¿Maquillas tus pecados? Éstos "tienen nombre y apellido: hice esto y esto», responde el Papa
Durante la homilía de la misa celebrada este lunes en la capilla de la Casa Santa Marta, el Papa Francisco ha puesto en guardia ante el peligro de maquillar un poco nuestros pecados sin realmente avergonzarnos de ellos dentro de nuestro corazón. Por ello, ha precisado que debemos dejarnos transformar por Jesús, y saber dar nombre y apellido a nuestros pecados.
Según informa Zenit, el Papa explicó que la primera lectura del Profeta Isaías indica el desierto florecerá, los ciegos verán, los sordos escucharán. Y esto, señaló Francisco, “nos habla de renovación” y “era lo que el Pueblo de Israel se esperaba del Mesías”.
La gente “no lo seguía porque estaba a la moda: lo seguía porque el mensaje de Jesús llegaba al corazón”. Y añadió que “Jesús no solo cambiaba lo feo en hermoso, de lo malo en bueno: Jesús hizo una transformación”. No era “un problema de maquillaje”.
Este cambio produce una nueva creación: “Dios había creado el mundo; el hombre cayó en el pecado; vino Jesús a re-crear el mundo. Es este el mensaje del Evangelio que se ve claro: antes de curar a ese hombre, Jesús le perdona sus pecados. Y crea nuevamente a ese hombre de pecador a justo”. Y esto “escandaliza”.
Por este motivo –aseguró el Papa– los doctores de la Ley “iniciaron a discutir y a murmurar”, porque no podían aceptar su autoridad. “Jesús es capaz de volvernos a nosotros los pecadores, personas nuevas”.
Francisco recordó que la Magdalena “tenía dentro una llaga, era una pecadora” y que ella “intuyó que aquel hombre podría curarle la llaga del alma, re-crearla”.
El Pontífice señaló que cuando uno se confiesa y después sigue igual… cuando uno no se deja re-crear por el Señor, pasa a creer que con dos pinceladas de pintura se ha resuelto la historia.
“No, mis pecados tienen nombre y apellido: yo hice esto, esto y esto, y siento vergüenza en el corazón y abro el corazón”. Porque “siempre tratamos de esconder la gravedad de nuestros pecados”, por ejemplo disminuyéndolos, como cuando disminuimos la gravedad de la envidia, que “es una cosa horrible, como el veneno de la serpiente”, que intenta “destruir al otro”.
Francisco subrayó una historia que contaba de un hombre santo estudioso de la Biblia, que tenía un carácter muy fuerte, que profería palabras de ira, pero pedía perdón al Señor. Y después de cada penitencia le preguntaba:
-¿Estás contento Señor?
- No, le respondía.
- Pero te he dado todo.
- No, falta algo, le respondía.
Así este pobre hombre hacia otra y otra penitencia y se sentía repetir:
- No, falta algo.
- ¿Pero que falta Señor?
- Faltan tus pecados. Dame tus pecados, le dijo.
“Esto es lo que el Señor nos pide: dame tus pecados y te haré un hombre nuevo y una mujer nueva. Que el Señor nos de fe para creer en esto”.
Según informa Zenit, el Papa explicó que la primera lectura del Profeta Isaías indica el desierto florecerá, los ciegos verán, los sordos escucharán. Y esto, señaló Francisco, “nos habla de renovación” y “era lo que el Pueblo de Israel se esperaba del Mesías”.
La gente “no lo seguía porque estaba a la moda: lo seguía porque el mensaje de Jesús llegaba al corazón”. Y añadió que “Jesús no solo cambiaba lo feo en hermoso, de lo malo en bueno: Jesús hizo una transformación”. No era “un problema de maquillaje”.
Este cambio produce una nueva creación: “Dios había creado el mundo; el hombre cayó en el pecado; vino Jesús a re-crear el mundo. Es este el mensaje del Evangelio que se ve claro: antes de curar a ese hombre, Jesús le perdona sus pecados. Y crea nuevamente a ese hombre de pecador a justo”. Y esto “escandaliza”.
Por este motivo –aseguró el Papa– los doctores de la Ley “iniciaron a discutir y a murmurar”, porque no podían aceptar su autoridad. “Jesús es capaz de volvernos a nosotros los pecadores, personas nuevas”.
Francisco recordó que la Magdalena “tenía dentro una llaga, era una pecadora” y que ella “intuyó que aquel hombre podría curarle la llaga del alma, re-crearla”.
El Pontífice señaló que cuando uno se confiesa y después sigue igual… cuando uno no se deja re-crear por el Señor, pasa a creer que con dos pinceladas de pintura se ha resuelto la historia.
“No, mis pecados tienen nombre y apellido: yo hice esto, esto y esto, y siento vergüenza en el corazón y abro el corazón”. Porque “siempre tratamos de esconder la gravedad de nuestros pecados”, por ejemplo disminuyéndolos, como cuando disminuimos la gravedad de la envidia, que “es una cosa horrible, como el veneno de la serpiente”, que intenta “destruir al otro”.
Francisco subrayó una historia que contaba de un hombre santo estudioso de la Biblia, que tenía un carácter muy fuerte, que profería palabras de ira, pero pedía perdón al Señor. Y después de cada penitencia le preguntaba:
-¿Estás contento Señor?
- No, le respondía.
- Pero te he dado todo.
- No, falta algo, le respondía.
Así este pobre hombre hacia otra y otra penitencia y se sentía repetir:
- No, falta algo.
- ¿Pero que falta Señor?
- Faltan tus pecados. Dame tus pecados, le dijo.
“Esto es lo que el Señor nos pide: dame tus pecados y te haré un hombre nuevo y una mujer nueva. Que el Señor nos de fe para creer en esto”.
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