De más de 70 nacionalidades
Más de 80.000 jóvenes convierten Medjugorje en una mini JMJ dedicada a la oración
Y más de 500 sacerdotes concelebrando, otros 300 confesando buena parte del día... y muchas conversiones. Es Medjugorje, una parroquia muy viva.
Hagamos un experimento social vestido de crónica, como si de un reality show se tratara. Imaginemos que nos sentamos en nuestro sofá, ante el televisor, y nos dedicamos a contemplar un experimento que consiste en coger a unas 80.000 personas y enviarlas a un viaje muy, muy largo, en el que la mayoría de ellas tendrán que recorrer miles de kilómetros hacia una insignificante aldea de Bosnia y Herzegovina.
Unos Ejercicios Espirituales...
Pongamos cámaras en sus autobuses, en sus aviones, en sus coches, y observemos sus caras y gestos, sus horas de sueño, de cansancio, de paradas en gasolineras. Traigámosles a todos ellos por tierra, mar y aire, atravesando fronteras y aduanas, puertos, caminos y carreteras, y démosles no una casa tipo Gran Hermano, ni una playa, ni un complejo vacacional con SPA, campo de golf o bolera. No. Metámoslos a todos en una iglesia. En una parroquia de pueblo y démosles cinco días de oración intensa. A saber: Seis horas de oración comunitaria cada uno de esos días, entre las que encontramos el rezo del rosario, la celebración de la Eucaristía, una hora de adoración cada noche.
Sigamos observando y viendo que nuestros concursantes vienen de cualquier lugar de la Tierra. Salpiquemos ahora su día a día con canciones y bailes para desengrasar a los más jóvenes y para animar a los más mayores.
Muchas realidades de la Iglesia
Pongamos ahora que entre todas estas personas se hacen presentes innumerables movimientos y realidades de la Iglesia: Religiosos, monjas, neocatecumenales, carismáticos, focolares, Opus Dei, Movimiento de Schoesnnttat, Laicos del Cordero, Comunión y Liberación, Milicia de Santa María… y veamos también que en nuestro experimento tenemos personas de cualquier estado de vida: consagrados, célibes, casados, novios, solteros... También sencillos fieles de una parroquia pongamos que de Ucrania y de otra de Chamberí, mezclados con los coreanos que se pasan el día de rodillas y con los mexicanos, que lo hacen cantando alabanzas a Dios como si no existiera mañana.
Testimonios de conversión
Pongamos ahora ante ellos, durante todo el día, numerosos testimonios de conversión, fe o vocación, tan diferentes en sus orígenes como comunes en su fin: Cristo en la Iglesia Católica.
Después de reunirles a todos, pintémosles una sonrisa en la cara que les de la vuelta a la cabeza, un brillo en los ojos que refleje la luz interior de algo sorprendente que están viviendo y compartiendo, y un entusiasmo que les capacita para sobreponerse a los 40 grados que hace al sol durante buena parte del día. Démosles fuerza y una linterna para, por las noches, subir al monte a orar bajo la luz de las estrellas, y pongámosles el despertador prontito, para volver en torno a la iglesia a vivir una jornada interminable de testimonio cristiano, oración y celebración. Ahora nos saltamos la parte de las nominaciones. Aquí no se echa a nadie, solo se acoge con las puertas abiertas.
Festival de Jóvenes de Medjugorje
Una vez hecha la mezcla, apaguemos el televisor virtual y empecemos a leer este artículo como una crónica auténtica del Festival de Jóvenes de Medjugorje, posiblemente la mejor muestra de que dispone hoy la Iglesia para contarle al mundo qué es y cómo se vive en ella. Tal experimento no es una ficción, sino una realidad de la Iglesia, que se repite cada año durante los primeros cinco días de agosto, tan cotizados entre los más jóvenes a la hora de planear unas vacaciones.
¿Cómo han conseguido en Medjugorje que cada primera semana de agosto su parroquia se quede pequeña ante la avalancha de peregrinos que la toman a golpe de rosario y oración? Cuando uno se pasea estos días por Medjugorje, se da cuenta de la sencillez de sus gentes a la hora de vivir las cosas de Dios.
¿El secreto? Oración y sacramentos
La clave es que le han dado la primacía de su vida diaria a la oración y los sacramentos. Aquí se palpa la autenticidad de una parroquia formada por unos fieles que se saben bendecidos y que, agradecidos, le devuelven a Dios el don recibido transformando en amor cada celebración, cada rito, cada oración, cada detalle, cada gesto con los peregrinos, en una mezcla incomparable de respeto por la liturgia con la alegría desbordada por celebrar, ante miles de jóvenes de todo el mundo que llegan a su pueblo, la Buena Noticia del Evangelio.
Una Iglesia alegre cuya fe no es de museo
Ellos nos enseñan que no por vieja ha de ser triste, como parece en tantas parroquias y diócesis de la moribunda Europa. En este festival, el Evangelio se muestra absolutamente nuevo, siendo un escaparate de Nueva Evangelización mediante el que los peregrinos le cuenten al mundo que la suya no es una fe de museo, que Cristo no es una momia, que verdaderamente ha resucitado y que no está muerto. Que la fe católica es una fe de vida moderna, de vida callejera, para ser gastada en la calle, en medio del mundo.
Todo ocurre en una parroquia de Bosnia
Todo esto que ocurre en esta parroquia de Medjugorje no es fruto de la casualidad. Esta parroquia y sus feligreses han sido preparados durante décadas para acoger en su seno a miles de peregrinos de toda la Tierra y contarles: “Mira, esta es mi Iglesia, aquí vive Cristo, que se te quiere dar a través de la alegre Eucaristía, que se te ofrece en el perdón, que no te condena, solo te espera, te perdona y te consuela”.
El cardenal Schönborn, anfitrión
A los peregrinos reunidos en esta ocasión los saludó el Cardenal Arzobispo de Viena, Christoph Schönborn, mediante un comunicado leído en la ceremonia de apertura del Festival: “Para los innumerables jóvenes que han venido hoy a Medjugorje os envío mi cordial saludo y bendiciones. Me llena de alegría y admiración que toméis la molestia de venir a este lugar tan caluroso y aislado, donde uno no se espera una playa o una piscina, pero donde una Madre está esperándote: la Virgen María, a quien cada uno de vosotros conoce y ama. Me gustaría que experimentaseis la cercanía amorosa de la Virgen y la alegría de la reconciliación en el Sacramento de la Penitencia. Es un tiempo maravilloso de comunión en la Iglesia, que está viva y nos da un hogar”.
Han pasado 23 años desde la primera edición
Si la primera edición del Festival se celebró en 1989, con la asistencia de una treintena de jóvenes de la parroquia y un puñado de frailes, este año 2012, en su edición número 23, han participado más de 80.000 peregrinos de setenta países.
Los testimonios y oraciones han sido traducidos, vía FM, a 23 lenguas diferentes -entre ellas el ruso, el árabe o el chino-, a través del servicio de traducción simultánea de la parroquia.
Alguna de las celebraciones eucarísticas ha sido concelebrada por 593 sacerdotes, y el número de presbíteros celebrando el Sacramento del Perdón simultáneamente en los aledaños de la parroquia, han superado los 300 durante varias horas de cada día de celebración, dando a Medjugorje el nombre por el que en tantos sitios se conoce: El Confesionario del Mundo.
Una mini JMJ anual y en un pueblo
Para los amantes de las cifras y las estadísticas, todos estos datos convierten al Festival de Medjugorje en un acontecimiento anual sin parangón en la vida de la Iglesia. Algunos peregrinos lo definen ya como “una mini JMJ” de carácter anual y en un pueblo.
Sin embargo, lo más importante de este acontecimiento no son los records, ni los números, ni las cifras, sino cada una de las almas reunidas en torno al altar de una parroquia, que han vivido con asombro la alegría de una Eucaristía Viva, de una Comunidad Viva, de una Palabra que se hace vida para ser llevada por ellos, testigos de lo vivido, a sus lugares de origen, a sus comunidades, a sus casas, a sus parroquias, difuminadas y repartidas por toda la faz de la tierra, reconstruyendo -como en tiempos de San Francisco-, una Iglesia que en tantos lugares languidece por momentos y que pide a voces esa Nueva Evangelización para la que Medjugorje parece ser el plan pastoral diseñado por Dios.
Encuentro con Cristo y la Virgen
Este año a sido el que más peregrinos españoles han asistido al Festival, más de mil. Entre ellos Álvaro, un profesor madrileño de 27 años, quien explica que algunos de los peregrinos van “a ver milagros, pero la mayoría venimos a hacer que ocurran”. Ante lo sorprendente de su afirmación, parece tener muy claro cómo conseguirlo: “Simplemente hay que hacer caso a la Virgen María. Orar, orar y orar”. Álvaro ya es la tercera vez que participa en el Festival, y explica que lo que vive aquí es “la presencia de una mano que no me suelta, que me empuja a profundizar y crecer en mi fe; y la riqueza de la Iglesia, a través de los sacramentos y el testimonio de los santos”.
Álvaro llegó a Medjugorje desde Madrid acompañado de otros doscientos peregrinos que hicieron el viaje en autobús. Cuatro días de carretera y durmiendo en tiendas de campaña que hicieron de su viaje una auténtica peregrinación. Entre sus acompañantes venía Cristina, también de Madrid, quien confiesa haber hecho una peregrinación tan complicada por una razón muy sencilla: “Porque la Virgen María me quiere hacer feliz”.
Para ella, “Medjugorje es un viaje al amor de Dios en donde ‘aprendes’ a amar la Eucaristía, la Adoración y la Oración. Pero también es un viaje a la oscuridad del alma, en el que la Virgen María bucea por la profundidad de tu corazón para llevarte a la verdadera felicidad, que es Jesucristo. En Medjugorje recibes el don de perdonarte a ti mismo, de dejarte perdonar por el Señor y de perdonar a los demás. Cuando regresas de allí te das cuenta de que amas y eres amado”.
Raquel es consultora informática y esta es su cuarta peregrinación al Festival de Jóvenes de Medjugorje. Nos cuenta que vino por primera vez “en 2009, a vivir una aventura, para sorprenderme, sin saber realmente lo que era esto, y realmente me sorprendió. Aquí he sentido la auténtica Paz y el Amor, como en ningún otro lugar he encontrado. En Medjugorje descubrí la existencia y la presencia de la Virgen María en nuestras vidas, y en 2010 recibí una gracia para cambiar mi vida y, desde entonces, gracias a María, tengo más Paz y Amor que en toda mi vida. Soy muy feliz”.
Antonio se ha embarcado en el Festival con su mujer y tres de sus hijas. Él ya lo conoce y repite “respondiendo a una llamada. Hace muchos años que la Virgen nos llamó a visitar este lugar y esta es la tercera vez que venimos. Aquí he vivido a la Iglesia como Madre que me ama y me cuida. Como madre que me invita a la oración y a la conversión y que de la mano de María, cada día me lleva hasta su Hijo”.
Apaguemos ahora el televisor virtual y sigamos con nuestra vida como si no hubiese pasado nada. O démosle la vuelta, como si todo estuviera por pasar.