Las mentiras de un Preámbulo de Ley
No había en ese momento ni un solo ensayo clínico con células madre embrionarias, y sí los había (concretamente 4289) con células madre adultas, algo que la ley silenciaba absolutamente.
La Ley de Investigación Biomédica fue promulgada en 2007, Año de la Ciencia en España, con Zapatero en la presidencia del Gobierno. La Ley 14/2007, de 3 de julio, de Investigación Biomédica, como se denominó técnicamente, presentaba un extenso preámbulo de cuatro páginas, en cuyo segundo párrafo se decía: "La investigación con gametos, embriones o células embrionarias se ha hecho imprescindible en el ámbito de la terapia celular y la medicina regenerativa”.
Fue la doctora Mónica López Barahona la que, de un modo clarividente y rápido, puso en alerta a la sociedad de la gravedad de determinadas partes de dicha ley y, en concreto, de la frase señalada.
En la mencionada frase se situaban sin diferenciación de ningún tipo términos como gametos, embriones y células embrionarias, como si se tratase de lo mismo, siendo cosas completamente diferentes las unas de las otras, por ser el embrión una persona humana, y los gametos simples células para cuya obtención no es necesario acabar con una vida humana como puede serlo la obtención de células embrionarias. Por lo tanto no es verdad que gametos, embriones y células embrionarias sean categorías equivalentes.
Pero la mentira mayor, ya no media verdad como la anterior, venía escrita al enunciar dicha frase que la investigación con embriones era en ese momento imprescindible en el ámbito de la terapia celular y la medicina regenerativa. Como explicaba la doctora Barahona, en ese momento no había ni un solo estudio clínico en el que pacientes aquejados de cualquier tipo de dolencia susceptible de ser tratada con terapia celular o medicina regenerativa estuviese siendo tratado con células provenientes de embriones y, por lo tanto, obtenidas tras la muerte de personas humanas.
Es decir, en ese momento la ciencia no había demostrado que las células madre embrionarias eran imprescindibles para la terapia celular y la medicina regenerativa, y sin embargo el preámbulo de la ley así lo afirmaba, y la ley iba a permitir el uso indiscriminado de personas humanas en estado embrionario para la experimentación. No había en ese momento ni un solo ensayo clínico con células madre embrionarias, y sí los había (concretamente 4289) con células madre adultas, algo que la ley silenciaba absolutamente. Los ensayos clínicos pueden conocerse en el portal Clinical Trials y todavía a día de hoy son un número bajísimo los que están en marcha con células madre embrionarias en relación con los que se realizan con células madre adultas. Para la obtención de células madre adultas no hay que acabar con la vida de personas humanas en estado embrionario.
El empleo de células madre embrionarias –insisto, las obtenidas tras acabar con personas humanas en estado embrionario– no había llegado a la cabecera del enfermo, no eran entonces una alternativa terapéutica real, y a día de hoy lo es en muy inferior medida que con células madre adultas, con miles de ensayos exitosos de regeneración de órganos, etc. Las células madre embrionarias suelen originar tumores ya que están programadas para producir enormes cantidades de células en poco tiempo, algo imprescindible para el desarrollo de las personas humanas en su etapa fetal.
Para la doctora Barahona, la ley era además en múltiples ocasiones contradictoria, por afirmar que protegía la dignidad del ser humano cuando permitía la experimentación con personas humanas en estado embrionario. 'Casualmente', el entonces ministro de sanidad, Bernat Soria, era el director del Centro Andaluz de Biología Molecular y Medicina Regenerativa (Cabimer), una de cuyas más importantes líneas de experimentación era el uso de células madre embrionarias. Es decir, el ministro era parte interesada en que la ley se aprobase cuanto antes.
Es evidente que hay leyes cuyo texto no puede considerarse veraz al 100%, y también que pueden existir manipulaciones del lenguaje interesadas, con nula fundamentación científica, que no parecen tener otro objetivo que hacer que creamos que las cosas son como algunos dicen, y no como realmente son. Esto de poner mentiras en las leyes en más común de lo que parece.
Fue la doctora Mónica López Barahona la que, de un modo clarividente y rápido, puso en alerta a la sociedad de la gravedad de determinadas partes de dicha ley y, en concreto, de la frase señalada.
En la mencionada frase se situaban sin diferenciación de ningún tipo términos como gametos, embriones y células embrionarias, como si se tratase de lo mismo, siendo cosas completamente diferentes las unas de las otras, por ser el embrión una persona humana, y los gametos simples células para cuya obtención no es necesario acabar con una vida humana como puede serlo la obtención de células embrionarias. Por lo tanto no es verdad que gametos, embriones y células embrionarias sean categorías equivalentes.
Pero la mentira mayor, ya no media verdad como la anterior, venía escrita al enunciar dicha frase que la investigación con embriones era en ese momento imprescindible en el ámbito de la terapia celular y la medicina regenerativa. Como explicaba la doctora Barahona, en ese momento no había ni un solo estudio clínico en el que pacientes aquejados de cualquier tipo de dolencia susceptible de ser tratada con terapia celular o medicina regenerativa estuviese siendo tratado con células provenientes de embriones y, por lo tanto, obtenidas tras la muerte de personas humanas.
Es decir, en ese momento la ciencia no había demostrado que las células madre embrionarias eran imprescindibles para la terapia celular y la medicina regenerativa, y sin embargo el preámbulo de la ley así lo afirmaba, y la ley iba a permitir el uso indiscriminado de personas humanas en estado embrionario para la experimentación. No había en ese momento ni un solo ensayo clínico con células madre embrionarias, y sí los había (concretamente 4289) con células madre adultas, algo que la ley silenciaba absolutamente. Los ensayos clínicos pueden conocerse en el portal Clinical Trials y todavía a día de hoy son un número bajísimo los que están en marcha con células madre embrionarias en relación con los que se realizan con células madre adultas. Para la obtención de células madre adultas no hay que acabar con la vida de personas humanas en estado embrionario.
El empleo de células madre embrionarias –insisto, las obtenidas tras acabar con personas humanas en estado embrionario– no había llegado a la cabecera del enfermo, no eran entonces una alternativa terapéutica real, y a día de hoy lo es en muy inferior medida que con células madre adultas, con miles de ensayos exitosos de regeneración de órganos, etc. Las células madre embrionarias suelen originar tumores ya que están programadas para producir enormes cantidades de células en poco tiempo, algo imprescindible para el desarrollo de las personas humanas en su etapa fetal.
Para la doctora Barahona, la ley era además en múltiples ocasiones contradictoria, por afirmar que protegía la dignidad del ser humano cuando permitía la experimentación con personas humanas en estado embrionario. 'Casualmente', el entonces ministro de sanidad, Bernat Soria, era el director del Centro Andaluz de Biología Molecular y Medicina Regenerativa (Cabimer), una de cuyas más importantes líneas de experimentación era el uso de células madre embrionarias. Es decir, el ministro era parte interesada en que la ley se aprobase cuanto antes.
Es evidente que hay leyes cuyo texto no puede considerarse veraz al 100%, y también que pueden existir manipulaciones del lenguaje interesadas, con nula fundamentación científica, que no parecen tener otro objetivo que hacer que creamos que las cosas son como algunos dicen, y no como realmente son. Esto de poner mentiras en las leyes en más común de lo que parece.
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