Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Para poder dar luz, los cristianos deben ponerse las pilas de la oración, anima el Papa Francisco

ReL

El Papa Francisco en Santa Marta anima a los cristianos a ser luz del mundo, con la oración
El Papa Francisco en Santa Marta anima a los cristianos a ser luz del mundo, con la oración
La pila del cristiano para alumbrar es la oración. Así lo ha indicado el papa Francisco en la misa matutina de Santa Marta de este martes, en la que ha advertido a los cristianos sobre ser sal insípida.

A prevnido también contra la “espiritualidad del espejo” por la que se está más preocupado de iluminarnos a nosotros mismos que llevar a los otros la luz de la fe.

La luz y sal del Evangelio
Francisco ha comentado el Evangelio del día en el que Jesús habla siempre “con palabras sencillas, con comparaciones fáciles, para que todos puedan entender el mensaje”.

De aquí la definición del cristiano sobre ser luz y sal. Ninguna de las dos cosas es para uno mismo; “la luz es para iluminar a otro; la sal es para dar sabor, conservar a otro”.

Al respecto, el Pontífice se ha preguntado cómo puede un cristiano hacer que no disminuya la sal y la luz, para que no termine el aceite para encender las lámparas. Así, ha explicado que la oración es la pila del cristiano para iluminar.

“Tú puedes hacer muchas cosas, muchas obras, también obras de misericordia, tú puedes hacer muchas cosas grandes por la Iglesia – una universidad católica, un colegio, un hospital…- y también te harán un monumento como benefactor de la Iglesia, pero si no rezas eso estará un poco oscuro”, ha observado.

Cuántas obras se convierten en oscuras, por falta de luz, por falta de oración. Lo que mantiene, lo que da vida a la luz cristiana, lo que ilumina, es la oración, ha advertido.

Del mismo modo ha especificado que es la oración “de verdad”, “la oración de adoración al Padre, de alabanza a la Trinidad, la oración de acción de gracias, también la oración de pedir las cosas al Señor, la oración del corazón”.

Ese es “el aceite, la pila que da vida a la luz”. En esta misma línea, ha precisado que la sal “no se da sabor a sí misma”.

El Pontífice ha recordado que la sal se convierte en sal cuando se da. “Y esta es otra actitud del cristiano: darse, dar sabor a la vida de los otros, dar sabor muchas cosas con el mensaje del Evangelio. Darse. No conservarse a sí misma. La sal no es para el cristiano, es para darla. La tiene el cristiano para darlo, es sal para darse, pero no es para sí”, ha recordado.

Al respecto ha observado una curiosidad: las dos, sal y luz, son para los otros, no para uno mismo. La luz no se ilumina a sí misma, la sal no se da sabor a sí misma.

¿Y hasta cuándo podrán durar la sal y la luz si continuamos dando sin pausa? El papa Francisco ha respondido a esta pregunta afirmando que es ahí donde entra “la fuerza de Dios, porque el cristiano es una sal donada por Dios en el Bautismo”, es “algo que te es dado como regalo y continúa a ser dada como regalo si tú continúas dándola, iluminando y dando. Y no termina nunca”.

A este punto, ha hecho referencia a la Primera Lectura, en la que la viuda de Sarepta, que se fía del profeta Elías y así su harina y aceite no se termina nunca.

Así, el Santo Padre ha dirigido un pensamiento a la vida presente de los cristianos: “Ilumina con tu luz, pero defiéndete de las tentaciones de iluminarte a ti mismo. Esto es algo feo, es un poco la espiritualidad del espejo: me ilumino a mí mismo. Defiéndete de la tentación de cuidarte a ti mismo. Sé luz para iluminar, sé sal para dar sabor y conservar”.

Por esto ha insistido en que la sal y la luz “no son para sí mismo”, son para dar a los otros “en buenas obras”. El Santo Padre ha exhortado en la homilía a que resplandezca “vuestra luz delante de los hombres” para que “vuestras obras buenas den gloria al Padre que está en los Cielos”. Es decir, “volver a Aquel que te ha dado la luz y te ha dado la sal”.

Al finalizar, el papa Francisco ha deseado que el Señor “nos ayude en este tener siempre cuidado de la luz, no esconderla, dejarla de lado”. Y la sal, “dar la justa, la necesaria, pero darla” porque así crece. Estas –ha concluido– son las buenas obras del cristiano.
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