«La pedofilia crece gracias al relativismo ético», afirma Don Fortunato
Di Noto, el cura caza-pederastas: la cultura de sexualización infantil favorece a los pedófilos
Circula en la red la foto de una niña de unos cinco años de la que abusaron tres mujeres, pero no ha escandalizado a nadie. El silencio que ha seguido a la publicación por parte de la asociación Meter, que combate desde hace años la pedofilia, contrasta de una manera alarmante con el clamor que suscitó en medio mundo el caso de Aylan, el pequeño prófugo fotografiado boca abajo en la orilla de la playa de Bodrum. ¿Por qué en este caso nos escandalizamos? ¿Y por qué todos hablan de la pedofilia en la Iglesia, pero nadie lo hace de un fenómeno que afecta a dieciocho millones de niños europeos? ¿Por qué se retrata a los hombres como ogros, mientras aumenta el número de mujeres que abusan de los más pequeños? ¿Y por qué, si todos hablan de los derechos de los menores, hay tanta omertà? Don Fortunato Di Noto, presidente de Meter, responde a todas estas preguntas en La Nuova Bussola Quotidiana, aclarando por qué, en realidad, a nadie le interesa lo qué pasa con los niños.
-Don Di Noto, ¿qué mundo se esconde tras la foto de esta pequeña, torturada por tres mujeres?
-Ésta es sólo una de los millones de imágenes y vídeos que hemos denunciando a las fuerzas del orden de medio mundo. Porque la difusión de la pornografia infantil no es un hecho sólo italiano. Quiero precisar que no es mi deseo "hacer espectáculo" con el dolor, pero es nuestra responsabilidad dar, por lo menos, un detalle mínimo de lo que está sucediendo, porque la gente tiende a no ver, a descartar el problema.
Ésta es la foto a la que hace referencia Don Fortunato: el silencio mediático ha rodeado el caso.
-Se dice que no se puede hacer mucho, que la red es la red…
-No es así. A comienzos de marzo sale el habitual informe mundial que hacemos cada año: el panorama es horripilante y dramático e implica a decenas y decenas de naciones con servers y providers que tienen responsabilidades enormes y que, de hecho, tienen tanto el dinero como la capacidad tecnológica no sólo para inhibir, sino para bloquear la pornografía infantil y para colaborar con las fuerzas del orden. En cambio, en nombre de la privacidad, no hacen nada sabiendo que existen plataformas temporales de pedófilos que cambian continuamente, por lo que circulan millones de imágenes y fotos de abusos que han sucedido realmente. A millones de niños les corresponden millones de abusadores y de consumidores de material pornográfico infantil. Pero todo queda impune.
-¿De dónde proceden todos estos niños abusados?
-No podemos saberlo exactamente, pero por las ubicaciones de los vídeos y fotos podemos hacer algunas hipótesis: sobre todo, aumentan los neonatos, por lo que o son secuestrados o las familias los venden. Hablamos de niños que van de 0 a los 13 años. A veces las ubicaciones son habitaciones, otras tugurios de las periferias del mundo: desde ambientes degradados africanos a recovecos metropolitanos. También hemos señalado a las autoridades algunas galerías de fotos con sets fotográficos decorados con cortinas y alfombras. Los niños son tan pequeños que nos preguntamos cómo podemos encontrar una solución.
-¿Y qué se responde?
-Que hacemos todo lo que podemos, pero solos es imposible, no ya erradicar, sino detener y combatir el fenómeno: es necesaria una seria actividad global en la que todos los estados denuncien este mal y luchen contra él. Además, internet ha amplificado el problema, con plataformas, comunidades, pagos on line con tarjeta de crédito y ganancias ingentes para el pornógrafo infantil, que en el 90% de los casos es también sujeto activo de los abusos.
-¿Por qué los estados no se comprometen en esta lucha?
-Hay quien evita pensar en este problema diciendo que exageramos o que nos inventamos los hechos, y pocos nos escuchan. Es como si se quisiera eliminar el hecho, porque en el fondo significa tener que volver a pensar en la gran cantidad de deformaciones sociales que ya aceptamos como normales: vivimos en una sociedad pansexualista que fomenta el instinto y el placer de cualquier forma, generando estos monstruos. La pedofilia ataca, por lo tanto, a los sistemas mentales culturales, por lo que, cuanto menos se hable de ella, mejor.
Con Call me by your name, dirigida por Luca Guadagnino, exaltación de la pederastia en la relación homosexual entre un adulto y un menor, la hipocresía del establishment cultural ha alcanzado el paroxismo: acumula alabanzas, nominaciones y premios, y aspira a cuatro Oscar, entre ellos el de Mejor Película.
-Y, sin embargo, cuando se trata de pedofilia en la Iglesia nadie se echa atrás.
-Se manifiestan, no para combatir el problema, que existe, sino para atacar a la Iglesia. Porque si no, ¿por qué no vienen a la Plaza de san Pedro con nosotros cuando celebramos la Jornada anual de los niños víctimas de la violencia? ¿Por qué no se preocupan por las víctimas? Todos gritan contra el homicidio de las mujeres; en cambio, ante el hecho de una niña torturada con una cruz en el cuello todos callan, nadie se manifiesta, nadie forma la conciencia de los jóvenes, nadie enseña el respeto del cuerpo, la valentía de denunciar, como tampoco enseñan a salvaguardar al niño y su inocencia. He leído los programas de los partidos candidatos a las próximas elecciones y ninguno habla de la alarmante pedofilia; es más, si alguno habla de los niños lo hace para fomentar la educación sexual y la ideología de género, que significa lo opuesto: sexualizar a los pequeños, que es lo que quieren los pedófilos.
-Bueno, hay padres que piensan que es justo hablar de sexo a los pequeños, pensando que como es una cuestión difusa, más vale introducirlos a la misma.
-Por este motivo nadie juzga verdaderamente la pedofilia, porque juzgarla significa dar marcha atrás y dejar de hablar de sexo a los niños, del sexo como de un derecho humano y del placer desvinculado de cualquier fin y responsabilidad. La pedofilia crece, precisamente, gracias al relativismo ético.
-Sin embargo, cuando circuló la foto de Aylan, el pequeño prófugo encontrado boca abajo en la playa de Bodrum, hubo una indignación popular. ¿Por qué?
-Sí, estaban todos consternados, mientras que sobre la niña abusada por tres mujeres nadie se ha atrevido a decir nada. Parece que en ambos casos, tanto el hablar como el callar están al servicio de un proyecto ideológico. En el caso de Aylan, la protesta sirvió a la ideología de la inmigración sin criterio; en el segundo caso, el silencio sirvió a la ideología pansexualista. En ambos casos, los niños han sido utilizados como instrumentos del poder dominante, que no tiene ningún interés real en defender a los más pequeños.
Don Fortunato denuncia la pasividad de muchos gobiernos ante la pedofilia en internet. No es el caso de Polonia, cuya Policía firmó un acuerdo con Meter, la asociación fundada por Di Noto, el pasado 22 de noviembre.
-¿Nos puede proporcionar datos sobre la pedofilia?
-Hay organizaciones internacionales como el Teléfono Azul que informan de dieciocho millones de menores víctimas de abuso en Europa, donde el hombre se ha convertido y se concibe a sí mismo como un objeto de placer, proyectando las propias perversiones en cualquiera, también en los niños. Hasta el punto de que las mujeres están cada día más implicadas en la pedofilia.
-En el imaginario colectivo de los abusos y las violencias hay siempre hombres. ¿Por qué hay cada vez más mujeres vinculadas al mundo de la pedofilia?
-Porque la perversión, la sexualidad como un derecho sin responsabilidad que genera deformaciones inmensas las implica también a ellas. El relativismo y el individualismo han privado de dignidad al ser humano y, también, de las protecciones defensivas respecto a una cultura del silencio, que concibe a la persona como una libertad omnipotente. Asombra que ni el nazismo ni las otras dictaduras consiguieron hacer con los niños lo que hace la dictadura del relativismo en proporciones tan enormes. No es casualidad que Ratzinger afirmara que el relativismo es la más peligrosa de las dictaduras.
-Como han demostrado algunas investigaciones del FBI, muchos ritos satánicos implican el abuso de niños y neonatos. ¿Es así?
-Sí, lo es, aunque es difícil demostrarlo con certeza. Podemos ver, por las imágenes, que se sigue un rito. En cualquier caso, lo que sí está claro es que la pedofilia es diabólica: somete a los puros, a los inocentes, que son imagen de Dios.
-¿Tienen ustedes datos correspondientes a Italia?
-Cada año, ochenta mil turistas viajan desde Italia a países de turismo sexual pedófilo. Por desgracia, los operadores turísticos no lo denuncian, como explicó el Ente Bilateral Nacional para el Turismo. Hay una omertà increíble. La ley italiana castiga a quien va al extranjero para abusar de menores: pero desde hace veinte años, desde que existe la ley, ¿cuántas operaciones se han llevado a cabo? Una sola. Hace veinte años.
-Es verdad que culturalmente ya hemos aceptado cualquier perversión sexual, por lo que si lo deseo y me apetece es mi derecho. Pero en este caso, las víctimas son los niños. ¿No hay un límite?
-Lo hay hasta que digan, como ya hacen algunos estados, que el niño tiene derechos sexuales y que puede dar su consentimiento. Por esto pido una ayuda a todos los hombres de buena voluntad, para que denuncien y difundan una cultura preventiva: contra la sexualización en los colegios, presionando a los propietarios de los servers para que prohiban y persigan la pedofilia.
Don Fortunato, en el Liceo Campanella de Lamezia Terme (Catanzaro, Calabria). Foto: Il Lametino.
-¿Cómo actúa Meter?
-Llegamos a decenas de miles de estudiantes al año, cuando nos permiten entrar en los colegios, aunque para nosotros es más difícil que para quien promueve lo opuesto, la ideología de género. Formamos también a sacerdotes, religiosos y profesores. Tenemos un equipo que se ocupa de acompañar cada año a los cientos de víctimas que nos contactan. Las acompañamos en la vida y, también, en los procesos judiciales que, a veces, duran años, y nos constituimos en parte civil.
-Usted ha comparado a la pequeña abusada con la cruz en el cuello con un pequeño Jesús crucificado. Es durísimo estar ante la violencia de las violencias, la de la inocencia. ¿Cómo se consigue?
-Puedo mirar este sufrimiento y esta Cruz porque sé que puede convertirse en ocasión de rescate, que Cristo ha vencido. Esto no significa lavarse las manos, sino curar Sus llagas, contribuir a la salvación y, por lo tanto, amar y defender a estos niños que sufren el ultraje de los ultrajes.
Traducción de Helena Faccia Serrano.