Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

La contundente argumentación de Grégor Puppinck

Por qué las instituciones europeas no pueden (si respetan sus leyes) establecer un derecho al aborto

Mujer embarazada muestra una ecografía de su bebé.
El hecho insoslayable de que el ser humano en gestación es un ser humano deslegitima cualquier intento de convertir su eliminación en un derecho. Foto: Volodymyr Hryshchenko / Unsplash.

ReL

La sentencia del Tribunal Supremo de Estados Unidos del 24 de junio sobre el aborto, que deroga la decisión de 1973 en el caso Roe contra Wade, ha provocado la ira de los progresistas que, como reacción, querrían hacer del aborto un derecho fundamental consagrado en la Constitución y garantizado por la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea.

En realidad, el aborto no puede ser un derecho real. ¿Por qué? Ésta es la argumentación de Grégor Puppinck en el número 350 (septiembre de 2022) de La Nef:

No hay "derecho" al aborto

La afirmación según la cual el aborto es un derecho se basa en una mentira. En primer lugar, está la mentira de que el aborto es "asistencia sanitaria", que es "seguro", que su legalización reduciría la mortalidad materna o que las mujeres serían víctimas de "embarazos forzados", como si el embarazo fuera inevitable. También existe la mentira de que sería imposible evitar o reducir el uso del aborto, o que el aborto sería una condición para la igualdad entre hombres y mujeres. Todas estas mentiras pueden ser fácilmente refutadas.

Aunque la mayor mentira sobre el aborto es la negación de la existencia del niño abortado. En esta mentira se basa el llamado derecho al aborto. Es la ignorancia del niño la que permite presentar el aborto como un derecho de la mujer sobre su propio cuerpo; esto es lo que hizo el Tribunal Supremo en la decisión Roe vs Wade de 1973, y fue un error entonces como lo es ahora. ¡Es una burda mentira porque el aborto se realiza, obviamente, sobre un niño! Es el niño el que es abortado, no la madre.

Esta mentira va más allá, ya que los promotores del aborto siempre se cuidan de evitar hablar de él abiertamente: utilizan perífrasis como "procedimiento", "regulación menstrual", "derecho reproductivo" o "derecho de la mujer" para evitar decir "aborto". No asumen la sangrienta realidad de lo que promueven. Esta mentira es difundida por los lobbies internacionales del aborto y las Naciones Unidas; es una condición del derecho al aborto.

Grégor Puppinck.

El frances Grégor Puppinck es director del European Centre for Law and Justice [ECLJ, Centro Europeo por el Derecho y la Justicia], uno de los principales baluartes europeos de la vida, la familia, la libertad de enseñanza y la libertad religiosa frente a las imposiciones ideológicas de la Comisión Europea.

Esta fue la mentira en la que se basó el caso Roe vs Wade, y es esta mentira la que el Tribunal Supremo de los Estados Unidos ha rechazado finalmente en su reciente fallo, más conocido como Dobbs. Es cierto que siguió al Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), que ya había declarado que el embarazo y el aborto no son solo una cuestión de la vida privada de la madre, sino también del "niño no nacido" que lleva dentro, así como del "padre potencial" del niño y de la sociedad (casos Brügemann y Boso).

El embarazo y el aborto van más allá de la vida privada de la madre porque el niño existe, aunque solo se describa como un ser humano en potencia. Además, en varios casos importantes, el Tribunal Europeo ha aplicado el Convenio Europeo al niño desde antes de su nacimiento, en relación con el derecho a la vida, el respeto a la intimidad e incluso la prohibición de la tortura en relación con el sufrimiento del feto durante el aborto. En varios casos, el TEDH ha dictaminado que la protección otorgada por el Estado al feto está justificada en vista de los "derechos y libertades de los demás" (casos Costa y Pavan y Parrillo vs. Italia). Como bien señala el juez Pinto de Albuquerque [en su voto particular], esto significa que "el embrión es un 'otro', un sujeto con estatus jurídico".

No hay derecho a la existencia de otros

Esta es la razón fundamental por la que el aborto nunca puede ser un "derecho" subjetivo: porque nadie puede tener un derecho arbitrario sobre la existencia de "otros". Esto es también lo que dice el Tribunal Supremo cuando afirma que "el aborto es diferente [de otras prácticas] porque destruye lo que Roe llama una 'vida potencial' y lo que la ley [de Mississippi] llama un 'ser humano no nacido'".

De ello se desprende, como ha dejado claro el Tribunal Europeo en varias ocasiones, que el derecho al respeto de la vida privada "no puede [...] interpretarse en el sentido de que establece un derecho al aborto" (casos A., B. y C. contra Irlanda y P. y S. contra Polonia).

Además, a lo largo de su jurisprudencia, el Tribunal Europeo ha dejado claro que el Convenio no garantiza ningún derecho a someterse a un aborto, ni a practicarlo, ni siquiera a asistir impunemente a su realización en el extranjero. También ha dictaminado que la prohibición del aborto no viola en sí misma el Convenio Europeo (casos Silva Monteiro Martins Ribeiro contra Portugal, Jean-Jacques Amy contra Bélgica, Jerzy Tokarczyk contra Polonia, A., B. y C. contra Irlanda).

Por tanto, no existe el derecho al aborto en el Convenio Europeo de Derechos Humanos, ni en la Constitución estadounidense. Además, los numerosos compromisos internacionales asumidos por los Estados para reducir y prevenir el aborto demuestran que este no es un derecho, ya que si fuera realmente un derecho fundamental, sería absurdo e injusto impedir su uso. Disfrazar el aborto como un derecho no cambia la naturaleza del acto.

Hay que entender que los derechos humanos no son creados por los jueces y los parlamentos: son preexistentes. La gente los proclama, declara y reconoce, pero no los crea. ¿Qué es un derecho humano? Es la garantía que ofrece el Estado a cada persona para respetar su capacidad de realizar las potencialidades de la naturaleza humana: pensar, aprender, expresarse, rezar, asociarse, fundar una familia. Los derechos humanos no garantizan cualquier cosa, sino que protegen el ejercicio de las facultades humanas con las que nos realizamos como seres humanos.

Los derechos humanos se derivan de la naturaleza humana y la protegen. Pero, ¿puede decirse que una mujer se realiza y se humaniza abortando al hijo que lleva dentro? Ciertamente no, el sufrimiento causado por el aborto está ahí para demostrarlo. Si el aborto fuera un derecho, no causaría sufrimiento. La diferencia entre un derecho fundamental y el aborto es evidente. El aborto nunca puede ser un "derecho fundamental" porque su objeto primario y directo es el mal: la destrucción de la vida humana inocente, sean cuales sean la intención o las razones de esta destrucción.

Recién nacido con su madre.

Si el aborto no se interpone en su camino, todo embarazo culmina la primera parte del desarrollo de un ser humano distinto a la madre e inocente de cualquier circunstancia vinculada a su concepción, gestación o nacimiento. Foto (contextual): Isaac Quesada / Unsplash.

No tiene sentido gritar que el aborto es un derecho para convertirlo en tal, ni siquiera para consagrarlo en la Constitución o en la Carta de Derechos Fundamentales. No cambia la realidad del acto. Así que sí, no hay derecho al aborto en la Convención Europea, ni en la Constitución americana. Pero hay un derecho a la vida, que a veces se define como garantizado desde la concepción.

La Convención estadounidense de Derechos Humanos establece que "toda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este derecho debe ser protegido por la ley, y generalmente desde el momento de la concepción. Nadie puede ser privado arbitrariamente de la vida". A este respecto, el Tribunal Europeo reconoce que los Estados pueden "optar legítimamente por considerar al niño no nacido como una persona y proteger su vida". Al igual que el Tribunal Supremo, el Tribunal de Estrasburgo deja a los Estados la libertad de determinar "el punto de partida del derecho a la vida" y, por tanto, de permitir o no el aborto (caso Vo contra Francia).

Se trata de una concesión hecha por el juez para tolerar legalmente el aborto, y se basa en otra mentira: a saber, la falsa distinción entre la realidad del "niño no nacido" y la noción legal de "persona". Para permitir el aborto, el TEDH se declara incapaz de "saber si el niño no nacido es una 'persona'", aunque reconoce que pertenece "a la especie humana" (caso Vo contra Francia). Esta mentira es la que permite a los jueces hacer la vista gorda con el aborto, y dejar que cada estado decida.

La situación es muy parecida ahora en Estados Unidos, donde cada Estado puede regular o prohibir el aborto.

Un progreso, pero no suficiente

Es un avance respecto a la situación anterior, pero no es suficiente porque el Tribunal Supremo aún no otorga protección jurídica al ser humano antes de nacer. Sin embargo, esto es necesario, especialmente para prohibir los abortos tardíos, que el Tribunal Supremo califica de "práctica bárbara".

Queda mucho camino por recorrer para que la sociedad occidental recupere la conciencia del valor de toda vida humana, incluso la más débil. Pero cada vez son más los médicos y matronas que se niegan a practicar abortos. Cada vez está más claro que aspirar y aplastar un feto, aplastar su cráneo y desmembrarlo para extraerlo, o inyectar veneno en su corazón es un delito. Esta es la sangrienta realidad del aborto. Es porque el aborto es, en sí mismo, un crimen que sus promotores han entrado en pánico moral desde la sentencia del Tribunal Supremo de EE.UU.; porque este crimen está a la vista; ya no se esconde detrás del llamado derecho constitucional al aborto que les ofrecía una falsa garantía moral.

Tienen pánico, incluso en Francia y en Europa, donde la práctica del aborto está lejos de estar amenazada. Su pánico revela su propia debilidad, su inseguridad moral. No tienen más argumentos que las invectivas y la apología del aborto. Pueden aprobar repetidas resoluciones, consagrar el aborto como derecho supremo, censurar a los defensores de la vida humana: nada de eso cambiará. El aborto seguirá siendo un acto sangriento, un dogma tabú que se apoya en la arena de la mentira, y que acabará por derrumbarse; pues con cada nueva generación, las conciencias puras de los jóvenes se rebelan contra este crimen que clama justicia al cielo.

Traducido por Verbum Caro.

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