Cumple 100 años la obra del Padre Kentenich, preso en Dachau
El movimiento de Schoenstatt: una alianza de amor con la Virgen que los nazis no pudieron eliminar
El movimiento apostólico de Schoenstatt (www.schoenstatt.org) nació en Alemania en los albores de la I Guerra Mundial. Hoy está presente en 42 países sellando una Alianza de Amor con la Virgen para transformar el mundo.
Muchos al ver uno de sus santuarios podrían reconocer inmediatamente que se trata de la obra de Schoenstatt.
Pero, ¿por qué es tan importante esa capilla?, ¿qué hay en ella que atrae desde hace un siglo a personas de todo el mundo?
“Yo no podría concebir mi relación con Dios, y por lo tanto mi forma de ver la realidad y de vivir, sin Schoenstatt”. Así es como define la hermana María Monserrat Osés su experiencia en el movimiento apostólico. Ella es Hermana de María de Schoenstatt. Forma parte desde hace 20 años de esta realidad.
Una alianza con la Virgen
La Virgen es el motor de un movimiento que cumple 100 años de vida. De la mano del padre José Kentenich, su fundador, Ella se eleva como educadora y protectora de sus miembros: “Sellamos una Alianza de Amor con María, tal como sucedió en su inicio, en Octubre de 1914. Por esta Alianza, construimos nuestra vida con María, entregándole nuestra pequeñez como instrumento suyo. Ella desde el Santuario nos regala sus Gracias: Nos acoge, nos educa y nos envía como instrumentos hábiles en sus manos”. Lo explica así la familia Braquehais-Abollado.
El camino en Schoenstatt comienza con esta “Alianza de Amor” con la Virgen. Es una consagración a María en la que se le pide y también se le da: se ofrece la propia vida. “Esta Alianza como forma de unión a Dios a través de María y como forma de vida, es la esencia de nuestro carisma”, explica la hermana María Monserrat. “María es nuestro camino para llegar a Cristo. A ella nos consagramos cada día, cada noche; abandonamos nuestras vidas en sus manos y confiamos en su poder maternal y educador que transforma nuestro corazón acercándolo al corazón de Jesús”, asegura Nacho Braquehais.
En el origen, el padre Kentenich
El padre Joseph Kentenich es el alma mater de este movimiento apostólico nacido en 1914 en Vellendar, en el valle de Schoenstatt. José Kentenich pertenecía a la comunidad de los Padres Palotinos situada en esta localidad alemana. Acompañaba a los jóvenes seminaristas en su discernimiento. En una pequeña capilla de los jardines del seminario, realizó con ellos por primera vez esta consagración a la Virgen.
Kentenich era un hombre que vivió confiado a la protección de la Virgen María. Nació en la localidad alemana de Gymnich, cerca de Colonia. Creció en el seno de una familia sin recursos, sin padre, y su madre se ve obligada a llevarle a un orfanato. En la capilla del hospicio la mujer encomendó a su hijo al cuidado de otra madre, la Virgen María. Nació en ese momento su profundo amor por María, seña de identidad de la que sería su obra.
El mismo día que tomó la Primera Comunión descubrió que quería ser sacerdote e ingresó en el seminario menor de los Padres Palotinos. Fue ordenado en 1910 y se dedicó a la pastoral juvenil. Fundó una congregación mariana con un grupo de seminaristas del seminario menor de los Padres Palotinos situado en el valle de Schoenstatt. En una capilla del jardín del seminario se consagró con estos jóvenes a la Virgen. Es la “Alianza de amor”. Pidieron a la Virgen que les educara y les cuidara y se comprometían a entregarle sus esfuerzos diarios. El padre Kentenich tenía una visión: “formar a un hombre nuevo en una comunidad nueva” con María como educadora.
Las trincheras y las mujeres
Con la I Guerra Mundial, el padre Kentenich se convierte en apoyo de muchos jóvenes llamados al frente. Entre las trincheras, se difunde la obra de Schoenstatt.
Después de la guerra, comienzan a incorporarse las mujeres al movimiento. En 1920 nace la Federación de Mujeres de Schoenstatt y en 1926, con algunas de las primeras mujeres, el padre Kentenich funda el primero de los seis Institutos Seculares que forman parte de la Obra de Schoenstatt: las Hermanas de María de Schoenstatt.
En el campo nazi de Dachau
El "hombre nuevo" de Schoenstatt no encajaba con el "hombre nuevo" del nacional-socialismo. Los nazis consideraban peligroso al grupo y su fundador porque el padre Kentenich criticaba la despersonalización y la sustitución del sentimiento religioso por una concepción racista y supremacista.
Tras un retiro, el fundador fue hecho prisionero en Koblenza en el año de 1941, y posteriormente, enviado al campo de concentración de Dachau.
[Allí los nazis concentraron a 2.580 clérigos católicos, de los que murieron 868. El grupo más numeroso de clérigos era el de los polacos 1.780- pero el segundo más numeroso, al que pertenecía Kentenich, era el de los alemanes y austriacos, 447 compatriotas que no aceptaban el nazismo. Nota de ReL].
Con Kentenich en Dachau estaban dos jóvenes del movimiento de Schoenstatt que hoy son beatos de la Iglesia Católica. “Tú, pobre Europa, vuelve a tu Señor Jesucristo” era la oración de Karl Leisner, que murió en el campo y es el único sacerdote ordenado en un campo de exterminio. Fue beatificado por Juan Pablo II el 23 de junio de 1996.
También allí Gerhard Hirschfelder sufrió el martirio. Formó parte del primer grupo de sacerdotes de Schoenstatt en Dachau. Se le consideró peligroso porque alejaba de las filas nazis a muchos jóvenes y denunciaba el sinsentido de su ideología. En el campo de exterminio le dejaron morir de hambre. Pasó al catálogo de beatos de la Iglesia Católica el 19 de septiembre de 2010.
La guía espiritual desde Dachau
Kentenich permaneció preso hasta 1945. Pero lejos de apagarse, la luz de Schoenstatt brilló con más fuerza en medio de la oscuridad más absoluta. Escribe textos pedagógicos, ascéticos, teológicos que muestran la libertad interior plena, la fe en un dios providente y la dignidad de un hombre que conoce el sentido de su vida.
En el campo de concentración el padre Kentenich dio consuelo y guía espiritual a cuantos se la pidieron. Junto con otros prisioneros del campo, fundó el Instituto de los Hermanos de María y el Instituto de las Familias de Schoenstatt. Con sacerdotes de diversas nacionalidades fundó allí mismo en Dachau la llamada Internacional de Schoenstatt en 1944, antecedente del actualmente llamado Movimiento Apostólico de Schoenstatt.
Tras la guerra, el mundo
Después de salir del campo de concentración, comprendió que debía extender su obra por todo el mundo. Entre 1947 y 1952 Schoenstatt ya llega a Sudáfrica, América Latina y EEUU.
Una de las experiencias más duras de la vida de Kentenich fue la de ser apartado de su propia obra. En los años previos al Concilio Vaticano II no se comprendió bien su método pedagógico por considerarlo poco tradicional.
Se ordenó al padre Kentenich alejarse de su propia obra. Vivió en Estados Unidos con los padres Palotinos durante los siguientes 14 años.
El Papa Pablo VI en 1965 le recibió en audiencia y le reivindicó como fundador de Schoenstatt. Volvió a Alemania y siguió su actividad pastoral hasta el 15 de septiembre de 1968 cuando falleció repentinamente de un paro cardiaco tras celebrar misa. En 1975 se inició su proceso de canonización.
Schoenstatt en España
A España el movimiento llega el 4 de octubre de 1961 de la mano de las dos primeras Hermanas de María. En 1962 llegan dos Hermanas más a la parroquia alemana. En 1964 llega una hermana más a Barcelona. Los comienzos fueron difíciles puesto que costó un poco que una espiritualidad alemana calara en España. Por eso necesitaban un santuario, para transmitir con la vida la espiritualidad de Schoenstatt.
El primer Santuario se consagró en Pozuelo de Alarcón, en Madrid, el 18 de octubre de 1969. La familia fue creciendo poco a poco en ambas ciudades y en 1997 se consagró el Santuario de Barcelona.
El mismo santuario en todo el mundo.
El movimiento tiene una curiosa particularidad: todos los santuarios son iguales, todos ellos son una réplica del original alemán. “La capilla es cuna de santidad”, decía el padre Kentenich. La hermana María Monserrat dice que sin el santuario es imposible “entender la espiritualidad de Schoenstatt y crecer en ella” porque “lo que es absolutamente distintivo es que nuestro Movimiento nace y se desarrolla en torno a un Santuario Mariano”.
La familia Braquehais-Abollado añade: “al ser todos iguales nos sentimos cobijados como en casa y vinculados de manera singular a la primera Alianza de 1914, en el Santuario original”.
Reuniones en casas
Laicos, jóvenes, familias, consagrados, consagradas, religiosas y sacerdotes forman parte de la gran familia de Schoenstatt. Cada comunidad se suele organizar en grupos que se reúnen, bien en centros de espiritualidad cercanos al Santuario, o en casa de alguna familia, el llamado “Santuario Hogar”. Y
es precisamente la familia un componente inseparable del movimiento porque “Schoenstatt es una familia y las familias encarnan el ideal para el que Schoenstatt está llamado”, explica Silvia Abollado.
“María entra a formar parte de nuestros hogares a través del Santuario Hogar, donde gira la vida espiritual de la familia. Así se concreta para nosotros la idea de la familia como Iglesia doméstica”, concluye su marido, Nacho Braquehais.
Y como protagonista, educadora e intercesora está la Virgen María que acoge al peregrino que llega a cada uno de los 200 santuarios extendidos por los cinco continentes. La Madre es la que transforma el corazón para hacerlo más semejante al de Cristo. Es un secreto a voces que salió de un pequeño valle en Alemania. Concluye la hermana María Monserrat “Ella es el camino más rápido y seguro para llegar a Dios”.
Muchos al ver uno de sus santuarios podrían reconocer inmediatamente que se trata de la obra de Schoenstatt.
Pero, ¿por qué es tan importante esa capilla?, ¿qué hay en ella que atrae desde hace un siglo a personas de todo el mundo?
“Yo no podría concebir mi relación con Dios, y por lo tanto mi forma de ver la realidad y de vivir, sin Schoenstatt”. Así es como define la hermana María Monserrat Osés su experiencia en el movimiento apostólico. Ella es Hermana de María de Schoenstatt. Forma parte desde hace 20 años de esta realidad.
Una alianza con la Virgen
La Virgen es el motor de un movimiento que cumple 100 años de vida. De la mano del padre José Kentenich, su fundador, Ella se eleva como educadora y protectora de sus miembros: “Sellamos una Alianza de Amor con María, tal como sucedió en su inicio, en Octubre de 1914. Por esta Alianza, construimos nuestra vida con María, entregándole nuestra pequeñez como instrumento suyo. Ella desde el Santuario nos regala sus Gracias: Nos acoge, nos educa y nos envía como instrumentos hábiles en sus manos”. Lo explica así la familia Braquehais-Abollado.
El camino en Schoenstatt comienza con esta “Alianza de Amor” con la Virgen. Es una consagración a María en la que se le pide y también se le da: se ofrece la propia vida. “Esta Alianza como forma de unión a Dios a través de María y como forma de vida, es la esencia de nuestro carisma”, explica la hermana María Monserrat. “María es nuestro camino para llegar a Cristo. A ella nos consagramos cada día, cada noche; abandonamos nuestras vidas en sus manos y confiamos en su poder maternal y educador que transforma nuestro corazón acercándolo al corazón de Jesús”, asegura Nacho Braquehais.
En el origen, el padre Kentenich
El padre Joseph Kentenich es el alma mater de este movimiento apostólico nacido en 1914 en Vellendar, en el valle de Schoenstatt. José Kentenich pertenecía a la comunidad de los Padres Palotinos situada en esta localidad alemana. Acompañaba a los jóvenes seminaristas en su discernimiento. En una pequeña capilla de los jardines del seminario, realizó con ellos por primera vez esta consagración a la Virgen.
Kentenich era un hombre que vivió confiado a la protección de la Virgen María. Nació en la localidad alemana de Gymnich, cerca de Colonia. Creció en el seno de una familia sin recursos, sin padre, y su madre se ve obligada a llevarle a un orfanato. En la capilla del hospicio la mujer encomendó a su hijo al cuidado de otra madre, la Virgen María. Nació en ese momento su profundo amor por María, seña de identidad de la que sería su obra.
El mismo día que tomó la Primera Comunión descubrió que quería ser sacerdote e ingresó en el seminario menor de los Padres Palotinos. Fue ordenado en 1910 y se dedicó a la pastoral juvenil. Fundó una congregación mariana con un grupo de seminaristas del seminario menor de los Padres Palotinos situado en el valle de Schoenstatt. En una capilla del jardín del seminario se consagró con estos jóvenes a la Virgen. Es la “Alianza de amor”. Pidieron a la Virgen que les educara y les cuidara y se comprometían a entregarle sus esfuerzos diarios. El padre Kentenich tenía una visión: “formar a un hombre nuevo en una comunidad nueva” con María como educadora.
Las trincheras y las mujeres
Con la I Guerra Mundial, el padre Kentenich se convierte en apoyo de muchos jóvenes llamados al frente. Entre las trincheras, se difunde la obra de Schoenstatt.
Después de la guerra, comienzan a incorporarse las mujeres al movimiento. En 1920 nace la Federación de Mujeres de Schoenstatt y en 1926, con algunas de las primeras mujeres, el padre Kentenich funda el primero de los seis Institutos Seculares que forman parte de la Obra de Schoenstatt: las Hermanas de María de Schoenstatt.
En el campo nazi de Dachau
El "hombre nuevo" de Schoenstatt no encajaba con el "hombre nuevo" del nacional-socialismo. Los nazis consideraban peligroso al grupo y su fundador porque el padre Kentenich criticaba la despersonalización y la sustitución del sentimiento religioso por una concepción racista y supremacista.
Tras un retiro, el fundador fue hecho prisionero en Koblenza en el año de 1941, y posteriormente, enviado al campo de concentración de Dachau.
[Allí los nazis concentraron a 2.580 clérigos católicos, de los que murieron 868. El grupo más numeroso de clérigos era el de los polacos 1.780- pero el segundo más numeroso, al que pertenecía Kentenich, era el de los alemanes y austriacos, 447 compatriotas que no aceptaban el nazismo. Nota de ReL].
Con Kentenich en Dachau estaban dos jóvenes del movimiento de Schoenstatt que hoy son beatos de la Iglesia Católica. “Tú, pobre Europa, vuelve a tu Señor Jesucristo” era la oración de Karl Leisner, que murió en el campo y es el único sacerdote ordenado en un campo de exterminio. Fue beatificado por Juan Pablo II el 23 de junio de 1996.
También allí Gerhard Hirschfelder sufrió el martirio. Formó parte del primer grupo de sacerdotes de Schoenstatt en Dachau. Se le consideró peligroso porque alejaba de las filas nazis a muchos jóvenes y denunciaba el sinsentido de su ideología. En el campo de exterminio le dejaron morir de hambre. Pasó al catálogo de beatos de la Iglesia Católica el 19 de septiembre de 2010.
La guía espiritual desde Dachau
Kentenich permaneció preso hasta 1945. Pero lejos de apagarse, la luz de Schoenstatt brilló con más fuerza en medio de la oscuridad más absoluta. Escribe textos pedagógicos, ascéticos, teológicos que muestran la libertad interior plena, la fe en un dios providente y la dignidad de un hombre que conoce el sentido de su vida.
En el campo de concentración el padre Kentenich dio consuelo y guía espiritual a cuantos se la pidieron. Junto con otros prisioneros del campo, fundó el Instituto de los Hermanos de María y el Instituto de las Familias de Schoenstatt. Con sacerdotes de diversas nacionalidades fundó allí mismo en Dachau la llamada Internacional de Schoenstatt en 1944, antecedente del actualmente llamado Movimiento Apostólico de Schoenstatt.
Tras la guerra, el mundo
Después de salir del campo de concentración, comprendió que debía extender su obra por todo el mundo. Entre 1947 y 1952 Schoenstatt ya llega a Sudáfrica, América Latina y EEUU.
Una de las experiencias más duras de la vida de Kentenich fue la de ser apartado de su propia obra. En los años previos al Concilio Vaticano II no se comprendió bien su método pedagógico por considerarlo poco tradicional.
Se ordenó al padre Kentenich alejarse de su propia obra. Vivió en Estados Unidos con los padres Palotinos durante los siguientes 14 años.
El Papa Pablo VI en 1965 le recibió en audiencia y le reivindicó como fundador de Schoenstatt. Volvió a Alemania y siguió su actividad pastoral hasta el 15 de septiembre de 1968 cuando falleció repentinamente de un paro cardiaco tras celebrar misa. En 1975 se inició su proceso de canonización.
Schoenstatt en España
A España el movimiento llega el 4 de octubre de 1961 de la mano de las dos primeras Hermanas de María. En 1962 llegan dos Hermanas más a la parroquia alemana. En 1964 llega una hermana más a Barcelona. Los comienzos fueron difíciles puesto que costó un poco que una espiritualidad alemana calara en España. Por eso necesitaban un santuario, para transmitir con la vida la espiritualidad de Schoenstatt.
El primer Santuario se consagró en Pozuelo de Alarcón, en Madrid, el 18 de octubre de 1969. La familia fue creciendo poco a poco en ambas ciudades y en 1997 se consagró el Santuario de Barcelona.
El mismo santuario en todo el mundo.
El movimiento tiene una curiosa particularidad: todos los santuarios son iguales, todos ellos son una réplica del original alemán. “La capilla es cuna de santidad”, decía el padre Kentenich. La hermana María Monserrat dice que sin el santuario es imposible “entender la espiritualidad de Schoenstatt y crecer en ella” porque “lo que es absolutamente distintivo es que nuestro Movimiento nace y se desarrolla en torno a un Santuario Mariano”.
La familia Braquehais-Abollado añade: “al ser todos iguales nos sentimos cobijados como en casa y vinculados de manera singular a la primera Alianza de 1914, en el Santuario original”.
Reuniones en casas
Laicos, jóvenes, familias, consagrados, consagradas, religiosas y sacerdotes forman parte de la gran familia de Schoenstatt. Cada comunidad se suele organizar en grupos que se reúnen, bien en centros de espiritualidad cercanos al Santuario, o en casa de alguna familia, el llamado “Santuario Hogar”. Y
es precisamente la familia un componente inseparable del movimiento porque “Schoenstatt es una familia y las familias encarnan el ideal para el que Schoenstatt está llamado”, explica Silvia Abollado.
“María entra a formar parte de nuestros hogares a través del Santuario Hogar, donde gira la vida espiritual de la familia. Así se concreta para nosotros la idea de la familia como Iglesia doméstica”, concluye su marido, Nacho Braquehais.
Y como protagonista, educadora e intercesora está la Virgen María que acoge al peregrino que llega a cada uno de los 200 santuarios extendidos por los cinco continentes. La Madre es la que transforma el corazón para hacerlo más semejante al de Cristo. Es un secreto a voces que salió de un pequeño valle en Alemania. Concluye la hermana María Monserrat “Ella es el camino más rápido y seguro para llegar a Dios”.
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