El negocio del resentimiento
En su libro Cómo ser conservador, Roger Scruton dice cosas muy interesantes sobre el resentimiento. Por ejemplo, que “la desigualdad alimenta el resentimiento, y para que haya armonía social es necesario superar el resentimiento”. Que “el resentimiento ha desempeñado un importante papel en la actitud hacia la desigualdad que hoy prevalece”. Y sobre todo, que “en las circunstancias de la vida moderna, hay una única solución al problema del resentimiento, y esa es la movilidad social. Lo peor que puede hacer el Estado es crear esas trampas (…) que privan a la gente de las motivaciones y aptitudes para mejorar su suerte, y las retienen en un estado de permanente dependencia insatisfecha en un mundo en el que no pueden entrar plenamente”.
Para algunos, el resentimiento es un negocio. ¿Quiénes lucran con él? Seguramente, los partidos de izquierda, pues con intención o sin ella, cuando la izquierda gobierna, lo que casi siempre logra es que los pobres sigan siendo pobres, mínimamente satisfechos.
También lucra el feminismo de género, con la idea de que la mayoría de las mujeres está siendo oprimida por el “heteropatriarcado” -parte del cual paga las cuentas de los movimientos feministas-. Si lo más transgresor que ha logrado el movimiento feminista es que mujeres, en lucha libre o boxeo, sean vencidas por varones que dicen autopercibirse mujeres, el más exitoso de sus logros es que algunas mujeres se autoperciban oprimidas cuando crían a sus hijos o realizan los quehaceres del hogar, pero liberadas cuando trabajan 12 horas al día en empleos que les demandan toda su energía.
Intenciones aparte, no es buen negocio para la izquierda que los pobres dejen de ser pobres: si eso ocurre -salvo excepciones- dejarán de ser izquierdistas. ¿Cuáles son las excepciones? Los que ocupan cargos directivos: los “capitalistas leninistas”.
Para las feministas, tampoco resulta un buen negocio que las mujeres destaquen. Porque si se prueba que pueden hacerlo sin ayuda -hay pruebas abundantes de ello en la historia de la humanidad-, se les cae el discurso. Y con el discurso, cae la excusa para colocar en cargos políticos a feministas ideologizadas que con mucha frecuencia, no representan a las mujeres en general.
¿Cómo combatir el resentimiento? Scruton nos da la respuesta: generando movilidad social. ¿Quiénes? ¿El estado? No. Debemos hacerlo los privados: cada uno de nosotros. ¿Cómo? Procurando ser más generosos con nuestros bienes de lo que exige la ley y la justicia. Procurar vivir mejor ciertas virtudes, puede solucionar grandes problemas sociales…
Otros artículos del autor
- ¿Discurso de odio?
- ¿Cuál es el problema con Luce?
- La dictadura del pensamiento
- «Este es mi cuerpo»: el aborto como «sacramento» de Satanás
- ¿Está mal que un sacerdote intente ser misericordioso?
- De lo útil y lo inútil
- José Gervasio Artigas: gobierno y caridad cristiana
- El argumento religioso provida y profamilia
- ¿Callar o hablar?
- Un proyecto de ley descabellado