Martes, 05 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

El sacerdote ortodoxo formado en una universidad pontificia que propugna la «nueva evangelización»

Bogdan Teleanu, sacerdote ortodoxo rumano
Gracias a una beca del CARF, el padre Teleanu ha podido estudiar Comunicación Institucional en la Universidad de la Santa Cruz de Roma

Gerardo Ferrara / CARF

El padre Bogdan Teleanu nació en Zarnesti, Brasov, (Rumania). Tiene 46 años. No es católico, sino un sacerdote ortodoxo, del Patriarcado de Rumania, pero decidió formarse en la Universidad de la Santa Cruz de Roma, una universidad católica además de pontificia, para luego volver a su país y ayudar a la Iglesia rumana y enfrentarse así a las muchas dificultades actuales. Se licenció en Comunicación Institucional de la Iglesia.

Sus estudios le capacitaron para trabajar en la Oficina de Prensa del Patriarcado Ortodoxo Rumano. Alguna de sus experiencias más bonitas han sido cubrir la visita a Rumania del Papa Francisco en 2019. “Gracias a las herramientas adquiridas en los estudios de comunicación en la Santa Cruz he podido ser mejor comunicador y portavoz”, afirma el P. Bogdan.

Tiene además un doctorado en Teología cursado en su país, especializado en catequética y homilética. “He enfocado mi actividad comunicativa en la intensificación del diálogo entre la Iglesia y la cultura, pues la Iglesia es creadora de auténticos valores culturales. Esto es muy importante en un país como Rumania, donde todavía nos enfrentamos con los problemas creados por la dictadura comunista que duró tantos años”, afirma.

El P. Bogdan Teleanu es muy conocido en su país tanto por su labor de evangelización como de servicio pastoral, sobre todo en este último año de pandemia. Está casado y tiene tres hijos. En la Iglesia Ortodoxa pueden recibir la ordenación sacerdotal después de casarse, aunque no pueden ser obispos.

- El año 1999 marca una época muy particular en la historia de Rumania tras diez años de la caída del régimen comunista.

-Efectivamente, el primer viaje de un Papa católico a nuestro país de mayoría ortodoxa: San Juan Pablo II. Fue el 9 de mayo de 1999 ¡Una fecha histórica! Aún me acuerdo – pues en aquella época yo ya trabajaba en la Oficina de Prensa del Patriarcado Ortodoxo – cuando, en el parque Podul Izvor de Bucarest, al final de la celebración eucarística presidida por el Papa, en presencia del patriarca Teoctist, católicos y ortodoxos lanzaron un grito inesperado: "Unitate! Unitate!”, que en nuestro idioma quiere decir “¡Unidad, unidad!”. Esas imágenes se han quedado en la memoria de todos los rumanos. Y fue precisamente durante la primera visita de Juan Pablo II cuando me informaron sobre la Facultad de Comunicación de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz.

Bogdan Teleanu, sacerdote ortodoxo rumano

-¿Y cómo ha sido la experiencia de ser cura ortodoxo en una universidad pontificia, en Roma?

-Siempre repito, hablando de esa experiencia tan rica, lo que los Padres de la Iglesia dicen: “No hay camino más largo que el camino entre la mente y el corazón”. Y para mí, en particular, ser un ortodoxo en una universidad pontificia fue una conexión entre la mente y el corazón. Salvé las dificultades del idioma y de viajar a Rumania para estar con mi familia. Doy las gracias a los benefactores que gracias a ellos pude estudiar en Roma. Su contribución es fundamental.

-¿Qué significa, en su opinión, ser un comunicador?

-Pues, para mí, siendo religioso, es ante todo un acto de purificación, es decir hacer que tus sentimientos coincidan con lo que comunicas. Ignorar tus problemas internos, no purificar tu conciencia ¡significa comunicar una mentira! El mecanismo de comunicar la fe se encuentra en ese “proceso de conciencia”, que es mirar dentro de nosotros mismos y encontrar algo que nos ilumine, nuestra razón de ser: la bondad y la santidad materializadas en el rostro de Cristo.

Nosotros somos los “cables” que unen a las distintas instituciones y personas. Si no se cuidan estos “cables”, o sea procurando tener una conciencia moral sin pecado, es muy difícil transmitir la realidad sobre la Iglesia o las necesidades familiares, profesionales y personales de las personas. Por lo tanto, ante todo se necesita una concordancia entre pensamiento y expresión.

 - Hablando de pensamiento y expresión, ¿cómo vivió de niño el régimen comunista?

-Mi esfuerzo es guardar esa memoria esencial de todo lo que me pasó a mí personalmente. Estoy convencido de que es fundamental, a nivel histórico, guardar la esa “gran memoria salvadora” que constituye la espiritualidad del pueblo rumano.

Ya desde niño, como mucha gente de mi pueblo, yo era cristiano… Sin embargo, todo el mundo vivía en el miedo, incluso mis padres nos recomendaban de que no habláramos de lo que escuchábamos en la radio, de Europa, de la libertad, de la oración, de nuestra fe. Pero yo no conseguía aceptar ese miedo, hasta en la escuela me opuse al régimen comunista. Una vez, por ejemplo, el profesor de historia del gimnasio nos preguntó a los niños si íbamos a la iglesia. Todo el mundo iba, pero nadie se atrevía a hablar, pues sabíamos cuál era el verdadero objetivo de aquel profesor. Pues, resulta que sentí una rebelión en mi corazón, me levanté y le dije: “¡Yo siempre voy a la iglesia!”. Y bueno, él se sorprendió y me preguntó por qué creía en Dios. Le respondí: “El universo debe tener un fin, y creo que el fin del universo está en manos de Dios”. Su reacción fue buena, pues ¡me dijo que yo era un chico muy valiente!

- ¿Qué es lo que queda hoy en día de aquella época?

- La falta de valores, por lo general… Y la pobreza y la desigualdad. Los problemas creados por un régimen político ateo, como era el sistema comunista, no representaron una novedad para el mundo cristiano, ya que la visión de la realidad del comunismo tiene mucho en común con la visión herética de tipo dualista-maniquea: de hecho, el comunismo también dividía el mundo en dos ámbitos totalmente independientes y opuestos, el bien y el mal.

Sin embargo, el cristianismo tiene la capacidad de proponer un camino intermedio que permita el diálogo no solamente entre cristianos, sino también entre el cristianismo y el mundo secular. Pero hoy, más de lo que se cree, es necesaria una “nueva evangelización” en la propia cultura nacional, también para responder a los nuevos problemas, a las nuevas dificultades que no son supuestamente provocadas por la dictadura comunista.

-¿Cómo cuáles?

-Me acuerdo de lo que nos dijo el papa Juan Pablo II: “Ustedes que se han liberado de la pesadilla de la dictadura comunista, no se dejen engañar por los falsos y peligrosos sueños del consumismo. Ellos también matan el futuro. Jesús os hace soñar con una nueva Rumania, una tierra donde Oriente y Occidente puedan encontrarse en hermandad. Esta Rumania está en vuestras manos. Construidla juntos, con audacia. El Señor os la confía”. En aquella época no sabíamos cuáles eran los problemas del consumismo y de una sociedad materialista… Hoy sí los vemos.

- La emigración también es un problema..

Si antes vivíamos en un país casi aislado del mundo exterior, hoy tenemos la llaga de la inmigración y, sobre todo, de la emigración, pues hay muchísimos rumanos en el extranjero. La Iglesia Ortodoxa de Rumania está muy comprometida en apoyar a las familias de los que emigraron, especialmente cuidando a los niños que se quedan solos en el país porque sus madres y padres se ven obligados a ir al extranjero a trabajar para enviar dinero a su casa.

A estos niños en Rumania se les llama “huérfanos blancos”. Según estimaciones, de 5 millones de niños rumanos, 750 mil se ven afectados de manera más o menos violenta por la partida de sus padres. De ellos, 350 mil han sido privados de uno de los dos padres, mientras que 126 mil de ambos padres. Pero son más de 400 mil niños los que han experimentado, durante un período de su vida, una forma de soledad.

Bogdan Teleanu, sacerdote ortodoxo rumano

-…Y sé que usted está muy involucrado en este tipo de cuidado a las periferias existenciales, como las llama nuestro papa Francisco.

-Sí, así es, y sobre todo a partir del año pasado, cuando tuve que dejar mi trabajo en la Oficina de Prensa del Patriarcado Rumano Ortodoxo después de ser nombrado párroco de la iglesia de San Pantelimón, en el centro de Bucarest. El antiguo párroco, pues, se quedó enfermo y falleció a causa del COVID. Y yo, siendo también padre de familia, tuve que renunciar a algunas responsabilidades para llevar a cabo las actividades de la parroquia que, de hecho, es una realidad muy difícil, no tanto por la gente, sino por el trabajo que queda por hacer, por las condiciones laborales, las necesidades de los parroquianos.

Los problemas pastorales son diversos y complicados. Sin embargo, a mí, en particular, me ha servido mucho la formación adquirida con los estudios de comunicación, pues creé una página web para promover un programa que he lanzado y al que he llamado Ateneo di San Pantelimón. Hacemos espectáculos de teatro (de los cuales soy guionista y autor) para todos aquellos que quieran participar: gente de la parroquia, niños, migrantes, etc. En nuestra actividades intentamos volver a descubrir nuestro patrimonio artístico, histórico, cultural, musical… Además, hemos refundado un antiguo periódico, que había sido cerrado en la época comunista, y con mi esposa, quien trabaja para la televisión de la Eparquía, hemos realizado un documental sobre cómo, por casualidad, descubrimos la existencia de este periódico y cómo trabajamos para volver a publicarlo.

-¿Cuál es la situación actual en el camino de unidad entre católicos y ortodoxos?

-Bueno, se sigue avanzando… Ya en 2002, el Patriarca Teoctist le devolvió la visita a Juan Pablo II en Roma y, en esa ocasión, los dos líderes religiosos firmaron una Declaración conjunta en la que reafirmaron el compromiso de “orar y trabajar para lograr la plena unidad visible” entre todos los discípulos de Cristo. Nuestro propósito y nuestro ardiente deseo es la plena comunión, que no es absorción, sino comunión en la verdad y el amor. Es un camino irreversible, que no tiene alternativas: es el camino de la Iglesia.

Otro momento fundamental ha sido la visita de Papa Francisco en 2019, quien nos recordó que en este momento tan particular, todos, católicos y ortodoxos rumanos, debemos ser valientes. El mundo está afligido por muchos, dramáticos problemas. Todos estamos llamados a trabajar por la unidad de toda la raza humana, por la solidaridad, por la paz, siempre recordando aquellas maravillosas palabras de Juan Pablo II: “¡no temáis!”. Creo que este mensaje sigue siendo hoy el fundamento de la unidad y de nuestro camino para que los cristianos demos frutos de paz y solidaridad en nuestro país y en el mundo entero.

-Y en este sentido es muy importante el papel de la comunicación de la fe…

-¡Por supuesto! Los medios de comunicación pueden jugar un papel importante, siendo un medio de presión que puede contribuir al cambio sociopolítico, cultural, de valores, incluso climático del país y en el mundo. Yo siempre digo que no podemos ser como Yuri Gagarin: ir al cielo y volver sin querer encontrar a Dios en este mismo cielo. Al contrario, nosotros los comunicadores cristianos tenemos que seguir explorando la realidad, estudiando, utilizando todo medio a nuestro alcance para navegar en nuestro espacio, nuestro cielo, que es la mente humana, necesariamente permeada por la memoria salvadora de Dios, que vive en ella, y en la cual tenemos que vivir juntos.

Entrevista publicada en la web de CARF Fundación, dedicada a la formación de seminaristas y sacerdotes de países pobres o donde se da persecución.

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