La cosmovisión de Hildegarda es fascinante, pero no se puede leer con prisas, sino masticando casi cada línea, y así, por ejemplo dice que "la Tierra es pequeña y está casi en el fondo del Universo", es una concepción exquisitamente moderna. Que la Tierra es una canica comparada con casi todos los cuerpos celestes lo sabemos ya hace mucho tiempo; pero para saber que la Tierra está en el fondo del Universo habría que salirse del sistema, no solo del Sistema Solar, sino del propio Universo. La explicación de Hildegarda, típica de las suyas, de por qué no puede estar en el centro es que si estuviera en el centro se rompería, e invito a los aficionados a la astrofísica que me lean a imaginar las inconcebibles tensiones que puede haber en el centro del universo.
En cuanto al espacio, Santa Hildegarda lo ve salpicado de estrellas grandes y pequeñas que compara con montañas y valles, lo que evoca inevitablemente un esquema de espacio curvo einsteniano salpicado de cúmulos y hoyos.
Y es que en la cosmovisión hildegardiana hay destellos modernísimos, que se ajustan perfectamente al último grito de lo que creemos saber, mientras que otras cosas tienen regusto a saber medieval o babilónico (la descripción del Zodiaco, por ejemplo), y otras que plantean una visión originalísima desde un punto de vista totalmente nuevo, que es un verdadero desafío y cantera para la reflexión -por ejemplo, los dos planetas que dice están "como clavos" en el fondo del firmamento, que solo se verán en el último día.
Escrito por José María Sánchez de Toca y Rafael Renedo
Más en: www.hildegardiana.es
SEGUNDO ENCUENTRO SOBRE SANTA HILDEGARDA,
miércoles 21 de marzo de 2012, Salón de Actos de la Iglesia de San Martín, C/ Desengaño 26, Madrid (Metro de Callao o GranVía).
Tema: El libro de la Vitae Meritorum, las 35 tendencias erróneas de la naturaleza humana
Pues bien, la cosmovisión de Santa Hildegarda, o, por mejor decir, la cosmovisión que recibió Santa Hildegarda está explicada en tres de sus libros: Scivias, Divinorum Operum y Causae et Curae. En los tres, para explicar lo que le pasa al ser humano y cómo funciona, se remonta al primer tropiezo desdichado, aquella caída original que hizo contraer a la primera pareja humana la terrible tara hereditaria, que ha transmitido a toda nuestra especie.
Según la cosmovisión hildegardiana, aquella primera opción equivocada de los humanos, las únicas criaturas libres sobre la Tierra, dejó descabalado todo el universo.
Según Hildegarda, el ser humano, que estaba concebido, proyectado y creado para amo y señor de toda la Creación, quedó sometido a ella y pasó a sufrir de mil modos diversos en cada una de sus células la influencia de todo el conjunto del universo, lo mismo a causa de un barómetro en sus articulaciones que por las fases de la luna en la procreación. El ser humano se convirtió en esclavo de la materia creada, cuyas influencias recibe generalmente sin saberlo y sin medirlas, porque sus sentidos no estaban previstos para una existencia de esclavo, sino de señor.
Pero esta influencia, que Santa Hildegarda trata de pasada y sin insistir, explicándolos con ejemplos que con frecuencia son más intrigantes que la propia afirmación que deberían explicar, es recíproca porque a su vez todas las acciones de los seres humanos condicionan el funcionamiento del universo, no sólo de forma visible e inteligible para el hombre de hoy, por ejemplo, contaminando el aire y los ríos o creando islas de basura en los océanos, sino también de una manera misteriosa al alterar las fuerzas invisibles que rigen el equilibrio universal; de modo que no solo la contaminación o las emisiones de CO2 alteran el tiempo atmosférico, sino que, según Hildegarda, es la mala conducta de los hombres la que provoca sequías o causa los tornados.
Tras el pecado original, el ser humano y el cosmos se influyen intensa y recíprocamente: las viejas cicatrices duelen cuando va a cambiar el tiempo y el pensamiento se vuelve menos ágil los días de niebla, pero también dice Santa Hildegarda que las tormentas solares y las tormentas corrientes, de agua o granizo, están provocadas por los pecados -las fracturas del orden universal- de los hombres.
Toda la materia del universo estaba en la voluntad de Dios, y al producirse el acto creador se materializó en un globo oscuro, que solo se iluminó cuando Dios creó la luz, mucho antes de crear las lumbreras, es decir, antes que los astros. Hildegarda compara la acción creadora de Dios con la rueda de un torno: el Universo está girando continuamente y todo en él gira y se mueve. El Universo visto desde fuera (¿cómo es posible mirar desde fuera el Universo?¿a Quién le es posible?) es como un ovoide limitado por un fuego negro y ardiente que forma una especie de ígnea piel negra exterior.
La cosmovisión de Hildegarda es fascinante, pero no se puede leer con prisas, sino masticando casi cada línea, y así, por ejemplo dice que "la Tierra es pequeña y está casi en el fondo del Universo", es una concepción exquisitamente moderna. Que la Tierra es una canica comparada con casi todos los cuerpos celestes lo sabemos ya hace mucho tiempo; pero para saber que la Tierra está en el fondo del Universo habría que salirse del sistema, no solo del Sistema Solar, sino del propio Universo. La explicación de Hildegarda, típica de las suyas, de por qué no puede estar en el centro es que si estuviera en el centro se rompería, e invito a los aficionados a la astrofísica que me lean a imaginar las inconcebibles tensiones que puede haber en el centro del universo.
En cuanto al espacio, Santa Hildegarda lo ve salpicado de estrellas grandes y pequeñas que compara con montañas y valles, lo que evoca inevitablemente un esquema de espacio curvo einsteniano salpicado de cúmulos y hoyos.
Y es que en la cosmovisión hildegardiana hay destellos modernísimos, que se ajustan perfectamente al último grito de lo que creemos saber, mientras que otras cosas tienen regusto a saber medieval o babilónico (la descripción del Zodiaco, por ejemplo), y otras que plantean una visión originalísima desde un punto de vista totalmente nuevo, que es un verdadero desafío y cantera para la reflexión -por ejemplo, los dos planetas que dice están "como clavos" en el fondo del firmamento, que solo se verán en el último día.
Escrito por José María Sánchez de Toca y Rafael Renedo
Más en: www.hildegardiana.es
SEGUNDO ENCUENTRO SOBRE SANTA HILDEGARDA,
miércoles 21 de marzo de 2012, Salón de Actos de la Iglesia de San Martín, C/ Desengaño 26, Madrid (Metro de Callao o GranVía).
Tema: El libro de la Vitae Meritorum, las 35 tendencias erróneas de la naturaleza humana
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