Iniciador del Camino Neocatecumenal
Kiko Argüello: «Queremos ayudar a las personas a descubrir la belleza de ser cristianos»
El Iniciador del Camino Neocatecumenal está como auditor del Sínodo para la Nueva Evangelización para dar su testimonio sobre como ayudar a a "madurar una fe adulta en medio de la desertización espiritual".
Con “gran alegría” Benedicto XVI inauguró el Año de la Fe. Entre los asistentes al Sínodo de la nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana, Kiko Argüello, iniciador del Camino Neocatecumenal, cuyo carisma, desde hace más de cuarenta años, es hacer madurar una fe adulta en medio de la “desertización espiritual” que ha caracterizado los últimos decenios de la humanidad.
Al término de la Santa Misa, Francisco José Gómez Argüello Wirtz, auditor nombrado por el Papa para asistir a este Sínodo, más familiarmente conocido como Kiko, ha concedido una breve entrevista a ZENIT.
- En la primera congregación del Sínodo, se ha prestado gran atención a los movimientos y realidades eclesiales, señalados como gracia del Espíritu Santo que dan nueva energía a la Iglesia. El cardenal Wuerl, entre ellos, ha citado a Comunión y Liberación, el Opus Dei y el Camino Neocatecumenal. ¿Qué efecto le han hecho estas palabras?
- Ha sido bellísimo! Surgimos tras el Concilio Vaticano II para ayudar a la Iglesia y me siento contento de que esto se reconozca. Hemos querido introducir en la Iglesia un camino de fe, porque solo una fe adulta puede responder a las situaciones actuales de secularización que se dan en muchas partes del mundo. También ayer, durante los trabajos de los Círculos Menores del Sínodo, durante la quinta Congregación, uno de los relatores, monseñor Ricardo Blázquez Pérez, arzobispo de Valladolid, habló del Camino Neocatecumental, y dijo estar convencido de que sea una de las respuestas, tras el Concilio, a los problemas de la Iglesia.
Esto no significa que queramos sustituir a la Iglesia o que seamos la única expresión eclesial y religiosa válida. Más bien somos solo servidores humildes que se ponen al servicio de la Iglesia, para ayudar a las personas a descubrir la belleza de ser cristianos. Porque es algo enorme: ser hijos de Dios, unidos, que se aman los unos a los otros. ¡Es fantástico de verdad!
- ¿Se puede afirmar por tanto que, en cierto sentido, el Camino Neocatecumenal ha hecho realidad las promesas del Concilio Vaticano II?
- Sí, las está haciendo realidad, a pesar de nosotros y de nuestros pecados. Laicos que evangelizan, familias en misión, miles de vocaciones. Este año hemos abierto diez nuevos seminarios, entre ellos uno en India y otro en Río de Janeiro. Nosotros mismos estamos verdaderamente sorprendidos de los frutos que seguimos viendo, porque no es absolutamente obra nuestra.
Cuando pido familias para ir en misión por el mundo, no es ciertamente poder mío que se levanten tres mil. O como sucedió el pasado verano en Madrid, que pedí sacerdotes para China y cinco mil jóvenes se sintieron dispuestos... Es algo hermosísimo. Somos de verdad espectadores de las obras del Espíritu Santo.
- Últimamente se habla de una publicación suya que está apunto de salir. ¿Es verdad?
- Sí. Es un pequeño volumen que saldrá quizá con motivo de la clausura de los trabajos sinodales, donde hemos tratado de poner por escrito el kerygma anunciado en los encuentros de Nápoles, Budapest, Milán y Trieste de este año. Es el kerygma de los tres ángeles que, en mi opinión, es una catequesis muy importante para la antropología de hoy, que ha perdido su contenido profundo. Se puede decir que es un libro para la Nueva Evangelización, y creemos importante transmitir este anuncio que vuelve a dar sentido a la pregunta “¿por qué evangelizar?”.
- El Santo Padre ha abierto, hace poco, un tiempo de gracia para la Iglesia de hoy: el Año de la Fe. ¿Que augura para este año?
- Espero que se pueda redescubrir la belleza de la Fe. Aquella Fe que nos da la naturaleza de Dios y cura profundamente el ser del hombre que ha sido herido por el pecado original. El hombre, separándose de Dios, se hace esclavo del no ser, las consecuencias son evidentes: la cantidad de mujeres que son asesinadas, los suicidios continuos en todas partes, y podría seguir. Cuando un hombre descubre que “no es”, decide matarse. La Iglesia, por tanto, en este año debe hacer redescubrir la palabra de salvación para los hombres: que Cristo ha venido para darles vida, para dar “el ser del Espíritu Santo”.