San Juan Damasceno la honra con un himno a la Encarnación
Virgen con tres manos y muy venerada… No se refiere a la capacidad de las mamás de hacer mil cosas
Es un icono popular en la iconografía del cristianismo bizantino: una Virgen con tres manos.
A veces la gente no se da cuenta y la confunde con una típica imagen de Virgen Hodeguetria, es decir, “la que muestra el Camino”: esa Virgen que con una mano sostiene al Niño y con la otra lo muestra o señala (porque Él es el Camino) mirando al espectador, conminándole a tomar una decisión, a contemplar la opción que se abre ante él.
Pero esta imagen es distinta porque hay además una tercera mano femenina, mariana, que sostiene al Niño por debajo. Es efectivamente una Virgen con tres manos. En griego se la llama la Panagia Tricheroúsa, es decir, la Toda Santa de Tres Manos.
Hay mucha gente que puede pensar que es una alusión a ese “superpoder” que tienen todas las mamás con niños pequeños: efectivamente, parecen tener tres manos, llegar a todas partes, hacer mil cosas con el niño a cuestas… Sería un elemento más de la maternidad de María y en ese sentido es edificante y ayuda a la devoción.
Pero la tercera mano no se originó así, sino que está ligada a una historia sobre San Juan Damasceno, considerado tradicionalmente en el catolicismo como el último de los Padres de la Iglesia.
Juan Damasceno: devoto de la Virgen y los iconos
San Juan Damasceno nació y creció en Damasco, y vivió entre el año 675 y el 749. Escribió mucho y conservamos muchas de sus obras: de derecho, teología, filosofía y música. Es famoso por defender la veneración de los iconos frente a las imposiciones de los emperadores iconoclastas, que destruían iconos y prohibían su uso.
En la Iglesia latina se le recuerda especialmente por sus textos sobre la Asunción de la Virgen María (o la Dormición, usando el vocabulario oriental). Tenía intereses amplios y ha dejado también un curioso texto titulado “De dragones y fantasmas” donde habla sobre la gente que cuenta historias sobre estos temas.
Aunque San Juan Damasceno escribió mucho, casi no escribió sobre si mismo, y los biógrafos deben acudir a una biografía escrita en árabe por un monje llamado Miguel en 1084 (más de 300 años después de su muerte); el monje asegura que escribió la historia de la vida de este santo porque no había ninguna otra biografía de él en su época.
Los especialistas creen, sin embargo, que el monje Miguel tomó la mayor parte de su texto de una versión anterior, probablemente del siglo IX. Es en estas biografías donde figura el asombroso milagro mariano que dio origen al icono de las tres manos.
Icono moderno que muestra a Juan Damasceno con la mano cortada ante un icono de la Theotokos
Imágenes prohibidas: Juan las defiende
El contexto es histórico. El emperador bizantino León III Isaúrico –que había llegado al trono en el 717 forzando la abdicación del anterior- fue el primero en decretar que estaba prohibido venerar imágenes y exhibirlas en lugares públicos.
Sin embargo, había cientos de miles de cristianos devotos de rito griego fuera del alcance del emperador bizantino. Eran los cristianos fuera del Imperio, como es el caso de Juan Damasceno y todos los cristianos de Siria y Oriente, bajo el dominio de los musulmanes del califato omeya, el imperio más grande hasta el momento en la Historia. Desde Damasco los omeyas gobernaban una extensión que implicaba casi toda España, todo el norte de África, todo Oriente Medio y buena parte de Asia Central hasta la India.
El venerado icono de Monte Athos, con la mano metálica, recuerdo exvoto del milagro de la Virgen a San Juan Damasceno... con el tiempo, otros pintores la convertirían en una mano de carne de la Virgen
San Juan Damasceno escribió tres grandes textos a favor de la veneración de los iconos, y el primero lo escribió en un lenguaje sencillo y popular que atacaba con dureza al emperador y se leyó mucho. Décadas después de su muerte, sus textos se usaron en el Segundo Concilio de Nicea para resolver el debate sobre los iconos.
Según la leyenda, el emperador León III Isaúrico, furioso, envió una carta al califa omeya con pruebas falsificadas de que Juan Damasceno estaba implicado en una conspiración. El califa se lo creyó y ordenó que a Juan le cortaran la mano derecha en público y que la colgaran en lugar bien visible.
Al cabo de unos días, San Juan oró a la Madre de Dios, la Theotokos, ante su icono,recordando que con esa mano había defendido su veneración y que si la recuperaba podría seguir escribiendo en su honor. Milagrosamente, la Virgen le devolvió la mano cortada. Y él, a modo de exvoto, como recordatorio del milagro, colocó una mano de metal colgando del cuello del icono. Después, esta mano metálica se pintó colgando del cuello del icono.
Juan además compuso el himno mariano “En ti se alegran” que se usa mucho en la liturgia oriental.
La historia del icono: Jerusalén, Serbia, Athos...
Se dice que fue poco después de este milagro cuando Juan decide dejar Damasco y la vida en la capital del imperio para hacerse monje, retirado en el monasterio de San Sabas, cerca de Jerusalén. Llevó consigo a San Sabas el original del icono. Tendría entonces unos 30 años.
Al parecer, en tiempos posteriores el arzobispo Saba trasladó a Serbia el icono, que más tarde llegó al monasterio griego de Chilandari, en el monte Athos. Fue ahí donde nació la versión del icono en la que la tercera mano no cuelga del cuello de la Virgen como exvoto, sino que surge “naturalmente” de su manto.
El 28 de julio de 1663, Nikón, patriarca de Moscú, solicitó al monasterio de Chilandari una copia del icono, y a partir de ahí se difundió la devoción por Rusia y todo el mundo de rito oriental.
La Iglesia católica celebra desde 1969 la fiesta de San Juan Damasceno el 4 de diciembre, fecha de su muerte, sumándose al calendario de rito bizantino. Es un buen momento para recordar a esta figura. El Papa León XIII nombró a San Juan Damasceno doctor de la Iglesia en 1890.
Himno mariano En Ti Se Alegran
Este es el himno “En ti se alegran” que Juan Damasceno compuso en honor a la Virgen, según la tradición, después del asombroso milagro, aunque no habla del milagro sino de la Encarnación
En ti se alegran, oh llena de gracia,
las muchedumbres
de los ángeles y el género humano.
Oh templo santificado y paraíso espiritual,
gloria de las vírgenes;
gracias a ti Dios se encarnó
haciéndose Niño, Él,
nuestro Dios antes de los siglos.
En efecto, de tu seno Él hizo un trono
y lo hizo más vasto que los cielos.
En ti, oh llena de gracias, se alegra todo lo creado.
¡Gloria a ti, hija siempre Virgen,
que llevaste
al Creador en tus brazos
divinamente maternales!
Verdaderamente tú eres más preciosa que toda la creación,
porque sólo de ti el Creador recibió las primicias
de nuestra materia humana.
Su carne fue hecha de tu carne,
su sangre de tu sangre; Dios se alimentó
con tu leche,
y tus labios tocaron los labios de Dios.
¡Oh mujer toda amable, tres veces bienaventurada!
“Bendita eres entre las mujeres y bendito
es el fruto de tu vientre”.
¡Oh Madre de Dios, Rey universal!
Divina y viva obra maestra,
en quien Dios Creador se complace,
cuyo espíritu es guiado por Dios y atento sólo a Él.
Por Él tu viniste a la vida,
por Él sirves a la salvación universal,
para que por medio tuyo
se cumpla el antiguo designio de Dios,
que es la encarnación del Verbo y nuestra divinización.
Oh consuelo nuestro, vivimos contigo, se nos permita seguirte;
en esto vemos nuestra felicidad
porque como pueblo tuyo te hemos sido donados por tu Hijo divino.
A ti consagramos mente, cuerpo, todos nosotros mismos;
te honramos con salmos, himnos y cánticos espirituales cuanto nos es posible,
porque honrarte como mereces nos es imposible.
¡De qué alegría, de qué bienes está lleno
quien tiene tu purísimo recuerdo! ¡Oh María!
(Publicado originariamente en www.carifilii.es)
A veces la gente no se da cuenta y la confunde con una típica imagen de Virgen Hodeguetria, es decir, “la que muestra el Camino”: esa Virgen que con una mano sostiene al Niño y con la otra lo muestra o señala (porque Él es el Camino) mirando al espectador, conminándole a tomar una decisión, a contemplar la opción que se abre ante él.
Pero esta imagen es distinta porque hay además una tercera mano femenina, mariana, que sostiene al Niño por debajo. Es efectivamente una Virgen con tres manos. En griego se la llama la Panagia Tricheroúsa, es decir, la Toda Santa de Tres Manos.
Hay mucha gente que puede pensar que es una alusión a ese “superpoder” que tienen todas las mamás con niños pequeños: efectivamente, parecen tener tres manos, llegar a todas partes, hacer mil cosas con el niño a cuestas… Sería un elemento más de la maternidad de María y en ese sentido es edificante y ayuda a la devoción.
Pero la tercera mano no se originó así, sino que está ligada a una historia sobre San Juan Damasceno, considerado tradicionalmente en el catolicismo como el último de los Padres de la Iglesia.
Juan Damasceno: devoto de la Virgen y los iconos
San Juan Damasceno nació y creció en Damasco, y vivió entre el año 675 y el 749. Escribió mucho y conservamos muchas de sus obras: de derecho, teología, filosofía y música. Es famoso por defender la veneración de los iconos frente a las imposiciones de los emperadores iconoclastas, que destruían iconos y prohibían su uso.
En la Iglesia latina se le recuerda especialmente por sus textos sobre la Asunción de la Virgen María (o la Dormición, usando el vocabulario oriental). Tenía intereses amplios y ha dejado también un curioso texto titulado “De dragones y fantasmas” donde habla sobre la gente que cuenta historias sobre estos temas.
Aunque San Juan Damasceno escribió mucho, casi no escribió sobre si mismo, y los biógrafos deben acudir a una biografía escrita en árabe por un monje llamado Miguel en 1084 (más de 300 años después de su muerte); el monje asegura que escribió la historia de la vida de este santo porque no había ninguna otra biografía de él en su época.
Los especialistas creen, sin embargo, que el monje Miguel tomó la mayor parte de su texto de una versión anterior, probablemente del siglo IX. Es en estas biografías donde figura el asombroso milagro mariano que dio origen al icono de las tres manos.
Icono moderno que muestra a Juan Damasceno con la mano cortada ante un icono de la Theotokos
Imágenes prohibidas: Juan las defiende
El contexto es histórico. El emperador bizantino León III Isaúrico –que había llegado al trono en el 717 forzando la abdicación del anterior- fue el primero en decretar que estaba prohibido venerar imágenes y exhibirlas en lugares públicos.
Sin embargo, había cientos de miles de cristianos devotos de rito griego fuera del alcance del emperador bizantino. Eran los cristianos fuera del Imperio, como es el caso de Juan Damasceno y todos los cristianos de Siria y Oriente, bajo el dominio de los musulmanes del califato omeya, el imperio más grande hasta el momento en la Historia. Desde Damasco los omeyas gobernaban una extensión que implicaba casi toda España, todo el norte de África, todo Oriente Medio y buena parte de Asia Central hasta la India.
El venerado icono de Monte Athos, con la mano metálica, recuerdo exvoto del milagro de la Virgen a San Juan Damasceno... con el tiempo, otros pintores la convertirían en una mano de carne de la Virgen
San Juan Damasceno escribió tres grandes textos a favor de la veneración de los iconos, y el primero lo escribió en un lenguaje sencillo y popular que atacaba con dureza al emperador y se leyó mucho. Décadas después de su muerte, sus textos se usaron en el Segundo Concilio de Nicea para resolver el debate sobre los iconos.
Según la leyenda, el emperador León III Isaúrico, furioso, envió una carta al califa omeya con pruebas falsificadas de que Juan Damasceno estaba implicado en una conspiración. El califa se lo creyó y ordenó que a Juan le cortaran la mano derecha en público y que la colgaran en lugar bien visible.
Al cabo de unos días, San Juan oró a la Madre de Dios, la Theotokos, ante su icono,recordando que con esa mano había defendido su veneración y que si la recuperaba podría seguir escribiendo en su honor. Milagrosamente, la Virgen le devolvió la mano cortada. Y él, a modo de exvoto, como recordatorio del milagro, colocó una mano de metal colgando del cuello del icono. Después, esta mano metálica se pintó colgando del cuello del icono.
Juan además compuso el himno mariano “En ti se alegran” que se usa mucho en la liturgia oriental.
La historia del icono: Jerusalén, Serbia, Athos...
Se dice que fue poco después de este milagro cuando Juan decide dejar Damasco y la vida en la capital del imperio para hacerse monje, retirado en el monasterio de San Sabas, cerca de Jerusalén. Llevó consigo a San Sabas el original del icono. Tendría entonces unos 30 años.
Al parecer, en tiempos posteriores el arzobispo Saba trasladó a Serbia el icono, que más tarde llegó al monasterio griego de Chilandari, en el monte Athos. Fue ahí donde nació la versión del icono en la que la tercera mano no cuelga del cuello de la Virgen como exvoto, sino que surge “naturalmente” de su manto.
El 28 de julio de 1663, Nikón, patriarca de Moscú, solicitó al monasterio de Chilandari una copia del icono, y a partir de ahí se difundió la devoción por Rusia y todo el mundo de rito oriental.
La Iglesia católica celebra desde 1969 la fiesta de San Juan Damasceno el 4 de diciembre, fecha de su muerte, sumándose al calendario de rito bizantino. Es un buen momento para recordar a esta figura. El Papa León XIII nombró a San Juan Damasceno doctor de la Iglesia en 1890.
Himno mariano En Ti Se Alegran
Este es el himno “En ti se alegran” que Juan Damasceno compuso en honor a la Virgen, según la tradición, después del asombroso milagro, aunque no habla del milagro sino de la Encarnación
En ti se alegran, oh llena de gracia,
las muchedumbres
de los ángeles y el género humano.
Oh templo santificado y paraíso espiritual,
gloria de las vírgenes;
gracias a ti Dios se encarnó
haciéndose Niño, Él,
nuestro Dios antes de los siglos.
En efecto, de tu seno Él hizo un trono
y lo hizo más vasto que los cielos.
En ti, oh llena de gracias, se alegra todo lo creado.
¡Gloria a ti, hija siempre Virgen,
que llevaste
al Creador en tus brazos
divinamente maternales!
Verdaderamente tú eres más preciosa que toda la creación,
porque sólo de ti el Creador recibió las primicias
de nuestra materia humana.
Su carne fue hecha de tu carne,
su sangre de tu sangre; Dios se alimentó
con tu leche,
y tus labios tocaron los labios de Dios.
¡Oh mujer toda amable, tres veces bienaventurada!
“Bendita eres entre las mujeres y bendito
es el fruto de tu vientre”.
¡Oh Madre de Dios, Rey universal!
Divina y viva obra maestra,
en quien Dios Creador se complace,
cuyo espíritu es guiado por Dios y atento sólo a Él.
Por Él tu viniste a la vida,
por Él sirves a la salvación universal,
para que por medio tuyo
se cumpla el antiguo designio de Dios,
que es la encarnación del Verbo y nuestra divinización.
Oh consuelo nuestro, vivimos contigo, se nos permita seguirte;
en esto vemos nuestra felicidad
porque como pueblo tuyo te hemos sido donados por tu Hijo divino.
A ti consagramos mente, cuerpo, todos nosotros mismos;
te honramos con salmos, himnos y cánticos espirituales cuanto nos es posible,
porque honrarte como mereces nos es imposible.
¡De qué alegría, de qué bienes está lleno
quien tiene tu purísimo recuerdo! ¡Oh María!
(Publicado originariamente en www.carifilii.es)
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