Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

ESTANISLAO CANTERO DENUNCIA LOS FRAUDES

«La Iglesia es blanco de la tergiversación histórica sobre todo por odio, soberbia e ideología»

La manipulación de los hechos no es algo nuevo, pero su falseamiento sistemático por prejuicios anticristianos y por el interés en crear una sociedad nueva tiene su origen en la Revolución Francesa. El autor de «La contaminación ideológica de la Historia» desvela qué proceso se ha seguido para darle la vuelta a la realidad, por ejemplo en el caso de 1789 o con la Guerra Civil española.

Enrique Rodríguez/ReL

Estanislao Cantero
Estanislao Cantero

Estanislao Cantero acaba de publicar en LibrosLibres una obra cuyo título lo dice todo: La contaminación ideológica de la Historia. Probablemente no haya un periodo en la España reciente donde sea más necesario que ahora un libro como éste, y nos lo demuestra su autor en cuanto asaltamos las razones profundas y los casos concretos en que se presenta esa falsificación. Se trata no solamente de conocer los hechos, sino también los procesos con que se los manipula.

La manipulación de la Historia, ¿es un fenómeno moderno, o ha existido siempre?


Las falsificaciones de la Historia no son de ahora. Antiguamente se redactaron textos que se presentaron como ajenos y recién descubiertos y como si hubieran sido escritos en fecha muy anterior, de lo que son ejemplo los falsos cronicones. Se trataba de falsificaciones de documentos, por lo que nuevos conocimientos y métodos de investigación así como autores menos crédulos permitieron destruir las supercherías.
 
¿Tenían matiz ideológico esas falsificaciones?

Eran, en cierto modo manipulaciones inocentes, destinadas a engrandecer a la patria o encontrar orígenes bien remotos. Hace veinte años Julio Caro Baroja dedicó uno de sus libros, que se lee con agrado, a este tipo de falsificaciones. Hoy ese tipo de manipulación sería imposible.

Sin embargo, con la Revolución Francesa el proceso adquiere un cariz distinto...

La Revolución francesa no dio paso a un nuevo sistema politico y social mediante un proceso de evolución, sino mediante una fractura violenta que lo trastocó todo, queriendo imponer un mundo nuevo en el que la ideología tuvo gran importancia. De ahí que acontecimiento tan trascendental se preste a múltiples interpretaciones. La sociedad que se impuso es, en gran parte, su fruto y por ello, afectó y aún afecta a los modos de vida, por lo que muchos historiadores han administrado esa herencia según sus convicciones o intereses.

¿En qué sentido?

Esa Revolución se interpretó de modo que favoreciera la visión de quienes se beneficiaron de ella o aspiraban a hacerlo; de quienes daban por concluida la Revolución o de quienes no la consideraban terminada. Además, gran parte de los historiadores del XIX fueron políticos o militaron en política y sus interpretaciones se dirigieron a confirmar sus convicciones y, en ocasiones, sus expectativas.

¿Puede poner algún ejemplo?

Son muestra los liberales Mignet, Thiers y Guizot, los socialistas Buchez y Blanc o los republicanos Michelet y Quinet. Cuando comenzó la Historia universitaria, con la creación, en 1891, de la cátedra de Historia de la Revolución francesa en la Soborna, Aulard fue un sectario republicano dedicado a defender los principios de 1789 que creia encarnados en la Tercera República. Sus sucesores Lefebvre, Soboul y Vovelle, fueron marxistas convencidos, socialista y compañero de viaje el primero, comunistas los otros dos. Se comprende que se estableciera la “vulgata comunista” denunciada por Furet.

Está claro por qué manipulan los políticos, pero ¿por qué lo hacen los historiadores?

Los motivos son múltiples y pueden darse aislados o concurrir varios de ellos en la misma persona. Entre otros, están los motivos ideológicos, incluso los odios personales; las «escuelas» con sus imposiciones y obligaciones; el acceso a la cátedra, imposible si no se aceptan ciertas «reglas»; los beneficios que se pueden obtener si se es agradable a determinados planteamientos políticos; esquemas mentales y metodológicos en los que se ha crecido.

¿Hay marcha atrás cuando una falsedad tiene éxito?

Es dificil que pueda imponerse de modo exclusivo, pues salvo que se suprima o se penalice la libertad de expresión siempre habrá algún historiador que relate la verdad. Con todo, en el campo de los historiadores tuvieron que transcurrir casi dos siglos para que empezaran a abrirse paso, de forma importante, interpretaciones de la Revolución francesa más acordes con la realidad de lo acontecido y con su significado. En Italia han tenido que pasar más de cien años para que ocurriera algo parecido con el Risorgimento y la unificación de la península.

En España vamos con retraso...

Bueno, respecto a la Guerra Civil, en tiempo mucho más breve, sin duda por el «fenómeno Pio Moa» y por la aparición de jóvenes historiadores sin complejos, aunque la manipulación continua, cabe sustraerse a ella.
 
¿Basta con eso?

Las ideas comunes arraigadas sólo desaparecen con una enseñanza correcta en los colegios y esto es más dificil de conseguir. Y no hay que olvidar los programas «culturales» de la televisión que, en gran medida, son manipuladores.

¿Cuál es la gran mentira sobre la Revolución Francesa?

Que fue la revolución que trajo la libertad, la igualdad y la fraternidad. Y la gran verdad, que el objetivo de sus actores principales fue la destrucción de la Iglesia y la erradicación de la religión católica.
 
¿Y sobre la Guerra Civil?

La idea de la «buena república». La República española, después de las elecciones de febrero de 1936, era todo lo contrario a un Estado de derecho. La violencia se había desbordado y fue aumentando de forma aterradora.

Y además la oposición lo denunciaba así...

Calvo Sotelo denunciaba en las Cortes, el día 15 de abril, que desde el 16 de febrero al 2 de abril se habían producido 178 incendios y 199 asaltos y destrozos a iglesias, centros políticos y domicilios particulares y que había habido 74 muertos y 345 heridos. Dos meses y medio más tarde, en lugar de mejorar, las cosas habían empeorado sensiblemente, y el número de muertos doblaba ampliamente a los habidos en el mes y medio anterior y los heridos habían sido tres veces más. El 16 de junio, Gil Robles denunciaba que desde el 16 de febrero la violencia no había dejado de aumentar e indicaba, entre otras estas cifras pavorosas: 170 iglesias destruidas, 251 asaltadas, 269 y 1287, además de atracos, huelgas, periódicos destruidos y centros políticos asaltados.

¿Y antes de 1936?

Desde el principio la izquierda se apropió la república y la Constitución nació medio muerta. La actitud de la izquierda la hizo imposible, en primer lugar por su extremismo anticatólico, plasmado en el artículo 26 de la Constitución y, en segundo lugar por su radicalismo, creyéndose su única representante, por lo que la derecha había de aceptar todo lo que aquella decidiera. La República se inauguró con la quema de conventos iniciada el 11 de mayo y en la que, ante la pasividad del gobierno, durante dos días, casi cien edificios religiosos fueron saqueados y destruidos por las llamas. Cuando en 1933 la derecha gana las elecciones, despues de un pésimo gobierno, durante el cual se suspendieron las garantías constitucionales durante casi todo su mandato, la derecha no pudo participar en el gobierno por la amenaza de la izquierda y, finalmente, cuando participó con tres ministros en octubre de 1934, inmediatamente se desató la revolución contra la República.

¿La República cayó pues por la falta de orden público? 

El orden público no fue el único problema que la izquierda, lejos de resolver, fomentó, pero fue el más escandaloso. Payne ha dado da la cifra de 300 muertos durante el año 1936 hasta el alzamiento y de 2.255 desde la instauración de la República, en la que incluye 1.500 correspondientes a la revolución de Asturias. A pesar de todo se sigue hablando de la República como un régimen de libertades. Es, pues, una mentira escandalosa.

¿Ganará Zapatero la batalla de la «memoria histórica»?

Nadie puede predecir el futuro, pero la vida de un gobierno es casi nada en la Historia. Sin duda las medidas forzosas impuestas por las leyes se ejecutarán, pero con ello no se escribe la Historia ni se la modifica. Mientras no se impoga la censura cultural y no se destruyan los documentos, siempre habrá historiadores independientes que sacarán la verdad a la luz y, con el tiempo, que eso sí, puede ser largo, los aspectos fundamentales de los que se ocupan los verdaderos historiadores terminarán por imponerse.
 
Los nacionalismos no se quedan atrás a la hora de leer la historia a conveniencia...

El nacionalismo se basa en la diferencia. Cuanto más extremado es, más necesita destacar diferencias hasta lograr presentar una identidad que genere en la población un sentimiento de pertenencia hacia el interior y de exclusión hacia el exterior. En buena medida los nacionalismos tratan de inculcar en quienes consideran su pueblo, la creencia de que somos distintos, mejores que los demás y además sus víctimas. Para ello nada mejor que rehacer la Historia, de lo que es buen ejemplo el separatismo catalán.

¿Y sobre Jesucristo? ¿Hay un vínculo causal entre el decimonónico Jesús de Renan y el fenómeno de El Código Da Vinci?

¡No creo que Dan Brown sepa quién fue Renan! Con todo, cuando se presenta a Nuestro Señor sólo como un hombre, a sus milagros como fraudes urdidos por sus discípulos, a los hechos relatados por los evangelistas como leyendas, de lo que Renan fue un importante precursor, cuando Dios y la religión son objeto de chanza, cuando ya nada es sagrado ni respetado y cuando existe una sociedad enferma, con un amplio público al que eso parece no importarle y compra esos libros, que después lee con fruición, no es de extrañar que prolifere esa literatura del arroyo. Pero para escribirla creo que hace falta una dosis especial de maldad.

¿Por qué es la Iglesia la principal víctima de las tergiversaciones históricas?

Dejando al margen las tergiversaciones producto de la ignorancia, que también las hay, y son, desde luego, muchas culpables, pues antes de escribir hay que documentarse correctamente, creo que algunos motivos van desde el odio a la Iglesia por no soportar la Buena Nueva hasta su rechazo por su doctrina moral. Otro motivo, concomitante o no, según los autores, es el orgullo y la soberbia, pues creen que con su obra contribuirán a su destrucción, como creo que le pasó a Renan. Está, además, la ideología, que impide ver las cosas como fueron y la militancia, generalmente política, de quienes la consideran su enemigo porque es un obstáculo a su doctrina y a su actuación, de modo que una tergiversación o una valoración negativa de la Iglesia, facilita un relato, también tergiversado, de los hechos presentados positivamente por el historiador. Y está, también, a veces, la profesión de fe diferente a la católica.
 
Pero ¿y en los países católicos?

Porque nuestra cultura, se quiera o no, es principalmente obra de la Iglesia y, por tanto, donde quiera que miremos nos encontramos con ella. En casi todo el mundo occidental quien se dedique a la Historia se topa con la Iglesia. En segundo lugar, porque de manera indiscutible y de forma radical, desde el siglo XVIII la Iglesia y la religión católica han sido el principal obstáculo a las revoluciones y, por ello, ha concitado los ataques de quienes la han considerado una rémora para el progreso, como fue el caso de Michelet, en el que, además, concurría un odio personal. En tiempos más cercanos, ¿cómo podría un historiador marxista no tergiversar los hechos que se refieren a la Iglesia? Así, para encubrir la salvajada de los asesinatos de másde 6.800 sacerdotes y religiosos, se dice que la persecución religiosa, ocurrida en el bando republicano durante la Guerra Civil, fue la respuesta al posicionamiento de la Iglesia favorable a los sublevados, cuando tal persecución se desencadenó antes de que la Iglesia se manifestara, de modo que, además de constituir una falsedad, se insinua su culpabilidad.

FICHA TÉCNICA
Estanislao Cantero. La contaminación ideológica de la Historia.
LibrosLibres. Madrid, 2009.
327 pp. 20 €

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