Sábado, 21 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

¿Por qué la adopción homosexual no es un derecho?


La institución más saludable para criar a un niño es una familia tradicional: una en la que un padre y una madre viven amorosa y fielmente su vocación como protectores y figuras ejemplares para sus hijos.

La adopción es una institución antigua que encontramos en los registros históricos de muchas civilizaciones. En algunas ocasiones se ha hecho para cuidar de los niños huérfanos o abandonados, en otros casos fue un medio para dar continuidad a una familia que carecía de descendencia. Bajo la influencia del cristianismo se aceptó que la principal razón para adoptar un niño era para beneficio de éste, cuando le faltaban los padres o éstos no podían cumplir con sus obligaciones parentales. También es perfectamente legítimo que cuando una pareja casada considera que pueden criar más hijos que los que tuvieron naturalmente, puede asumir un espíritu de caridad y generosidad para promover el bien de los niños.

Sin embargo, con activistas que hacen campaña a favor de los derechos de adopción para las parejas homosexuales, es el momento de considerar algunas verdades básicas y recordar por qué es justo y crucial que prevengamos que tales “derechos” falsos y destructivos sean codificados en las leyes de nuestros Estados y de nuestra nación.

Un niño es un don gratuito de Dios, por eso no tenemos derecho a este don. Es el Señor el que confiere un niño a una pareja, o por razones que sólo Él conoce les niega este regalo. Esta es la razón por la que una pareja que no recibe el don de los hijos mediante medios naturales no puede utilizar medios artificiales que están en contra de la naturaleza unitiva del matrimonio para obtener un niño. Las tecnologías reproductivas que tratan de “apartar” a un niño de la relación sexual no tratan al niño como lo que realmente es. Más aún, el reconocimiento de los niños como regalos pone de relieve el contexto más adecuado para recibir ese don.

De la misma manera que una pareja no tiene naturalmente derecho a recibir hijos, una pareja que no puede tener hijos no tiene derecho a recibir niños mediante la adopción. Por lo tanto, hablar del “derecho” de todas las parejas a ser tratadas igual en lo que respecta a la adopción es un error, porque no se puede proteger un derecho que no existe. Una pareja que desea adoptar niños tiene que reunir los requisitos objetivos establecidos por la ley natural y la Revelación. Debe demostrar una capacidad para proporcionar un hogar estable para los niños a través de diversas condiciones objetivas. Una pareja que no cumple con estas condiciones, y que en consecuencia no es capaz de adoptar, no debe ser considerada como que sufre una discriminación injusta. Por la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño, el interés superior del niño, en tanto es la parte más débil y más vulnerable, debe ser la consideración primordial en todos los casos.

Debe ser evidente que, de lejos, la institución más saludable para criar a un niño es una familia tradicional: una en la que un padre y una madre viven amorosa y fielmente su vocación como protectores y figuras ejemplares para sus hijos. Ésta es la razón por la cual las agencias de adopción evalúan y certifican cuidadosamente la capacidad moral, psicológica y económica de una pareja para adoptar niños.

Por otro lado, si se permite que una pareja de homosexuales adopte un hijo, entonces se estaría presentando a los niños un modelo no-natural de las relaciones de adultos, modelo que no fomenta el crecimiento psicológico normal y saludable, más bien provocará daño en los niños.

La Congregación para la Doctrina de la Fe afirma que “no existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios para el matrimonio y la familia. El matrimonio es santo, mientras que las relaciones homosexuales contrastan con la ley moral natural”.

Y hablando específicamente sobre la cuestión de si los que tienen relaciones homosexuales pueden ser capaces de criar hijos, la Congregación para la Doctrina de la Fe es muy clara:

Como demuestra la experiencia, la ausencia de la bipolaridad sexual crea obstáculos al desarrollo normal de los niños eventualmente integrados en estas uniones. A éstos les falta la experiencia de la maternidad o de la paternidad. La integración de niños en las uniones homosexuales a través de la adopción significa someterlos de hecho a violencias de distintos órdenes, aprovechándose de la débil condición de los pequeños, para introducirlos en ambientes que no favorecen su pleno desarrollo humano.

Es una grave ofensa, tanto a la libertad religiosa como a la libertad de conciencia, obligar a las organizaciones religiosas de servicio social a violar sus principios y otorgar la custodia de niños inocentes a adultos cuyos valores son radicalmente opuestos a los suyos. Sólo hay dos razones por las que los activistas están tratando de expandir los derechos de adopción a las parejas homosexuales y forzar a todas las agencias de adopción a cumplir con esta regulación: en primer lugar, conceder más legitimidad a las uniones homosexuales en la sociedad, y en segundo lugar, limitar el alcance de los servicios de caridad que las organizaciones religiosas son capaces de realizar en la sociedad.

También estamos especialmente preocupados por la decisión de la Corte Suprema del Estado de Arkansas, dada a conocer el 7 de abril, de derribar una iniciativa impulsada por los votantes y aprobada en el 2008, que prohibía a las parejas no casadas, incluyendo a los homosexuales, la adopción o el ser padre sustituto de niños. La ley había establecido que “un menor no puede ser adoptado o colocado en un hogar sustituto si el individuo que busca adoptar o servir como padre sustituto convive con una pareja sexual fuera del matrimonio que es válido en virtud de la Constitución y las leyes de este Estado”. La ley aclaraba que la prohibición “se aplica por igual a los convivientes de sexos opuestos y a las personas del mismo sexo”. La Corte, al anular la voluntad de los residentes de Arkansas, dijo que la ley deseada era inconstitucional, porque violaba los derechos de privacidad de las posibles parejas adoptantes.

Aquí tenemos la inaceptable situación en la que el llamado derecho a la intimidad aniquila los derechos de los niños a ser criados en un hogar estable por una familia natural. La decisión de la Corte da trágicamente más importancia a los intereses sexuales de los adultos que la protección de los niños. Debe ser evidente que los niños merecen el hogar más seguro y más estable posible. Los votantes de Arkansas sufragaron para garantizar que los niños no se vean privados del mejor ambiente familiar y nuevamente han visto sus deseos rechazados por un pequeño grupo de jueces activistas. Esta tendencia en la política estadounidense es muy preocupante.

Todas las personas de buena voluntad deben oponerse a cualquier propuesta que otorgue legitimidad a la adopción de niños por parejas homosexuales. Esto no sólo da legitimidad a una relación anti-natural, que es el verdadero fin de los activistas que promueven este tipo de leyes, sino que coloca en riesgo a los niños, en aras de una agenda radical y destructiva.

 Monseñor Ignacio Barreiro Carámbula
Presidente provisional de Vida Humana Internacional

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