Camino Neocatacumenal
Kiko Argüello: «Los paganos nos miran sorprendidos porque les llama la atención cómo nos amamos»
Laicos, sacerdotes, familias viven en este itinerario de renovación bautismal la vocación misionera de evangelizar por todo el mundo.
Viven como misioneros en una de las ciudades más frías del mundo desde hace cuatro años. Juan y Cecilia, de Barcelona y Madrid, respectivamente, residen en Barnaul, en la estepa siberiana. Acompañados de sus seis hijos (uno de ellos con Síndrome de Down) dejaron su acomodada vida en España para mostrar en Rusia cómo es una familia cristiana. En eso consiste su misión. Pero, ¿qué les llevó a hacerlo? Estos dos jóvenes pertenecen al Camino Neocatecumenal, una iniciación cristiana de adultos para formarse y madurar en la fe. “Si no hubiera sido porque nuestros padres escucharon hace ya casi cuarenta años las catequesis del Camino que se impartían en sus parroquias, nosotros hoy no estaríamos aquí”, explica Juan. La vida de ambos ha estado siempre ligada a esta realidad eclesial que recupera el itinerario que realizaban los primeros cristianos para madurar su fe.
En la Iglesia antigua, el catecumenado era recorrido por todo el que deseaba ser cristiano y bautizarse. Sin embargo, con el paso de los años la Iglesia percibió que esta iniciación no era tan necesaria debido a la expansión del cristianismo gracias, en parte, a la transmisión de la fe de padres a hijos. Pero ahora esta circunstancia ha vuelto a cambiar por el proceso actual de secularización que ha llevado a mucha gente a vivir su fe de manera superficial o, incluso, a alejarse de la Iglesia. Una de las respuestas del Concilio Vaticano II a esta nueva situación fue restaurar el catecumenado según los elementos rituales del Ordo initiationis christianae adultorum (OICA) aprobado en 1972.
Una comunidad de pobres
De forma paralela, en Madrid, comenzó a gestarse una nueva experiencia que desembocaría más tarde en el Neocatecumenado cuyos iniciado- res son los españoles Kiko Argüello y Carmen Hernández. Él, pintor de éxito en los años cincuenta y sesenta, tras sufrir una grave crisis existencial acudió a vivir junto a los pobres y gitanos del barrio madrileño de Palomeras Altas en 1964. En ellos descubrió a Cristo crucificado y comenzó a hablarles de Dios junto a Carmen Hernández. Se formó entonces una comunidad de personas que se reunían para escuchar la Palabra de Dios y que comenzaban a tener una respuesta concreta de la existencia de Dios en sus vidas. Tiempo más tarde, la Iglesia vería en el Neocatecumenado la oportunidad propicia para recuperar la iniciación cristiana de adultos que en los primeros siglos de cristianismo había dado tantos frutos.
Así, el Camino Neocatecumenal es un instrumento al servicio del obispo para desarrollar en las parroquias una iniciación que ayuda a las personas a descubrir qué es ser cristiano. Se propone, sobre todo a las personas ya bautizadas que no han recibido suficiente formación, y a los alejados de la Iglesia, con la particularidad de que no es un movimiento, ni una congregación, ni una asociación. Fue aprobado de forma definitiva por la Santa Sede en el 2008, y tanto Pablo vi como Juan Pablo ii y Benedicto xvi lo han conocido en profundidad.
El Camino comienza en las parroquias con unas catequesis iniciales que concluyen con la formación de una comunidad. Comienza entonces un itinerario articulado en las tres fases de la iniciación cristiana: Precatecumenado, Catecumenado y Elección, divididas a su vez por etapas. De esta forma los catequistas, enviados por el obispo, guían a la comunidad en comunión con el párroco y la ayudan a profundizar en la fe teniendo como base los tres elementos fundamentales de la vida cristiana: Palabra de Dios, Liturgia y Comunidad. Al final del itinerario, los neocatecúmenos renuevan de forma solemne las promesas bautismales y comienzan un proceso de educación permanente de la fe.
Los frutos de este itinerario postbautismal no se han hecho esperar. La renovación de las parroquias a través del Neocatecumenado ha suscitado un sorprendente impulso misionero que ha hecho que muchos catequistas y familias al completo estén dispuestos a ir a evangelizar a cualquier parte, como en el caso de Juan y Cecilia en Siberia, o de Jorge y Bárbara, que han estado 22 años anunciando a Cristo en su propio país, Chile. Misioneros son también los 86 seminarios diocesanos Redemptoris Mater diseminados por todo el mundo y que forman sacerdotes para la Nueva Evangelización. Otros frutos son las cuatro mil chicas que han abrazado la vida religiosa, las comunidades en misión y la llamada Missio ad Gentes, llevada adelante por familias que, acompañadas de un sacerdote, evangelizan zonas secularizadas haciendo presente una comunidad cristiana.
Argüello destaca que “uno de los dones más grandes que ha recibido el Camino de la Santa Virgen María es que nos ha inspirado para formar comunidades cristianas como la Sagrada Familia, donde vivir nuestra fe en humil- dad, sencillez y alabanza; donde el otro es Cristo”. “La comunidad es como un espejo que te pone frente a tu estatura de fe, puesto que siempre verifica la dificultad para amar al otro cuando es molesto y nos destruye”, aclara. Gracias a la Nueva Evangelización que promueve esta realidad eclesial “los paganos nos miran sorprendidos, porque les llama la atención cómo nos relacionamos entre nosotros y cómo nos amamos. Esta relación es fruto del Espíritu Santo”, subraya Argüello.
Entre dos papas
La primera vez que Juan Pablo ii recibió en privado a los iniciadores del Camino en 1979, el Pontífice les contó que pensando en ellos había visto ante sí "ateísmo, bautismo y catecumenado". En 1990, describió el Camino como un “itinerario de formación católica, válido para la sociedad y para los tiempos de hoy” y pidió al episcopado que valorase y ayudase "a esta obra para la Nueva Evangelización". Por su parte, Benedicto xvi conoció el Camino siendo cardenal y profesor en Ratisbona, y lo inició en Alemania. En enero del 2011, el Papa afirmó que “la Iglesia ha reconocido en el Camino un don particular sus- citado por el Espíritu Santo”, que “ayuda a saborear la vida divina, la vida celeste”.
Una sinfonía que evangeliza
Durante su experiencia entre los más pobres, Argüello vio la necesidad de componer cantos para hacer más comprensible la Palabra de Dios. Después de 40 años de Neocatecumenado, son muchos los cantos que ha compuesto basados en las Escrituras. Recientemente, el iniciador del Camino ha compuesto una sinfonía interpretada por 170 jóvenes músicos de las comunidades. Esta sinfonía catequética está basada en el sufrimiento de los inocentes y, en concreto, en el de la Virgen María al pie de la Cruz.
Nueva estética
La necesidad de que las estructuras de la Iglesia se renueven ha llevado a Argüello a idear una nueva estética siguiendo el espíritu del Concilio Vaticano II con espacios modernos que favorezcan la vida de fe y ayuden al hombre a sentirse amado. “Hemos visto la urgencia de que las estructuras de la Iglesia se renueven; como la parroquia, que, ante la ´aldea global´ de McLuhan, puede transformarse en una ´aldea celeste´, con una nueva estética: un catecumenium, con espacios modernos para el culto y para la vida de las pequeñas comunidades, un modelo social más humano, capaz de abrir espacios para una nueva cultura”, destacó el iniciador del Camino en el Sínodo de los Obispos para Europa de 1999. Junto a un equipo de pintores itinerantes, el también Premio Nacional Extraordinario de Pintura, ha recuperado la iconografía bizantina y su tradición adaptándola a la modernidad. Ha ideado una “Corona Mistérica” con los pasajes evangélicos más importantes de la vida de Cristo que “rodea toda la asamblea, de modo que mientras los hermanos están en la eucaristía, estarán viendo una corona que los arropa y los abraza”, explica Argüello. La Iglesia debe “recuperar una expresión artística cristiana capaz de reflejar el contenido de nuestra fe” porque “solo una nueva estética puede salvar la Iglesia”, aclara.
Revista Misión
En la Iglesia antigua, el catecumenado era recorrido por todo el que deseaba ser cristiano y bautizarse. Sin embargo, con el paso de los años la Iglesia percibió que esta iniciación no era tan necesaria debido a la expansión del cristianismo gracias, en parte, a la transmisión de la fe de padres a hijos. Pero ahora esta circunstancia ha vuelto a cambiar por el proceso actual de secularización que ha llevado a mucha gente a vivir su fe de manera superficial o, incluso, a alejarse de la Iglesia. Una de las respuestas del Concilio Vaticano II a esta nueva situación fue restaurar el catecumenado según los elementos rituales del Ordo initiationis christianae adultorum (OICA) aprobado en 1972.
Una comunidad de pobres
De forma paralela, en Madrid, comenzó a gestarse una nueva experiencia que desembocaría más tarde en el Neocatecumenado cuyos iniciado- res son los españoles Kiko Argüello y Carmen Hernández. Él, pintor de éxito en los años cincuenta y sesenta, tras sufrir una grave crisis existencial acudió a vivir junto a los pobres y gitanos del barrio madrileño de Palomeras Altas en 1964. En ellos descubrió a Cristo crucificado y comenzó a hablarles de Dios junto a Carmen Hernández. Se formó entonces una comunidad de personas que se reunían para escuchar la Palabra de Dios y que comenzaban a tener una respuesta concreta de la existencia de Dios en sus vidas. Tiempo más tarde, la Iglesia vería en el Neocatecumenado la oportunidad propicia para recuperar la iniciación cristiana de adultos que en los primeros siglos de cristianismo había dado tantos frutos.
Así, el Camino Neocatecumenal es un instrumento al servicio del obispo para desarrollar en las parroquias una iniciación que ayuda a las personas a descubrir qué es ser cristiano. Se propone, sobre todo a las personas ya bautizadas que no han recibido suficiente formación, y a los alejados de la Iglesia, con la particularidad de que no es un movimiento, ni una congregación, ni una asociación. Fue aprobado de forma definitiva por la Santa Sede en el 2008, y tanto Pablo vi como Juan Pablo ii y Benedicto xvi lo han conocido en profundidad.
El Camino comienza en las parroquias con unas catequesis iniciales que concluyen con la formación de una comunidad. Comienza entonces un itinerario articulado en las tres fases de la iniciación cristiana: Precatecumenado, Catecumenado y Elección, divididas a su vez por etapas. De esta forma los catequistas, enviados por el obispo, guían a la comunidad en comunión con el párroco y la ayudan a profundizar en la fe teniendo como base los tres elementos fundamentales de la vida cristiana: Palabra de Dios, Liturgia y Comunidad. Al final del itinerario, los neocatecúmenos renuevan de forma solemne las promesas bautismales y comienzan un proceso de educación permanente de la fe.
Los frutos de este itinerario postbautismal no se han hecho esperar. La renovación de las parroquias a través del Neocatecumenado ha suscitado un sorprendente impulso misionero que ha hecho que muchos catequistas y familias al completo estén dispuestos a ir a evangelizar a cualquier parte, como en el caso de Juan y Cecilia en Siberia, o de Jorge y Bárbara, que han estado 22 años anunciando a Cristo en su propio país, Chile. Misioneros son también los 86 seminarios diocesanos Redemptoris Mater diseminados por todo el mundo y que forman sacerdotes para la Nueva Evangelización. Otros frutos son las cuatro mil chicas que han abrazado la vida religiosa, las comunidades en misión y la llamada Missio ad Gentes, llevada adelante por familias que, acompañadas de un sacerdote, evangelizan zonas secularizadas haciendo presente una comunidad cristiana.
Argüello destaca que “uno de los dones más grandes que ha recibido el Camino de la Santa Virgen María es que nos ha inspirado para formar comunidades cristianas como la Sagrada Familia, donde vivir nuestra fe en humil- dad, sencillez y alabanza; donde el otro es Cristo”. “La comunidad es como un espejo que te pone frente a tu estatura de fe, puesto que siempre verifica la dificultad para amar al otro cuando es molesto y nos destruye”, aclara. Gracias a la Nueva Evangelización que promueve esta realidad eclesial “los paganos nos miran sorprendidos, porque les llama la atención cómo nos relacionamos entre nosotros y cómo nos amamos. Esta relación es fruto del Espíritu Santo”, subraya Argüello.
Entre dos papas
La primera vez que Juan Pablo ii recibió en privado a los iniciadores del Camino en 1979, el Pontífice les contó que pensando en ellos había visto ante sí "ateísmo, bautismo y catecumenado". En 1990, describió el Camino como un “itinerario de formación católica, válido para la sociedad y para los tiempos de hoy” y pidió al episcopado que valorase y ayudase "a esta obra para la Nueva Evangelización". Por su parte, Benedicto xvi conoció el Camino siendo cardenal y profesor en Ratisbona, y lo inició en Alemania. En enero del 2011, el Papa afirmó que “la Iglesia ha reconocido en el Camino un don particular sus- citado por el Espíritu Santo”, que “ayuda a saborear la vida divina, la vida celeste”.
Una sinfonía que evangeliza
Durante su experiencia entre los más pobres, Argüello vio la necesidad de componer cantos para hacer más comprensible la Palabra de Dios. Después de 40 años de Neocatecumenado, son muchos los cantos que ha compuesto basados en las Escrituras. Recientemente, el iniciador del Camino ha compuesto una sinfonía interpretada por 170 jóvenes músicos de las comunidades. Esta sinfonía catequética está basada en el sufrimiento de los inocentes y, en concreto, en el de la Virgen María al pie de la Cruz.
Nueva estética
La necesidad de que las estructuras de la Iglesia se renueven ha llevado a Argüello a idear una nueva estética siguiendo el espíritu del Concilio Vaticano II con espacios modernos que favorezcan la vida de fe y ayuden al hombre a sentirse amado. “Hemos visto la urgencia de que las estructuras de la Iglesia se renueven; como la parroquia, que, ante la ´aldea global´ de McLuhan, puede transformarse en una ´aldea celeste´, con una nueva estética: un catecumenium, con espacios modernos para el culto y para la vida de las pequeñas comunidades, un modelo social más humano, capaz de abrir espacios para una nueva cultura”, destacó el iniciador del Camino en el Sínodo de los Obispos para Europa de 1999. Junto a un equipo de pintores itinerantes, el también Premio Nacional Extraordinario de Pintura, ha recuperado la iconografía bizantina y su tradición adaptándola a la modernidad. Ha ideado una “Corona Mistérica” con los pasajes evangélicos más importantes de la vida de Cristo que “rodea toda la asamblea, de modo que mientras los hermanos están en la eucaristía, estarán viendo una corona que los arropa y los abraza”, explica Argüello. La Iglesia debe “recuperar una expresión artística cristiana capaz de reflejar el contenido de nuestra fe” porque “solo una nueva estética puede salvar la Iglesia”, aclara.
Revista Misión
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