Tensión a la espera del cambio en la Casa Blanca
La Iglesia lituana y la Iglesia letona, actitudes muy distintas ante una hipotética crisis con Rusia
En torno a la situación en los países bálticos, donde paso a paso va preparándose una grave crisis con Rusia en la que están implicados Estados Unidos y la OTAN, ha escrito Stefano Magni en La Nuova Bussola Quotidiana un interesante análisis:
El Brexit y la elección de Donald Trump han monopolizado la atención en los últimos meses. Con el foco de los medios de comunicación apuntando hacia Occidente, sobre el mundo anglosajón, se ha dedicado menor atención a la Europa del Este, al mundo ex soviético, a los países bálticos, que sin embargo se encuentran todavía en medio de una crisis militar y política con Rusia.
En octubre, los rusos desplegaron en el enclave de Kaliningrado misiles Iskander de alcance medio, potencialmente también nucleares. Y en los primeros meses de 2017, dentro ya de muy poco, comenzará el despliegue de la nueva fuerza multinacional de la OTAN en las tres repúblicas bálticas y en Polonia. La respuesta rusa y las contrarréplicas occidentales serán cruciales para determinar el resultado de la crisis, teniendo en cuenta que el recién elegido presidente de Estados Unidos y su designado secretario de Estado, Rex Tillerson, son mucho más filorrusos que sus predecesores. Por tanto, podrían cambiar todas las cartas sobre la mesa. Pero hay quien, entre las clases dirigentes locales, hace hipótesis con que Vladimir Putin pueda “probar” las intenciones del nuevo presidente abriendo una crisis sin precedentes en el Báltico en cuanto tome posesión.
La posición de la Iglesia lituana
Esta tensión tiene también una dimensión religiosa. Un país como Lituania, centro de la resistencia católica en la Unión Soviética, vive esta etapa como una pesadilla y los obispos locales están en alerta ante el comportamiento del vecino ruso.
El arzobispo Gintaras Grusas, presidente de la conferencia episcopal lituana, nacido en Estados Unidos en el ambiente de la diáspora lituana, considera que, entonces como hoy, “la mentalidad del viejo imperio soviético aún vive, y muchos en Rusia consideran las tres repúblicas bálticas como partes de ese imperio”, declaraba estos días el arzobispo a Catholic News Service: “Pero los lituanos combatieron duramente para recuperar su independencia y están decididos a defenderla. Demostraron estar dispuestos a pagar un elevado tributo por la libertad y lo están demostrando de nuevo, a juzgar por el número de voluntarios que se alistan en el ejército”.
Lituania, en época soviética, no se rindió a la ocupación. En el decenio posterior al final de la Segunda Guerra Mundial, el ejército siguió combatiendo una guerra de guerrillas en los bosques del país. La fe católica constituyó un fuerte baluarte cultural contra la sovietización, como evidencia la resistencia de lugares prohibidos como la Colina de las Cruces, con sus crucifijos llevados allí desde todos los rincones del país por peregrinos que se arriesgaban a ir a la cárcel.
Monseñor Grusas afirma: “En cuanto Iglesia, seguimos al Papa Francisco animando a la oración por la paz. También preservamos el espíritu comunitario y ayudamos a la gente a encontrar la verdad, en un momento en el que la propaganda rusa se difunde por los medios e internet en lengua rusa”.
La posición de la Iglesia letona
En el National Catholic Reporter, el padre Paul Klavins, portavoz de la Iglesia letona, le responde indirectamente afirmando lo siguiente: “Pienso que todo esto se está exagerando. Desde el momento en el que es difícil conocer una verdad definitiva, no es sorprendente que la gente esté confusa. Las informaciones siempre están manipuladas, tanto las de los grandes medios como las que llegan por canales informales. Pero no percibo una gran sensación de inseguridad entre los católicos en su vida cotidiana”.
La actitud de la Iglesia letona ante Rusia es muy diferente, por no decir opuesta: “Probablemente los militares lo saben mejor -dice el padre Klavins-, pero en realidad no tenemos ningún problema concreto con Rusia. Los políticos quieren asustarnos, subrayando la presencia militar rusa en nuestras fronteras. Pero la Iglesia no expresa ninguna opinión particular sobre este asunto, ni se le ha pedido ninguna orientación moral y espiritual al respecto”.
En sentido contrario, en su entrevista monseñor Grusas sostiene que “siempre existe tensión, porque estamos muy cerca de las fronteras rusas y es difícil defender nuestro país. En ese sentido, tener tropas de la OTAN sobre nuestro suelo es una prueba de que no estamos abandonados a nosotros mismos”.
El Letonia, el arzobispo Zbignevs Stankevics, con motivo del 25º aniversario de la independencia del país (el pasado 21 de agosto), había enumerado los peligros del futuro: el fundamentalismo islámico, un “laicismo agresivo y totalitario”, la crisis demográfica, las desigualdades sociales y las fuerzas centrífugas de Europa. Rusia no aparece en el elenco de amenazas.
Dos razones para la diferencia
¿Cómo es posible que en dos países tan próximos, con una historia tan similar y una crisis que también hoy les asemeja, den lugar a opiniones tan diferentes por parte de la jerarquía de las Iglesias locales? Probablemente no se trata de que los recuerdos sean diferentes. También Letonia fue ocupada por los soviéticos, en los mismos años que Lituania: tanto en el periodo de guerra (19391941) como en la postguerra (a partir de 1944).
Pero hay un factor de distinción que no es indiferente: Riga es una capital con una potente minoría rusa y en la región de la Latgalia los rusos son mayoría. En todo el país constituyen casi una tercera parte (el 27%) de la población. En Lituania, por el contrario, la minoría rusa es numéricamente poco relevante.
También hay una notable diferencia religiosa. Lituania tiene un 77% de población católica. En Letonia, por el contrario, los católicos son una minoría: una carta parte de la población. Y deben convivir puerta con puerta con una fuerte minoría rusa del Patriarcado de Moscú (el 18% de la población).
En caso de que estallase realmente una guerra con Rusia, el riesgo que atemoriza a Lituania es el de una invasión (para la cual el país se está preparando activamente), mientras que lo que teme Letonia es una guerra civil. Esto basta para explicar conductas tan diversas.
Traducción de Carmelo López-Arias.
El Brexit y la elección de Donald Trump han monopolizado la atención en los últimos meses. Con el foco de los medios de comunicación apuntando hacia Occidente, sobre el mundo anglosajón, se ha dedicado menor atención a la Europa del Este, al mundo ex soviético, a los países bálticos, que sin embargo se encuentran todavía en medio de una crisis militar y política con Rusia.
En octubre, los rusos desplegaron en el enclave de Kaliningrado misiles Iskander de alcance medio, potencialmente también nucleares. Y en los primeros meses de 2017, dentro ya de muy poco, comenzará el despliegue de la nueva fuerza multinacional de la OTAN en las tres repúblicas bálticas y en Polonia. La respuesta rusa y las contrarréplicas occidentales serán cruciales para determinar el resultado de la crisis, teniendo en cuenta que el recién elegido presidente de Estados Unidos y su designado secretario de Estado, Rex Tillerson, son mucho más filorrusos que sus predecesores. Por tanto, podrían cambiar todas las cartas sobre la mesa. Pero hay quien, entre las clases dirigentes locales, hace hipótesis con que Vladimir Putin pueda “probar” las intenciones del nuevo presidente abriendo una crisis sin precedentes en el Báltico en cuanto tome posesión.
La posición de la Iglesia lituana
Esta tensión tiene también una dimensión religiosa. Un país como Lituania, centro de la resistencia católica en la Unión Soviética, vive esta etapa como una pesadilla y los obispos locales están en alerta ante el comportamiento del vecino ruso.
El arzobispo Gintaras Grusas, presidente de la conferencia episcopal lituana, nacido en Estados Unidos en el ambiente de la diáspora lituana, considera que, entonces como hoy, “la mentalidad del viejo imperio soviético aún vive, y muchos en Rusia consideran las tres repúblicas bálticas como partes de ese imperio”, declaraba estos días el arzobispo a Catholic News Service: “Pero los lituanos combatieron duramente para recuperar su independencia y están decididos a defenderla. Demostraron estar dispuestos a pagar un elevado tributo por la libertad y lo están demostrando de nuevo, a juzgar por el número de voluntarios que se alistan en el ejército”.
Lituania, en época soviética, no se rindió a la ocupación. En el decenio posterior al final de la Segunda Guerra Mundial, el ejército siguió combatiendo una guerra de guerrillas en los bosques del país. La fe católica constituyó un fuerte baluarte cultural contra la sovietización, como evidencia la resistencia de lugares prohibidos como la Colina de las Cruces, con sus crucifijos llevados allí desde todos los rincones del país por peregrinos que se arriesgaban a ir a la cárcel.
Monseñor Grusas afirma: “En cuanto Iglesia, seguimos al Papa Francisco animando a la oración por la paz. También preservamos el espíritu comunitario y ayudamos a la gente a encontrar la verdad, en un momento en el que la propaganda rusa se difunde por los medios e internet en lengua rusa”.
La posición de la Iglesia letona
En el National Catholic Reporter, el padre Paul Klavins, portavoz de la Iglesia letona, le responde indirectamente afirmando lo siguiente: “Pienso que todo esto se está exagerando. Desde el momento en el que es difícil conocer una verdad definitiva, no es sorprendente que la gente esté confusa. Las informaciones siempre están manipuladas, tanto las de los grandes medios como las que llegan por canales informales. Pero no percibo una gran sensación de inseguridad entre los católicos en su vida cotidiana”.
La actitud de la Iglesia letona ante Rusia es muy diferente, por no decir opuesta: “Probablemente los militares lo saben mejor -dice el padre Klavins-, pero en realidad no tenemos ningún problema concreto con Rusia. Los políticos quieren asustarnos, subrayando la presencia militar rusa en nuestras fronteras. Pero la Iglesia no expresa ninguna opinión particular sobre este asunto, ni se le ha pedido ninguna orientación moral y espiritual al respecto”.
En sentido contrario, en su entrevista monseñor Grusas sostiene que “siempre existe tensión, porque estamos muy cerca de las fronteras rusas y es difícil defender nuestro país. En ese sentido, tener tropas de la OTAN sobre nuestro suelo es una prueba de que no estamos abandonados a nosotros mismos”.
El Letonia, el arzobispo Zbignevs Stankevics, con motivo del 25º aniversario de la independencia del país (el pasado 21 de agosto), había enumerado los peligros del futuro: el fundamentalismo islámico, un “laicismo agresivo y totalitario”, la crisis demográfica, las desigualdades sociales y las fuerzas centrífugas de Europa. Rusia no aparece en el elenco de amenazas.
Dos razones para la diferencia
¿Cómo es posible que en dos países tan próximos, con una historia tan similar y una crisis que también hoy les asemeja, den lugar a opiniones tan diferentes por parte de la jerarquía de las Iglesias locales? Probablemente no se trata de que los recuerdos sean diferentes. También Letonia fue ocupada por los soviéticos, en los mismos años que Lituania: tanto en el periodo de guerra (19391941) como en la postguerra (a partir de 1944).
Pero hay un factor de distinción que no es indiferente: Riga es una capital con una potente minoría rusa y en la región de la Latgalia los rusos son mayoría. En todo el país constituyen casi una tercera parte (el 27%) de la población. En Lituania, por el contrario, la minoría rusa es numéricamente poco relevante.
También hay una notable diferencia religiosa. Lituania tiene un 77% de población católica. En Letonia, por el contrario, los católicos son una minoría: una carta parte de la población. Y deben convivir puerta con puerta con una fuerte minoría rusa del Patriarcado de Moscú (el 18% de la población).
En caso de que estallase realmente una guerra con Rusia, el riesgo que atemoriza a Lituania es el de una invasión (para la cual el país se está preparando activamente), mientras que lo que teme Letonia es una guerra civil. Esto basta para explicar conductas tan diversas.
Traducción de Carmelo López-Arias.
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