El obispo Rey bendice los oratorios en la Provenza, donde se organizarán peregrinaciones
Un santuario mariano con una ayuda especial para matrimonios «infértiles» o que han perdido un hijo
En Cotignac, en pleno corazón de la Provenza y perteneciente a la activa diócesis de Fréjus-Toulon, se encuentra el santuario el santuario de Notre-Dame de Grâces (Nuestra Señora de las Gracias) y San José, un lugar mariano pero también muy vinculado a la Sagrada Familia que desde hace más de 500 años ha recibido numerosos peregrinos, especialmente familias, para encontrar apoyo y también consuelo.
A día de hoy son muchas que peregrinan hasta ahí, y entre ellas las hay que sufren el drama de la infertilidad, cada vez más patente en la sociedad actual, o que han perdido un hijo y están pasando un duelo. Allí acuden a ponerse a los pies de la Virgen para ofrecerle sus sufrimientos.
Desde este santuario han querido dar respuesta a estos matrimonios que lidian a diario con el deseo de tener un hijo o que por el contrario han perdido uno. Para ello, se han bendecido dos oratorios donde rezar ante Nuestra Señora de la Vida.
Ambos lugares fueron bendecidos por el obispo Dominique Rey el pasado domingo de Ramos y según explicó “hoy la Iglesia escucha el sufrimiento de muchas parejas atravesadas por situaciones vinculadas al nacimiento de su hijo”.
El obispo de Toulon, monseñor Dominique Rey, bendiciendo uno de estos oratorios por la vida
El hermano Hubert-Marie de Bazelaire, rector del santuario, explica que estos oratorios servirán de “ayuda a las parejas que sufren o son víctimas de la ‘cultura de la muerte’”. Pero además, recuerda que “estos santuarios también están vinculados a la vocación de Francia, actualmente muy infiel a esta vocación cristiana de la acogida de la vida naciente”.
Por ello, este religioso se muestra contento y asegura que “estos dos ‘oratorios por la vida’, al servicio de la misericordia, la esperanza y la caridad están ahora a disposición de los matrimonios y las madres en Cotignac, y esto además en el Año de San José”.
Para estos oratorios se han esculpido dos imágenes, ambas relacionadas con María y también con la vida. La primera de ellas, según el hermano Hubert, se refiere a la Presentación de Jesús en el Templo: la ofrenda de María, que viene a depositar a Dios a su hijo recién nacido, se suma así a las alegrías y obstáculos que atraviesan todas las madres. Otra creación, que representa dos manos de roble cargando a un niño de alabastro, simboliza el dolor que se convierte en oración en manos de María y esta vez expresa la agonía de los inocentes que no han visto la luz del día, así como el sufrimiento de las mujeres a quien le hubiera gustado darles la bienvenida en su carne.
Además, explica que estas dos manos no sostienen al Niño, lo ofrecen. Lo presentan con fuerza, como en una cuna formada por la mano todopoderosa de Dios revestida de las miserias y la mano débil del hombre pecador, apretadas y unidas armoniosamente, unas a otras, en este don.
El hermano Hubert-Marie de Bazelaire, rector del santuario de Nuestra Señora de las Gracias
Por su parte, Guillaume d’Alençon, diseñador del proyecto, señala en la web del santuario que “la Virgen María es madre. También es consoladora y embajadora de la divina misericordia. Esta es la razón por la que la segunda imagen ‘María que protege al feto’ mantiene al bebé cerca de su corazón. El mismo Jesús, Salvador de la humanidad, Dios hecho hombre, eligió hacerse muy pequeño, convertirse en embrión”.
Pero además, insiste en que “la Virgen acoge a los que tanto esperan tener un hijo, los anima a confiar en Cristo. Ya sea que nos enfrentemos al drama del aborto, al sufrimiento causado por un aborto espontáneo o a la expectativa incierta de un niño que tarda en llegar, María es el rostro más maravilloso de la misericordia. . Nosotros a sus pies. Ella siempre obtiene de su hijo la paz profunda que buscamos”.
Charlotte confiesa a Famille Chretienne que este santuario es un lugar de consuelo. La joven, que se sometió a un aborto hace unos años bajo la coacción de su familia, y que desde entonces se alejó de la Iglesia, ve aquí “el signo del amor incondicional de Dios”.
Por ello, todos los padres heridos por la pérdida de un hijo antes del nacimiento podrán confiar su dolor a la Virgen depositando una placa grabada con el nombre del niño perdido. Para Camille, que acaba de sufrir un aborto espontáneo, “es un consuelo reconocer a los ojos del mundo la existencia y el duelo de nuestro hijo”.
Por otro lado, el santuario ya ha anunciado la organización de peregrinaciones para las parejas que tengan dificultades para poder tener hijos, para rezar y dejar ante Nuestra Señora de la Vida sus peticiones por la fertilidad.
Una iglesia y un Rey
El origen de la devoción a Nuestra Señora de las Gracias se remonta al 10 de agosto de 1519, cuando Jean de la Baume, un leñador que había subido al monte Verdaille a cortar unos árboles, se arrodilló para rezar antes de comenzar su tarea. Al concluir, se levantó y vio en una nube a la Virgen María con el Niño Jesús en brazos, flanqueada por el arcángel San Miguel y San Bernardo de Claraval.
“Yo soy la Virgen María”, le anunció Nuestra Señora: “Ve y dile a los sacerdotes y a los cónsules de Cotignac que construyan aquí una iglesia bajo la advocación de Nuestra Señora de las Gracias, y que se acuda en procesión para recibir los dones que quiero distribuir”.
Jean pensó que se trataba de una alucinación veraniega y no dijo nada de lo que le había ordenado la Virgen. Pero al día siguiente, cuando regresó al mismo lugar para trabajar, la aparición se repitió, y entonces sí transmitió el mensaje a las autoridades de Cotignac.
Poco más de un mes después, el 14 de septiembre, se puso la primera piedra del santuario, donde efectivamente la Madre de Dios ha concedido en el último medio milenio toda clase de favores y milagros.
Una de sus intervenciones más conocidas tiene que ver con el Rey Sol, Luis XIV, el monarca que gobernó Francia durante un larguísimo periodo (72 años, entre 1643 y 1715) coincidente con su mayor grandeza. Sus padres, Luis XIII y la española Ana de Austria, hija de Felipe III, que había tenido un embarazo fallido, no conseguían dar un heredero al reino desde su matrimonio en 1615.
El 3 de noviembre de 1637, la Virgen se apareció al hermano Fiacre, un religioso agustino, a quien mostró un niño y anunció: “No tengas miedo, soy la Madre de Dios, y el niño al que ves es el Delfín [heredero] que Dios quiere dar a Francia. Para que quede claro, que quiero que se avise a la Reina de que haga tres novenas en mi honor, he aquí la misma imagen que está en Nuestra Señora de las Gracias, en Provenza, y la fachada de la iglesia”.
El hermano Fiacre hizo las novenas en nombre de la Reina, una a Nuestra Señora de las Gracias, otra a Notre Dame de parís y la última a Nuestra Señora de las Victorias. El 5 de septiembre de 1638 nació Luis XIV, quien veintidós años más tarde, el 21 de febrero de 1660, acudió a Cotignac acompañado de su madre a dar las gracias por su nacimiento.