Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Habla el postulador de la causa del papa polaco (II)

El hombre y el Papa que fue Juan Pablo II

En la segunda parte de esta entrevista monseñor Slawomir Oder, no rehuye ninguna pregunta sobre el papa polaco. Tampoco en cuanto a la cuestión de los abusos por parte del clero, o el caso Maciel.

Juan Pablo II
Juan Pablo II

Karol Wojtyla fue un gran intelectual, un Papa joven y valiente, acostumbrado a las dificultades, que había vivido bajo un régimen totalitario y que no buscaba ser “políticamente correcto”, aunque siempre un hombre de diálogo.

También fue el Papa que hizo de su aceptación de la enfermedad una catequesis viviente, un hombre que vivía la mortificación voluntaria al modo carmelita, que clamó contra la guerra y contra el aborto.

En la segunda parte de esta entrevista a ZENIT, monseñor Slawomir Oder, postulador de la causa de beatificación de Juan Pablo II, no rehuye ninguna pregunta sobre el papa polaco. Tampoco en cuanto a la cuestión de los abusos por parte del clero, o el caso Maciel.

La tercera parte se publicará el próximo domingo.

- A causa de esta condición mística se encontraba un poco solo respecto a los demás, porque era un comunicador...
- El encuentro con el Señor es siempre un camino en solitario. Está claro que estamos sostenidos por la Iglesia, por los hermanos en la fe, pero después cada uno de nosotros debe recorrer este camino solo. Su relación era personal e individual, muy profunda. Las personas que lo asistieron cuentan a menudo que tenían la clara percepción de de encontrarse frente a un momento, por decir de alguna manera, de raptus místico, en el cual él se encontraba en un diálogo tan profundo con el Señor que la única cosa que se podía hacer era darse la vuelta y dejarlo vivir ese momento.

- ¿En ese diálogo había algo que supusiese una cruz para Juan Pablo II? Hablaba mucho del sufrimiento y de la solidaridad. ¿Había cosas que lo preocupaban desde este punto de vista?
- Un hombre con una sensibilidad tan grande como la suya no podía quedarse indiferente ante los sufrimientos del mundo. Y nosotros lo hemos constatado; estaba muy atento a cualquier cosa que sucediese en el mundo. No tenía miedo de alzar la voz y decir las cosas que no correspondían al modo de pensar común. Por ejemplo, su apasionado llamamiento a la paz en la vigilia del conflicto del Golfo, cuando dijo: “Yo pertenezco a la generación que conoce la guerra”. Fueron palabras muy fuertes. Con seguridad, un pensamiento que no se adaptaba a lo “políticamente correcto”...

Seguramente siempre ha tenido en el corazón como una gran preocupación, el silencioso genocidio que ocurre con el aborto. La pregunta sobre la riqueza de la vida humana desde la concepción, seguramente sí ha sido un dolor constante en su vida...

- ¿Juan Pablo II se les "coló" a las autoridades polacas, a todo el aparato? ¿No habían comprendido? Porque si le hubiesen comprendido le habrían puesto fuera de juego, ¿o no?
- Lo temían. Hay indicios en la documentación del Servicios Secretos que hablan de la peligrosidad de Karol Wojtyla. Era peligroso porque era un intelectual sublime, un hombre de diálogo, desde el punto de vista moral no se le podía atacar. Exactamente por esta razón era peligroso. Porque era un hombre de una pieza, una pieza de hombre de Dios, un hombre de diálogo, de apertura, intelectualmente absolutamente preparado, superior y lo temían, sí. Creo que, como siempre, el Señor es más grande que ellos. El maligno hacía sus cuentas y Dios las suyas propias. Karol Wojtyla no pasó desapercibido a la atención de los comunistas

Claro que quizás, temían más al cardenal Wyszyński, porque era un hombre distinto, incluso en el modo de actuar frente a las autoridades. Y también que la Providencia llevó la historia de Juan Pablo II de esta manera.

Recuerdo, cuando fue elegido, la incomodidad de los periodistas que no sabían como transmitir la noticia, que por otra parte era vital para Polonia. Fue una de las muchas noticias que dieron durante el informativo. Debían darla.

Recuerdo también el primer viaje que hizo. Fue una cosa sorprendente: no sabían como invitarlo, quien debía invitar. Estaba invitado por la Iglesia pero también era un huésped del Gobierno. Encontraron una estratagema diplomática para que todo funcionase, porque en cualquier caso, como polaco podía volver. Quiso volver y volvió llevando verdaderamente la levadura de la revolución del espíritu. En aquel primer viaje se veía como los medios de comunicación polacos fueron instrumentalizados. Si nos fijamos en las grabaciones se ve sólo un primer plano del Papa o algún anciano, sin ninguna señal de los millones de personas que rodeaban al Pontífice. Ningún rostro joven, ni tampoco familias.

- Cuando Juan Pablo II asumió el Pontificado, en la Iglesia había una serie de problemas que parecían casi sin solución: por un lado estaba la teología de la liberación, por el otro el cisma lefebvriano. Y al final de su Pontificado se realizaron muchísimos pasos para unir a la Iglesia y resolver estos problemas...
- Sí, seguramente fue un Papa que aportó, providencialmente, energía a su ministerio petrino, era un Papa joven. Era también un Papa acostumbrado a vivir una situación de enfrentamiento con la hostilidad: la Iglesia en Polonia enfrentada al comunismo. Un Papa de gran preparación intelectual y cultural, científica, un Pontífice de gran sensibilidad incluso estética, atento a muchos valores.

Supo darle frescura a la Iglesia, haciendo siempre referencia a la frescura que dio el Concilio Vaticano II. Es el Papa que actualizó, que llevo adelante el pensamiento del Vaticano II. Y en este sentido dio muchos pasos, llevó a cabo muchas actividades que pudieron reafirmar un poco la barca de la Iglesia.

- Desde el inicio hasta el fin de su Pontificado se ve que se ha dado un enorme paso hacia adelante en este sentido.
- Seguramente una renovación de la fe, del entusiasmo evangélico.

- “Soy Papa porque soy obispo de Roma”. ¿Cómo vivió este aspecto?
- Se sentía obispo de Roma, y lo repetía muy a menudo, “Yo soy Papa porque soy obispo de Roma”. Y esto significó su elección para el establecimiento de su pontificado. Mantuvo siempre un interés particular por su diócesis. Signo de este interés fueron sus visitas pastorales que realizó siempre.

- Hay dos momentos en ellos que he visto casi enfadarse al Santo Padre: en una entrevista para defender a la familia y contra la mafia en Sicilia. ¿Fue porque estaba en juego la vida en ambos casos?
- Seguramente, por la vida, pero también porque es la verdad sobre el hombre. Era un Papa que estableció su pontificado en una clave muy humanista, en el sentido evangélico. Su primera encíclica, Redemptor hominis, da un perspectiva justa de como comprender la centralidad del hombre, que sin embargo tiene a Cristo mismo en el centro de su existencia; un humanismo cristiano, por tanto. Su preocupación por la vida humana en todas sus dimensiones partía del concepto cristiano que tenía sobre la vida, por la que el Salvador había dado la suya.

- Hay una santidad y una paternidad. Él habló de esta paternidad. Me he preguntado siempre si un día se dará la beatificación del padre de Wojtyla, porque es una figura paterna extraordinaria que verdaderamente marcó a su hijo.
- Absolutamente. Mirando esta familia se ve como el Señor ha trabajado desde siempre. Juan Pablo II decía siempre que este fue su primer maestro de espiritualidad, la primera guía en la vida espiritual, el primer seminario que hizo. Seguramente tenía la imagen de este padre, de este militar, soldado, que se arrodillaba y rezaba por la noche ante el icono de la Virgen. Son cosas que quedan en el corazón de un joven. Un hombre que acompañó a su hijo de la mano en peregrinación a Czestochowa. Lo inició a la oración. Pero también estaba la figura de su hermano, este hermano, Edmund, también él fue una persona poco común. Se dedicó completamente al servicio de la caridad, pagando después en primera persona.

- Fue él quien quiso la beatificación de los padres de Teresa de Lisieux. En su familia tenía sentido que los esposos puedan ser beatificados...
- Es difícil para mí decirlo, pero con seguridad tenía un ejemplo extraordinario en la vida. De todos modos, dio claros signos de estar verdaderamente convencido de la verdad confirmada en el Concilio Vaticano II, es decir de la vocación a la santidad de todos los cristianos, y con sus beatificaciones y canonizaciones, que recorren todo el tejido de la Iglesia, dio un signo tangible de que es posible para todos.

- ¿Cómo vivió hacia el final del pontificado? Porque al principio no se sabía mucho de los problemas de los sacerdotes pedófilos, de los abusos... Si para un cristiano esto es muy grave, Como debe ser para un Papa...
- Sólo hace falta recordar su reacción cuan salió a la luz el problema, convocó a todos los obispos americanos a Roma para afrontar la situación. Cuando se puso en su conocimiento estas situaciones dolorosas, se involucró y estaba determinado a dar una respuesta adecuada.

Fue él quien promulgó las nuevas reglas que tenían que ver con este tipo de crímenes, como instrumento jurídico para resolver estas situaciones.

- Para un Papa debe ser tremendo, una cosa dentro de casa. No es el comunismo, el enemigo externo...
- Usted mismo ha dado la respuesta. Debemos recordar, por tanto, que ciertas situaciones, con su gravedad y extensión, se conocieron sólo con el tiempo. De ciertas situaciones no tenía conocimiento, o al menos de toda su profundidad y gravedad.

Ante situaciones de una cierta gravedad se le veía personalmente afectado por la necesidad de tomar decisiones y medidas, actuaba verdaderamente como un creyente: como sacerdote ayunaba, oraba y se mortificaba. Son estos los instrumentos que se tienen para hacer frente a situaciones que no dependen de nosotros, pero a las que podemos responder sólo aumentando el bien que se opone a la realidad del mal.

- Cuando era anciano los sacrificios de su vida eran evidentes, pero los de su juventud no son muy conocidos. ¿Nos puede decir algo más, aparte del ayuno y los sacrificios que ha mencionado?
- El sufrimiento causado por la enfermedad fue un aspecto que al final de sus días se volvió casi el icono de su pontificado, pero no era la única dimensión de la mortificación en su vida.

Desde joven fue iniciado en la espiritualidad carmelita. Estaba fascinado por el Carmelo, tanto que cuando era todavía joven pensó en una vocación carmelita. Estaba fascinado por san Juan de la Cruz, por santa Teresa, por santa Teresita, y por tanto las prácticas de penitencia personal estaban presentes en su vida. Esto era un aspecto que nadie conocía, que hemos sabido sólo en el contexto del proceso, y recuerdo que impresionó a muchos cuando este hecho salió a la luz. Y sí. Ha sido un signo de su profunda fe, de su vida espiritual.

- ¿Qué hechos han salido a la luz en este sentido?
- Fueron las personas más cercanas a él, que tenían un contacto diario con el Papa, las que se dieron cuenta de ciertas situaciones.

- A propósito de sufrimiento, he sabido recientemente que ya siendo obispo de Cracovia escribió una carta a los enfermos para confiarles a ellos, a su intercesión, su episcopado. Es realmente una clave para este pontificado. El Papa enfermo que no sólo participa d la cruz, sino que se apoya en esta comunión de la Iglesia.
- Absolutamente sí, pero esto es el sentido cristiano también del sufrimiento. No sólo confió a los enfermos su ministerio como obispo en Cracovia. En el periodo en el que se desarrollaron los trabajos del Concilio Vaticano II, pedía a los enfermos un apoyo para que se obtuvieran buenos resultados del Concilio. Los hacía participar en este evento extraordinario. Creo que la Carta “Salvifici doloris”, da una perspectiva de la visión de Juan Pablo II, del sentido cristiano del sufrimiento, cuando habla de la participación personal en los sufrimientos de Cristo, también cuando habla del Evangelio del buen Samaritano, que está escrito en torno a esta realidad del sufrimiento.

- Y quiso, además, esta fundación del “Buen Samaritano” para los enfermos de SIDA...
- Es necesario recordar que, por lo que respecta al mundo del sufrimiento, es él que ha creado el Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud.

- Aquí viene otra cuestión dolorosa... salió a la luz todo el caso del padre Maciel, de los Legionarios de Cristo. Él lo supo. Y salió a la luz al final de su pontificado...
- Hemos realizado todas las investigaciones que, naturalmente, estaban dirigidas a profundizar en este caso tan doloroso para la Iglesia, que efectivamente explotó, prácticamente, después de la muerte de Juan Pablo II. Se debe, sin embargo, recordar que las investigaciones se realizaron durante el pontificado. Y, por tanto, de estas investigaciones que habíamos desarrollado en base a la documentación, se puede excluir cualquier participación personal del Santo Padre en este asunto, en el sentido en que, efectivamente, lo que sabía en el momento de su muerte no era más de lo que sabía todo el mundo.

- Fue un poco “escandaloso”, en el sentido en que en un mundo en que todos tienen miedo de la vejez, de no ser eficientes, el Papa Juan Pablo II llevó hasta el fin su enfermedad, sin esconderla en ningún momento. Y ver después la multitud de personas que hicieron cola en la Vía de la Conciliación para verlo... ¿Cuál fue el aspecto que más le impresionó de Juan Pablo II?
- Su incapacidad de hablar, cuando se quedó mudo, cuando no podía decir nada más, pero sencillamente perseveraba, permanecía, expresaba su cercanía, su amor, su “aquí estoy” delante del Señor, sin esconderse, y en ese momento, verdaderamente, ha ofrecido los ejercicios espirituales más grandes, sin decir nada, simplemente como testigo. Y ha sido una forma muy serena de llevar adelante esta realidad que forma parte de la experiencia humana. Podemos considerarla una perspectiva de la vida cristiana; también el sufrimiento y la muerte forman parte de la vida, naturalmente, como un viaje. Con este testimonio, con su “no avergonzarse”, ha devuelto la esperanza a muchos, y sobre todo la dignidad a las personas que a menudo son marginadas, escondidas y encerradas, casi como una vergüenza porque son portadores de enfermedades, de vejez.

Vivimos en una civilización que quiere, de alguna manera, exorcizar la muerte, como en los Estados Unidos, donde hay toda una industria para embellecer la muerte, tanto que casi no parece muerte. Él fue adelante con estos signos de sufrimiento, de la muerte que se estaba acercando, dando a entender que se trata de una etapa de la vida.

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