Para no ser deportados, unos yazidíes se acogen a sagrado en una parroquia y no salen de ella
Era una tradición medieval casi olvidada pero ha vuelto con fuerza: entrar en una iglesia y reclamar asilo o "acogerse a sagrado" para escapar de la autoridad civil.
En Alemania afectaba a unas 240 personas en 2014 y hoy ya afecta a más de 400 personas, casi todas refugiados que temen ser deportados a su país (o al país por donde entraron en Europa) donde su vida, aseguran, corre grave peligro.
Las iglesias católicas y protestantes han pactado con las autoridades civiles alemanas una especie de protocolo para regular esta práctica, y han publicado un folleto explicando sus límites: acogerse a sagrado o reclamar santuario eclesial sólo puede hacerse como última opción, cuando todo lo demás (recursos, juicios, alternativas) ha fallado. Y debe hacerse sólo cuando hay un peligro serio de violación grave de derechos humanos.
El obispo Norbert Trelle, de Hildesheim, zona del noroeste más bien protestante, con apenas un 10% de población católica, defiende la tradición de reclamar santuario pero detalla que "esta tradición del asilo no da derechos especiales contra el Estado, sino que ofrece la oportunidad de ponerse en contacto con las autoridades responsables para un diálogo y de examinar la situación jurídica de nuevo, para presentar nuevos aspectos que no fueron considerados previamente en un caso específico."
La agencia AFP recoge el caso de un joven iraquí de religión yazidí, que recogemos por su interés.
***
El asilo religioso como último recurso de los refugiados
Peshtiwan Naser Abdal pudo evitar su expulsión de Alemania gracias al asilo religioso otorgado por la parroquia católica de Tutzing, cerca de Múnich, una práctica tolerada por las autoridades pero que obliga a este iraquí yazidí a permanecer en la iglesia. Para romper con la monotonía cotidiana, este joven de 21 años selecciona ropa y juguetes donados por los fieles en una piscina convertida en almacén, propiedad de la parroquia.
"Hago esto casi todos los días para mantener mi mente ocupada", cuenta en un alemán ya muy bueno, el iraquí nacido en la comunidad yazidí, una religión preislámica perseguida por el grupo yihadista Estado Islámico.
Desde hace cuatro meses, Peshtiwan apenas ha abandonado las dependencias de la iglesia católica de este pequeña ciudad, situada al borde del lago de Starnberg, y comparte con otro yazidí, Sud Yazdin Arab, un pequeño apartamento prestado por la parroquia.
"Realmente es rutinario. Nos entretenemos con la selección de ropa, los cursos de alemán. Pero no veo casi nunca a gente de afuera. Es difícil", observa por su parte Sud, de 24 años. Hace un mes que llegó a Tutzing, todavía no habla alemán y es su compatriota quien se encarga de traducir.
Como ellos, cerca de 400 migrantes viven protegidos en las parroquias católicas o protestantes gracias al asilo religioso, una tradición caída en desuso pero que se ha incrementado en Alemania con la crisis migratoria europea.
"En la mayoría de casos, se trata de evitar su devolución a Hungría o Bulgaria, donde las condiciones de vida no respetan los derechos humanos", justifica Peter Brummer, de 58 años, párroco de Tutzing y defensor desde hace años del asilo religioso.
Una expulsión como esta es dictada por las reglas europeas que exigen a los migrantes que presenten su petición de asilo en el primer país europeo por el que transitaron. Alemania vuelve a aplicar este procedimiento, que fue puesto entre paréntesis en el punto máximo de la crisis migratoria que vio llegar a su territorio más de un millón de candidatos al asilo en 2015.
Para Peter Brummer, se trata de proteger a las personas que tendrían todas las oportunidades de obtener el estatus de refugiado en Alemania por razón de persecuciones en su país de origen. "Aceptamos a los refugiados cuya demanda de asilo tiene muchas posibilidades de éxito y de los que somos el último recurso", explica.
La religión no juega ningún papel importante en su elección. "Los cristianos no deben diferenciar frente a los necesitados", recalca el sacerdote. En Tutzing, al lado de la iglesia, los protegidos musulmanes a veces llevan a cabo sus oraciones.
Los alimentos, el alojamiento y los gastos médicos de los dos yazidís corren a cargo de la parroquia que los cobija. "Hacemos un favor a las autoridades que no tienen necesidad de pagar", murmura con una sonrisa el párroco.
Este asilo religioso es un vacío legal ya que no figura en la legislación alemana. Su uso, con la discreción de cada párroco, irrita a veces a las autoridades. El año pasado, el ministro alemán de Interior Thomas de Maizière lo comparó con la aplicación de la sharia (ley islámica), antes de retractarse.
En la práctica, las autoridades lo toleran. "Sea cual sea la institución, tiene que respetar el derecho alemán. Pero respetamos también, en el caso del asilo religioso, el lugar particular de la iglesia", mitigó Stephan Frey, portavoz del ministerio bávaro del Interior.
En Alemania afectaba a unas 240 personas en 2014 y hoy ya afecta a más de 400 personas, casi todas refugiados que temen ser deportados a su país (o al país por donde entraron en Europa) donde su vida, aseguran, corre grave peligro.
Las iglesias católicas y protestantes han pactado con las autoridades civiles alemanas una especie de protocolo para regular esta práctica, y han publicado un folleto explicando sus límites: acogerse a sagrado o reclamar santuario eclesial sólo puede hacerse como última opción, cuando todo lo demás (recursos, juicios, alternativas) ha fallado. Y debe hacerse sólo cuando hay un peligro serio de violación grave de derechos humanos.
El obispo Norbert Trelle, de Hildesheim, zona del noroeste más bien protestante, con apenas un 10% de población católica, defiende la tradición de reclamar santuario pero detalla que "esta tradición del asilo no da derechos especiales contra el Estado, sino que ofrece la oportunidad de ponerse en contacto con las autoridades responsables para un diálogo y de examinar la situación jurídica de nuevo, para presentar nuevos aspectos que no fueron considerados previamente en un caso específico."
La agencia AFP recoge el caso de un joven iraquí de religión yazidí, que recogemos por su interés.
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El asilo religioso como último recurso de los refugiados
Peshtiwan Naser Abdal pudo evitar su expulsión de Alemania gracias al asilo religioso otorgado por la parroquia católica de Tutzing, cerca de Múnich, una práctica tolerada por las autoridades pero que obliga a este iraquí yazidí a permanecer en la iglesia. Para romper con la monotonía cotidiana, este joven de 21 años selecciona ropa y juguetes donados por los fieles en una piscina convertida en almacén, propiedad de la parroquia.
"Hago esto casi todos los días para mantener mi mente ocupada", cuenta en un alemán ya muy bueno, el iraquí nacido en la comunidad yazidí, una religión preislámica perseguida por el grupo yihadista Estado Islámico.
Desde hace cuatro meses, Peshtiwan apenas ha abandonado las dependencias de la iglesia católica de este pequeña ciudad, situada al borde del lago de Starnberg, y comparte con otro yazidí, Sud Yazdin Arab, un pequeño apartamento prestado por la parroquia.
"Realmente es rutinario. Nos entretenemos con la selección de ropa, los cursos de alemán. Pero no veo casi nunca a gente de afuera. Es difícil", observa por su parte Sud, de 24 años. Hace un mes que llegó a Tutzing, todavía no habla alemán y es su compatriota quien se encarga de traducir.
Como ellos, cerca de 400 migrantes viven protegidos en las parroquias católicas o protestantes gracias al asilo religioso, una tradición caída en desuso pero que se ha incrementado en Alemania con la crisis migratoria europea.
"En la mayoría de casos, se trata de evitar su devolución a Hungría o Bulgaria, donde las condiciones de vida no respetan los derechos humanos", justifica Peter Brummer, de 58 años, párroco de Tutzing y defensor desde hace años del asilo religioso.
Una expulsión como esta es dictada por las reglas europeas que exigen a los migrantes que presenten su petición de asilo en el primer país europeo por el que transitaron. Alemania vuelve a aplicar este procedimiento, que fue puesto entre paréntesis en el punto máximo de la crisis migratoria que vio llegar a su territorio más de un millón de candidatos al asilo en 2015.
Para Peter Brummer, se trata de proteger a las personas que tendrían todas las oportunidades de obtener el estatus de refugiado en Alemania por razón de persecuciones en su país de origen. "Aceptamos a los refugiados cuya demanda de asilo tiene muchas posibilidades de éxito y de los que somos el último recurso", explica.
La religión no juega ningún papel importante en su elección. "Los cristianos no deben diferenciar frente a los necesitados", recalca el sacerdote. En Tutzing, al lado de la iglesia, los protegidos musulmanes a veces llevan a cabo sus oraciones.
Los alimentos, el alojamiento y los gastos médicos de los dos yazidís corren a cargo de la parroquia que los cobija. "Hacemos un favor a las autoridades que no tienen necesidad de pagar", murmura con una sonrisa el párroco.
Este asilo religioso es un vacío legal ya que no figura en la legislación alemana. Su uso, con la discreción de cada párroco, irrita a veces a las autoridades. El año pasado, el ministro alemán de Interior Thomas de Maizière lo comparó con la aplicación de la sharia (ley islámica), antes de retractarse.
En la práctica, las autoridades lo toleran. "Sea cual sea la institución, tiene que respetar el derecho alemán. Pero respetamos también, en el caso del asilo religioso, el lugar particular de la iglesia", mitigó Stephan Frey, portavoz del ministerio bávaro del Interior.
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