Muere Vladimir Bukovski, el disidente que desafió a la URSS y sufrió en sus carnes el totalitarismo

“Nosotros no queríamos hacer ninguna revolución ni contrarrevolución. La nuestra era una especie de defensa filosófica. No pretendíamos cambiar el sistema, mejorarlo ni  empeorarlo, y mucho menos destruirlo. Nuestras protestas se fundaban en el hecho de que decíamos: ‘quieren construir el comunismo; pues bien ¡háganlo! Pero háganlo sin nosotros, déjennos en paz… ¿podemos vivir de tal modo que en medio de su comunismo también exista un pequeño espacio para nosotros, donde no trataremos de construir nada, sino simplemente vivir?’”.

Esto es lo que pensaba Vladimir Bukovski, fallecido este domingo a los 76 años y uno de los grandes disidentes del régimen soviético, siendo todavía muy joven y antes de experimentar en sus carnes que el comunismo era una ideología netamente totalitaria y la URSS su aplicación práctica.

12 años en campos de trabajo y psiquiátricos

En 1960 inició este movimiento disidente dentro de la URSS realizando concentraciones en la plaza Majakovski. Finalmente pasó 12 años en campos de trabajo forzado soviéticos y en centros psiquiátricos. De hecho, fue él quien reveló al mundo el uso que hacía la URSS de los manicomios para combatir a los disidentes.

Tal y como recoge Asianews, el 27 de octubre falleció Vladimir Bukovski, uno de los más notorios disidentes soviéticos y fundador del movimiento por los derechos humanos, tras haber estado ingresado en el Hospital de Cambridge debido a un infarto.

Bukovskij nació el 29 de diciembre de 1942 en una pequeña localidad en los Urales, en el territorio de la república soviética de Baskortostán, durante la evacuación a raíz de la invasión nazi, en la Segunda Guerra Mundial. 

Los escritores "prohibidos"

En 1960, siendo todavía muy joven, fue uno de los iniciadores de las concentraciones en el monumento a Majakovski, en la homónima plaza moscovita, que representaron la primera expresión pública del movimiento soviético de disidencia Los jóvenes se reunían para escuchar las poesías de los escritores “prohibidos”, empezando por las composiciones censuradas por el mismísimo Vladimir Majakovski, un poeta revolucionario que se suicidó en 1930 por la decepción al ver la deriva dictatorial del régimen bolchevique.

Por ello, pasó 12 años en los campos de concentración soviéticos y en manicomios, donde se encerraba a los opositores del régimen. El último arresto fue en 1971, con una condena de 7 años. En 1976 fue intercambiado por el líder comunista chileno Luis Corvalán, una operación que tuvo amplia resonancia en la opinión pública internacional. Luego vivió en Gran Bretaña, pero solía viajar a su suelo natal y narraba las violaciones de los derechos humanos cometidas en la URSS.

En 1999, durante una entrevista con Radio Svoboda, Bukovskij contó cómo se había gestado su conciencia de activista en favor de los derechos humanos a la temprana edad de 16 años, tras la lectura de textos del siglo XIX, como los ensayos de Herzen, uno de los primeros socialistas rusos, que no aceptaba las teorías marxistas.

Sus críticas también a Occidente

Bukovski representó la disidencia “laica”, que reclamaba reformas en la URSS, orientadas al socialismo democrático y liberal. El inicio del samizdat estuvo ligado fundamentalmente a los poetas: Pasternak, Mandelstam, Anna Akhmatova, exponentes de la inteligentzia rusa de los años posteriores a la revolución, que tenían fuertes lazos con la Rusia anterior y veían con preocupación el futuro.

Vladimir Bukovskij obtuvo un Doctorado en Biología en la Universidad de Cambridge y se dedicó al estudio de la neurofisiología. Su encierro en los hospitales psiquiátricos de la URSS lo empujó a interesarse por los mecanismos profundos de la psique. En 1971 él mismo había reveló al mundo la forma en que el régimen ruso utilizaba los manicomios para combatir a los disidentes, y sacó a la luz un explosivo documento sobre el tema.

Tras un período de notoriedad, en Occidente cayó en el olvido su figura, a causa de sus acusaciones sobre las burocracias occidentales (en particular, contra la Unión Europea), que, a su modo de ver, no eran sino la perfecta continuación del régimen soviético.