Vivir la fe en la dispersa e internacional parroquia católica al norte del círculo polar ártico
La Iglesia Católica es universal y en prácticamente cualquier rincón del mundo, por alejado que esté, se puede encontrar una comunidad católica por pequeña, pobre o precaria que pueda ser.
Una de estas comunidades se encuentra al norte del círculo polar ártico, un lugar muy frio en inhóspito, donde el clima religioso tampoco es siempre agradable. Se trata de los católicos de la ciudad de Harstad, en la isla noruega de Hinnoya, situada a 250 kilómetros al norte del círculo polar ártico.
Aunque es un país rico, esta pequeña parroquia es muy pobre y por ello Ayuda a la Iglesia Necesitada auxilia a esta comunidad.
Tal y como explica la fundación pontificia, el párroco Gunther Jäger procede de Baja Baviera (Alemania) aunque ya ha pasado más de la mitad de su vida en Noruega. En su juventud estuvo en un monasterio de canónigos agustinos en Molde (Noruega) y a continuación completó su formación como sacerdote en Escocia.
Sin embargo, después de la ordenación sacerdotal no regresó al monasterio, sino que prefirió trabajar como párroco. Hace cinco años llegó finalmente a la iglesia de Santa Sunniva, en Harstad, una de las parroquias más septentrionales del mundo, a unos 250 km al norte del círculo polar ártico.
Solo el 1% son católicos, menos que los musulmanes
“Vivimos en una diáspora extrema”, afirma el padre Jäger. Harstad cuenta con unos 25.000 habitantes, entre ellos unos 250 católicos, es decir, alrededor del 1%, lo que significa que es incluso menor al porcentaje de musulmanes. Durante la construcción de la nueva casa parroquial y la vivienda del sacerdote, Jäger está viviendo en un apartamento de la casa contigua a la iglesia, en cuya planta baja está alojada la mezquita.
Alrededor del 75% de los habitantes del país pertenece a la Iglesia evangélico-luterana, pero la mayor parte solo teóricamente pues la tasa de participación en los servicios de la iglesia evangélica es inferior al 1%.
Una parroquia de muchas nacionalidades
La parroquia también se caracteriza por una enorme diversidad: solo alrededor del 10% de los feligreses han nacido en Noruega, el resto está compuesto por personas de otros 51 países, de todos los continentes excepto Oceanía.
Entre ellos hay muchos inmigrantes por cuestiones de trabajo, por ejemplo del Este de Europa, también refugiados de África y Oriente Próximo. ”Se puede imaginar el impresionante cambio que para estas personas significa la vida al norte del círculo polar ártico”, dice Jäger. No hay más que pensar en la noche polar, que comienza a mediados de noviembre y dura unos dos meses, en los que no se ve el sol. Otro de los problemas es el que plantean los diferentes idiomas.
La parroquia organiza su propio curso de noruego, una misa vespertina al mes se celebra en polaco y otra en inglés. Las lecturas bíblicas de la misa del domingo también están disponibles en varios idiomas en la iglesia.
Aunque Noruega se encuentra entre los países más ricos del mundo, la pequeña comunidad de católicos apenas lo nota. “No disponemos de lo más básico, como objetos litúrgicos o libros. Somos una Iglesia pobre en un país rico”, afirma el párroco.
Además, la actual pandemia producida por el Covid-19 ha agravado la situación. "Estamos muy agradecidos de que ACN proporcione material catequético en varios idiomas, incluso en farsi. También estamos profundamente agradecidos por su ayuda económica para la reconstrucción de nuestra iglesia".
No obstante, la vida del párroco se desarrolla muchas veces fuera del edificio de la iglesia. El territorio de la parroquia incluye mucho más que la ciudad de Harstad, a la parroquia de Santa Sunniva pertenecen casi 1.000 fieles.
La distancia entre los diferentes miembros de la comunidad es a menudo enorme. “A veces tengo que viajar más de tres horas en ferry para llegar hasta los parroquianos. En esos lugares no contamos con edificios propios, pero en la mayoría de los casos alquilamos salas de la Iglesia protestante u otras instituciones para celebrar misa”, explica.
Sin embargo, Jäger también ve ventajas en la especial situación de su comunidad: “La distancia geográfica hasta los feligreses puede ser grande, pero humanamente me siento muy cerca de ellos. Apenas tengo trabajo administrativo o de comités, sino que participo directamente en la vida de las personas. El pequeño tamaño de nuestra parroquia me permite dedicar mucho tiempo a la atención individual y pastoral”.