Viernes, 08 de noviembre de 2024

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La natalidad y el envejecimiento hoy son desastrosos, y no se solucionará sólo con dinero y empleo

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Alejandro Macarrón es demógrafo y explica por qué la natalidad debería ser una prioridad nacional para España
Alejandro Macarrón es demógrafo y explica por qué la natalidad debería ser una prioridad nacional para España

La crisis en la natalidad española viene de lejos, y a menudo el Papa Francisco, cuando quiere hablar de una Europa envejecida y sin hijos, pone como ejemplo España.

El último año en que España tuvo una natalidad sana (superior a 2,1 hijos por mujer en edad fértil) fue en 1980. Son ya 36 años de sequía natalicia y envejecimiento demográfico, y ese envejecimiento tiene unos costes importantes que debilitan a toda la sociedad.

Una de las personalidades que suele denunciarlo apoyándose en los datos y la ciencia demográfica es Alejandro Macarrón, autor del libro «El suicidio demográfico» (Editorial Homolegends) y director general de la Fundación Renacimiento Demográfico (www.renacimientodemografico.org). Respondiendo a un cuestionario reciente en ABC explora las necesidades actuales para la familia, que es la que genera habitantes.



1. Nuestro país está en el furgón de cola en cuanto a protección y ayudas a la familia. ¿Cuáles son las medidas más necesarias a poner en práctica?

»Hacen falta medidas de dos tipos: económicas, y de cambio de valores/cultural.

»Las medidas económicas tienen que partir de la premisa de que es muy beneficioso para la sociedad que se tengan más hijos, pero criarlos es muy esforzado y costoso para las familias, y en especial (pero no solo) para las madres. Por ello, la sociedad, a través del Estado, por razones de equidad y para incentivar la natalidad, debe devolver/compensar una parte sustancial de lo que cuesta criar hijos a los padres, con énfasis en la madre (pero no solo).

»Eso significaría que, en función del número de hijos no emancipados de cada contribuyente, se dé a los padres (con énfasis en las madres, pero no exclusividad) un tratamiento apreciablemente mejor en los grandes elementos impositivos (IRPF, cuotas de Seguridad Social), y una vez jubilado, en pensiones. Y el IVA de los productos infantiles, como los pañales, por favor, que sea del tipo reducido, y no del 21% como ahora.

Las medidas «de valores» y similares, no estrictamente o solamente económicas, tienen que ir en campos como:

1) La sensibilización sobre el desastre que supone una sociedad sin niños, sobre lo bueno que es tenerlos por las alegrías y cariño que nos dan, que compensan el esfuerzo que implican (contribuyendo de paso a que nuestra patria grande y chica no sean en el futuro eriales humanos), y que ayudar a que la gente tenga y críe hijos es cosa de toda la sociedad, porque a todos nos conviene que así sea. Esto habría que contárselo con claridad a los adolescentes en el colegio, hacia los 14 a 16 años: tener hijos es parte de una vida plena típica, y si entre todos no tienen de más mayores los suficientes niños, la sociedad en que vivirán será mucho más triste, pobre y decadente.

2) Concienciar y facilitar que empecemos a tener hijos un poco más jóvenes (muy importante, ya que esto es una causa clave de que la natalidad española sea especialmente baja).

3) Incentivar el matrimonio y su estabilidad, porque los hogares con matrimonios tienen más hijos que los de parejas de hecho y los monoparentales en todos los países (así, en EE.UU., el único gran país del que dispongo del dato exacto, y no solo de aproximaciones que también van en esta línea, la tasa de natalidad de las madres casadas es el doble que la de las no casadas).

4) Descargar del todo a las empresas (actualmente solo se hace a medias) de los sobrecostes ligados a la maternidad, y la crianza de hijos de sus empleadas/os, con el fin de que la maternidad no penalice en el plano laboral a las mujeres, ni a las empresas, ya que los hijos son un bien para las familias y la sociedad, pero solo bastante a la larga para las empresas.

En este campo, hay que mejorar en conciliación de horarios entre vida laboral y familiar, pero no se debe hacer a costa de las empresas, porque eso, a la larga, no funcionará. Por cierto, no está claro que las mujeres que pueden conciliar, como las funcionarias con buenos horarios y empleo estable, tengan muchos más hijos que el resto (no tengo los datos completos, pero sí indicios en esta línea), como tampoco se tienen muchos más niños en el grueso de la Europa transpirenaica, con horarios laborales y escolares teóricamente más racionales que los españoles.

5) Facilitar y fomentar que se estudie con profundidad, rigor, datos y ausencia de partidismos / ideologías las causas y soluciones del problema de la baja natalidad.

6) Finalmente, esto es demasiado importante para dejarlo solo en manos del Estado. Aparte de tener hijos quien aún pueda, quien no quiera limitarse a lamentar lo mal que está España (y Europa) en natalidad, por ejemplo, puede ayudar a organizaciones dedicadas al estudio y sensibilización social sobre el problema y sus soluciones, como la que represento, la Fundación Renacimiento Demográfico , con las donaciones que buenamente les pueda aportar.

2. Nuestro país está en el furgón de cola en cuanto a protección y ayudas a la familia. ¿Cuáles son las medidas más necesarias a poner en práctica?

»La baja natalidad no es un elemento secundario, sino central, y previsiblemente catastrófico, de nuestro modelo de sociedad, pero los españoles y nuestras élites no son apenas conscientes de la magnitud e inmediatez de los problemas que genera y generará. Por lo tanto, sólo lograremos que la natalidad repunte de manera sustancial si hacemos de su recuperación uno de los grandes temas de la agenda nacional. Y para ello, aparte de inspirarnos en otros países que ayudan más a la natalidad, lo primero y más importante es concienciar a la sociedad y nuestras élites de que tenemos un problema tremendo, y de que lo tenemos que solucionar.

»Por cierto, en ninguno de los países desarrollados con mejores cifras de natalidad (como Francia, Suecia o Irlanda) se ha conseguido un repunte suficiente de ella (y menos si descontamos de sus cifras globales la superior natalidad que les aportan las mujeres inmigrantes), y eso que invierten en ayudas por hijos y permisos de maternidad/paternidad partes muy importantes de su PIB. Y la razón es que la baja natalidad no es solo, ni principalmente, un problema de dinero, como indican datos muy contundentes.

»En países de renta per cápita estratosférica y sin paro, como Suiza, Noruega o Singapur, la natalidad de sus mujeres nativas también es mediocre o muy baja, lo mismo que en Alemania o Austria. La natalidad media en los municipios más ricos de Madrid (casi todos ellos también los más ricos de España), como Pozuelo, Las Rozas, Majadahonda y Boadilla, es prácticamente la misma que las de los grandes municipios de menor renta per cápita (Parla, Fuenlabrada, Móstoles, Torrejón de Ardoz, que tienen en promedio, aprox., la mitad de riqueza por persona que los primeros.).

Y pese a la durísima crisis económica sufrida, la tasa de natalidad de las españolas apenas ha caído un 3% entre 2007 y 2014. En la Unión Europea, en ese intervalo también difícil para el grueso de los países, la tasa de natalidad ha aumentado un levísimo 0,6%. ¡Ni teníamos apenas hijos antes de la crisis, ni los tenemos tras años de penalidades!

3. ¿Qué mensaje le lanzaría a los políticos de cara a las próximas elecciones

»Que el político que no haga de la mejora de la natalidad uno de los elementos centrales de su programa y los mensajes que transmite, estará dejando de lado uno de los problemas centrales de España (incluida la circunscripción por la que concurra), probablemente en beneficio de asuntos mucho menos trascendentes.

Que quien impulse con ganas y rigor el renacimiento demográfico de España, y lo logre, pasará a la Historia para bien, y el impacto de esta obra suya se notaría, en principio, para siempre. Y que cuando deje la política, si la natalidad repuntó, vivirá en un país con muchas mejores perspectivas y mucho más viable a la larga, que si seguimos indefinidamente en proceso de suicidio demográfico. Esto es, ¡qué piense en su propio futuro después de la política!

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