Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Es difícil decir «yo soy pecador», admitirlo, pero eso es lo que nos abre a Jesús, explica el Papa

Zenit

Francisco, en la misa matinal de Santa Marta
Francisco, en la misa matinal de Santa Marta
En la medida que nos reconocemos pecadores, nos abrimos al asombro del encuentro con Jesús. Lo indicó el santo padre Francisco en la misa de este jueves por la mañana celebrada en la residencia Santa Marta.

El evangelio del día narra que Pedro confía en el Señor y tira las redes obteniendo una pesca milagrosa, tras una noche de trabajo en vano.

El Papa en su comentarlo señala la fe como un encuentro con Jesús y confía que le gusta pensar: "Jesús pasaba la mayor parte de su tiempo en las calles, con la gente, y al anochecer se retiraba solo a rezar”.

Hay dos modos de encontrar al Señor: el primero es el de Pedro, de los apóstoles y del pueblo. “El evangelio usa la misma palabra sobre esta gente, sobre el pueblo, los apóstoles, y Pedro: se quedaron asombrados”. Y el pueblo “sentía este estupor y decía: Él habla con autoridad. Nunca un hombre ha hablado así”.

En cambio entre los que encontraban a Jesús había otro grupo que no dejaba al asombro entrar en sus corazones. Los doctores de la Ley hacían sus cálculos, tomaban distancia y decían; ´es inteligente, dice cosas verdaderas, pero a nosotros no nos conviene´.

Los mismos demonios --observó el Papa-- confesaban que Jesús era el ´Hijo de Dios´, pero como los doctores de la Ley y los malos fariseos “no tenían la capacidad de asombrarse, estaban cerrados en su autosuficiencia, en su soberbia. Pedro reconoce que Jesús es el Mesías, pero confiesa que es un pecador”. Los demonios “llegan a decir la verdad sobre él”. Mientras que los doctores de la Ley si bien dice “es inteligente, es un rabino capaz, hace milagros”, no dicen “Somos soberbios, somos autosuficientes, somos pecadores”. La incapacidad de reconocerse pecadores nos aleja de la verdadera confesión de Jesucristo.

Es fácil decir que Jesús es el Señor, difícil en cambio reconocerse pecadores. Es la diferencia entre la humildad del publicano que se reconoce pecador y la soberbia del fariseo que habla bien de sí mismo:

“Esta capacidad de decir que somos pecadores nos abre al estupor que nos lleva a encontrar verdaderamente a Jesucristo. También en nuestras parroquias, en la sociedad, entre las personas consagradas: ¿Cuántas son las personas capaces de decir que Jesús es el Señor?, muchas. Pero es difícil decir: ´Soy un pecador, soy una pecadora´. Es más fácil decirlo de los otros, ¿verdad? Cuando se dicen los chismes... Todos somos doctores en ésto, ¿verdad?

Para llegar a un verdadero encuentro con Jesús es necesaria una doble confesión: “Tu eres el hijo de Dios y yo soy un pecador”, pero no en teoría, sino por esto, por esto y por esto...”.

Pedro --indica el Papa-- después se olvida del estupor del encuentro y lo reniega. Pero porque “es humilde se deja encontrar por el Señor, y cuando sus miradas se encuentran él llora, vuelve a la confesión: Soy pecador”.

Y el Papa concluye: “El Señor nos de la gracia de encontrarlo y también de dejarnos que Él nos encuentre. Nos de la gracia hermosa de este estupor del encuentro.
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