Religiosa en Haití: «Las bandas atacan al clero local, hay barrios que solo estamos los extranjeros»
La hermana Marcella Catozza, de la Fraternidad Franciscana Misionera de Busto Arsizio, trabaja en Haití desde hace 20 años y asegura que la situación actual en el país es muy difícil. "La situación de la Iglesia es tan difícil como toda la realidad de Haití. La Iglesia refleja la realidad del país", dice a la Agencia Fides.
"Difícil porque las conexiones son difíciles, es difícil reunirse, es difícil trabajar juntos. Todo el mundo está un poco aislado. Cada uno sigue adelante por su cuenta, intentando establecer vínculos donde puede", explica esta religiosa que trabaja en uno de los barrios pobres de Puerto Príncipe.
Un sincretismo muy fuerte
En Haití los desastres se suceden unos a otros. "El más reciente fue el atentado contra monseñor Dumas, obispo de Anse-à-Veau Miragoâne, pero cómo no recordar el terremoto que provocó que la Iglesia quedara decapitada, con la muerte del arzobispo, el vicario, el canciller y el secretario de la archidiócesis de Puerto Príncipe. Seminarios destruidos, congregaciones enteras que han perdido a todos sus seminaristas. La Iglesia haitiana ha sufrido y sigue sufriendo".
"En los barrios donde estamos, la mayoría son misioneros extranjeros, porque el clero local tiene miedo de entrar, pero tienen razón porque a nosotros no nos tocan, aunque hayan tocado a la hermana Luisa (Luisa Dell'Orto, Hermanita del Evangelio misionera asesinada el 25 de junio durante un atentado) pero al sacerdote o a la religiosa haitianos los golpean. Así que es realmente difícil trabajar juntos".
Haití es el único país "consagrado" al demonio y se ve afectado por una presencia muy fuerte del vudú. "Se dice que en Haití el ochenta por ciento de los habitantes son católicos y el cien por cien siguen el vudú. El sincretismo religioso es muy fuerte, incluso por parte de católicos fervientes, por lo que la cultura tradicional del vudú está presente en todas partes. Por ejemplo, antes de ir al médico vas al curandero, donde puedes morir porque realiza prácticas peligrosas", comenta la hermana.
"El cristianismo no ha llegado al núcleo de la cultura en Haití, entendido como el modo de vida del pueblo. Hasta que no lleguemos a ese nivel, podemos quedarnos con una forma: las iglesias están llenas en Haití, los domingos si no llegas dos horas antes del comienzo de la misa, tienes que traerte la silla de casa y quedarte en el aparcamiento de la iglesia para asistir. No es un problema de número, de fieles; es un problema de formación", explica la religiosa.
"El vudú y la fe católica viajan por dos vías separadas pero coexisten en las mismas personas, que pueden ser fervientes católicas, capaces de rezar varios rosarios al día y luego ir a practicar el vudú, diciendo que forma parte de su cultura", cuenta Marcella.
Según la religiosa, "a los haitianos les cuesta reconocerse como un solo pueblo. Su unidad siempre viene de estar en contra de algo. Nunca se han unido para construir, sino para estar en contra. Contra los blancos, contra los franceses, ahora contra el Primer Ministro. Los haitianos luchan por encontrar una identidad como pueblo porque nunca la han tenido".
La hermana Marcella, sin embargo, cree que hay esperanza. "Tras años y años de trabajo, la gente que colabora con nosotros por fin se ha dado cuenta de que estamos ahí para construir algo. Después de 20 años hay unas 80 personas trabajando en nuestra obra entre educadores, profesores y personal de servicio que dirigen un jardín de infancia, una escuela primaria, un hogar para 150 niños, 40 de ellos discapacitados".
"Se juegan la vida para ir a trabajar porque tienen que cruzar calles que son escenario de tiroteos y retenes de bandas, que pueden dispararte sólo porque les da la gana. El director de la residencia ya no puede tomar la ruta normal porque los pandilleros no le dejan pasar. Así que ha encontrado una ruta alternativa que pasa por un río de aguas residuales. Lleva ropa de recambio en la mochila para que cuando salga de las aguas residuales se lave con agua de mar (estamos a orillas del mar), se ponga la ropa y venga a trabajar. Una persona no hace esto por el sueldo; lo hace porque todos esos niños necesitados en este momento dependen de él", concluye.