Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Los vecinos «de no tan al lado» llegan a la JMJ: habla una conversa coreana e infatigables sudaneses

Las peregrinas de Sudán del Sur Rejoice, Beta y Nyardeng.
Rejoice, a la derecha, acompañada de Nyardeng (otra joven de Sudán del Sur) y la hermana Beta, en la entrada de la Escuela Primaria y Secundaria António Bento Franco, en Ericeira (Lisboa), donde cientos de peregrinos de diversas nacionalidades fueron recibidos este lunes, 31 de julio. (Foto Clara Raimundo/7 MARGENS).

J.M.C.

Un billete de avión, unos cuantos clicks y algo de dinero. Para la mayoría de los tres millones de peregrinos que pueden llegar a acudir a la Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa la primera semana de agosto, son prácticamente los únicos requisitos indispensables para participar. Pero para otros, las implicaciones que supone ver estos días al Papa Francisco suponen miles de kilómetros, riesgos legales, amenazas de extradición e incluso ofensas de habitantes de países donde el catolicismo es residual.

Por eso, no son pocos los que contemplan como "un milagro" el poder haber acudido a Lisboa. Es el caso de seis peregrinos provenientes de Sudán del Sur, entre los que se encuentra la joven Rejoice, que declara 7Margens que si su grupo ha podido llegar a la JMJ, "nada es imposible". "Nada lo es mientras pongamos a Dios por delante", enfatiza.

Rejoice y otros cinco peregrinos provenientes de Sudán del Sur aterrizaron en la capital portuguesa el domingo por la tarde, superando ampliamente por las escalas los más de 5.300 kilómetros que separan ambos  países. Solo entonces pudieron respirar tranquilos, conscientes de que un viaje cargado de "obstáculos y dificultades" había terminado.

"Es casi un milagro", dice la hermana misionera comboniana que los acompaña, Elisabeta Almendra.

Visados, retrasos, billetes... un problema tras otro

Explican que el primer problema fue obtener el importe necesario para pagar el viaje, muy costoso desde su país ante la imposibilidad de hacer escala.

"Tenemos que ir primero a Turquía y solo entonces viajar desde allí a Lisboa", explican.

Tanto que la Conferencia Episcopal de Sudán del Sur tuvo que renunciar a sus pretensiones de llevar a dos jóvenes de cada diócesis. Finalmente, solo acudió el grupo de Rejoice en representación del país después de lograr los fondos.

Pero aún tenían que salir del país, y para eso necesitaban los visados. Algo que fue "muy difícil" para la misionera, a la que solo le ofrecieron la posibilidad de ir a Mozambique por carecer de embajada portuguesa en Sudán  del Sur. Y eso suponía miles de euros.

Esta segunda dificultad solo pudo ser solventada por el nuncio de Sudán del Sur, que terminó por lograr el acceso a visados en Etiopía a través de la embajada española.

La misionera comboniana Elisabete Almendra y tres de las jóvenes venidas de Sudán del Sur.

La misionera comboniana Elisabete Almendra, a la izquierda, y tres de las jóvenes venidas de Sudán del Sur, antes de la Misa de bienvenida a los peregrinos, en Ericeira (Foto: Rita Gusmão/COP da Ericeira y Carvoeira). 

Siguiente problema, los billetes de avión. Los necesitaban para obtener el visado, pero aún así no podían garantizarles que les sería concedido. Debían comprarlos y arriesgarse… o renunciar a ir.

"Ten fe", les dijo el embajador de Etiopía días antes. Y eso es lo que hicieron. Compraron los billetes, siguieron adelante, y finalmente, consiguieron el visado en 24 horas.

"No podíamos creerlo", confiesa alegre la hermana comboniana.

Entre la humillación y el riesgo a la deportación

Pero todavía no habían salido del país. Sus esperanzas tambalearon cuando, al hacerlo, el vuelo se retrasó 5 horas, perdiendo la escala a Lisboa que salía de Estambul.

Allí fueron conscientes de que "hay personas que no tienen derechos", víctimas de malos comportamientos con las mujeres del grupo, a quienes les negaban el alojamiento o el alimento. Su alternativa, ir a Alemania primero, no era más alentadora, pues temían que allí fuesen deportados a Sudán del Sur. Con perseverancia y oración, este nuevo obstáculo se solventó como por arte de magia, logrando obtener un vuelo que les llevó definitivamente a Lisboa.

Tras su llegada, la hermana Beta y el resto de sudaneses del sur respiraron tranquilos, alegres de una experiencia que "no pudo ser mejor" desde el aterrizaje.  

A sus 21 años, Rejoice confiesa que al perder el vuelo "perdió toda esperanza", pero que al llegar finalmente se sintió "como en casa", feliz de la paz y armonía que se respira estos días en Lisboa.

Ahora, la joven se permite soñar con que en su país natal, marcado por la inestabilidad y las guerras tribales, pueda recibir pronto a Francisco en una JMJ. "Algún día tendrá lugar en Sudán del Sur", concluye.

En Lisboa desde Corea, tras un bautismo y 10.000 kilómetros

Justina es otra peregrina que ha recorrido un largo viaje para reunirse con el Papa y el conjunto de la Iglesia en Lisboa, tanto en lo geográfico -viniendo de Corea del Sur son más de 10.600 kilómetros- como en lo personal, pues ha sido recientemente bautizada, adoptando así su nuevo nombre.

La Jornada Mundial de la Juventud significa mucho para ella. Especialmente, declara a Aciprensa, "porque realmente no conozco aún mucho a la comunidad católica y pensé que sería una buena oportunidad para mí para conocer (más) sobre la religión católica”, explicó.

Es sorprendente ver a todos los jóvenes católicos de todo el mundo juntos aquí por la fe”, añadió.

Como Rejoice, Justina también desea que su país natal sea algún día sede de una Jornada Mundial de la Juventud.

De hecho, cuenta que "muchas veces" ha escuchado el creciente rumor de que será "el próximo país" que hospede a millones de católicos como sede de estas jornadas. Aunque será imposible de saber hasta el seis de agosto, durante la clausura de la de Lisboa, la recién bautizada cuenta que sería una ocasión "muy desafiante" para su país, pues la comunidad católica "no es muy grande". Algo que, sin embargo, no tiene por qué ser una desventaja, pues no es raro que Francisco realice sus  viajes apostólicos a países con una iglesia reducida.

"Estamos ansiosos por acoger a los jóvenes de todo el mundo y mostrarles nuestro país", comenta la católica coreana.

Al menos 150 jóvenes peregrinos coreanos de la archidiócesis de Seúl están participando en esta Jornada Mundial de la Juventud.

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