Mi conquista de la libertad
por Javier Lozano
Estos días me ha tocado ser lo que popularmente se denomina un “rodríguez”, término tan popular que incluso aparece recogido así en la RAE: “Hombre casado que se queda trabajando mientras su familia está fuera, normalmente de veraneo”. Esta definición se ajusta, tal cual, a lo que he vivido durante los últimos diez días.
Pero la realidad, al menos en mi caso, es que el “rodríguez” no aspira únicamente a quedarse trabajando mientras se queda solo. Más allá de la pena de estar distante de las personas más importantes en mi vida, en mi cabeza, desde que surgió esta posibilidad en una charla con mi esposa, empezaron a bullir muchas ideas que llevaría a la práctica cuando estuviera solo y que el hecho de vivir en familia me lo impide, o al menos, me lo limita. Sería volver, en parte, a experimentar lo que era ser soltero.
Lo tenía todo claro. Durante estos días aprovecharía para sacar trabajo, quedaría con amigos, pero también vería todos los partidos de la Eurocopa, el Tour de Francia y, por supuesto, aquellas series y películas que tanto me gustan, especialmente las bélicas, y que en el día a día hay que negociar y llegar a ententes con mi mujer, donde no siempre, o más bien casi nunca, uno consigue la victoria. En mi cabeza, todo parecía perfecto.
Pero en mi interior apareció una peligrosa tentación: “Voy a ser libre durante unos días”.
Escribo estas líneas mientras ya llega a su fin mi aventura como “rodríguez”. Y mi conclusión, tras haber hecho gran parte de los proyectos que tenía en mi cabeza, es completamente la opuesta. No he sido más libre, más bien al contrario. He confirmado que es en mi esposa Isabel y en mi hijo Juan Pablo, donde, con Jesucristo en medio de nosotros, encuentro la verdadera libertad.
Nada de lo que yo quería hacer estos días era malo en sí mismo. Al contrario, disfrutar de una buena película o de un buen partido de fútbol es algo bueno, pero el problema, al menos para mí, era poner ahí mi vida y pensar equivocadamente que la libertad consiste en hacer lo que me apetezca en todo momento.
Me ayudó mucho una celebración de la Palabra en mi parroquia que he tenido precisamente estos días. Trataba sobre el reposo. Descansar es buenísimo, todos lo necesitamos, pero el verdadero reposo está en hacer la voluntad de Dios y descansar en Él. Lo que he visto es que anhelaba mi reposo en buscarme a mí mismo y complacer todo aquello que creía que me haría feliz. Pero buscarme a mí mismo todo el tiempo no sólo no me ha dado reposo, sino que he experimentado que es enormemente cansado. Esta es una de las grandes, pero, sobre todo, misteriosas paradojas del cristianismo. Gran razón llevaba San Pablo cuando decía, como recogen los Hechos de los Apóstoles, que “mayor felicidad hay en dar que en recibir”.
Durante estos días donde he podido disfrutar del buen fútbol de la selección española, de los ataques de Pogacar en el Tour o del hecho de dormir más y “relajar” las labores del hogar, todo esto me ha ofrecido indudablemente satisfacciones, pero temporales y efímeras. Así hay que vivirlas, pues de otro modo, si ponemos la vida en ellas, lo que generan en nosotros es una insatisfacción, una sed que el agua no calma, como nos recuerda el Evangelio.
Esta experiencia me ha ayudado a confirmar algo que sabía, que ya había experimentado, pero que es bueno volver a recordar: qué es la verdadera libertad, que no consiste en hacer lo que yo quiero cuando me apetece, sino en hacer lo que debo cuando toca.
La libertad está en el compromiso que he adquirido, un vínculo que va más allá de lo que quiero en cada momento o del sentimiento que me genera. Es la forma en la que Dios no sólo me ofrece una felicidad verdadera, sino también un camino al Cielo, una senda maravillosa en la que el Señor, al ver mi debilidad, me ha regalado una mujer que me acompaña y que tira de mí para llegar juntos a esta meta tan deseada donde seremos libres totalmente, pues estaremos junto a Aquel que es Amor y Libertad.
Yo lo tengo claro: ser libre es entregar voluntariamente mi yo para ser “nosotros”. Eso es ser verdaderamente libre. Y esto es ciertamente descansar.
¡Qué bueno es ser libre así! ¡Qué gran descanso es este!
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