Pell, guardián de las finanzas vaticanas, explica en Rímini cómo funciona el dinero en la Iglesia
Una larga intervención sobre la relación de la Iglesia y el dinero, con varios ejemplos históricos y bíblicos, además de importantes declaraciones sobre las reformas económicas de la Curia Romana y la necesidad de una imagen creíble de la Iglesia fue realizada por el cardenal George Pell, prefecto de la Secretaría de Economía de la Santa Sede.
Lo hizo este sábado 22 de agosto en el Meeting por la Amistad de los Pueblos que se realiza en la ciudad italiana de Rímini (www.meetingrimini.org), añadiendo que “ha llegado el momento de poner nuestras cuentas en orden y organizarlas de tal manera que puedan ser mostradas al mundo externo”.
Indicó que los cristianos no son maniqueos, que la pobreza pedida por el Evangelio es "simplicidad de vida" y que Jesús fue amigo de personas ricas a quienes pidió que fueran generosas.
Delante de unos cuatro mil asistentes en el auditorium B3, recordó la parábola de Lazaro y el rico Epulón; el episodio del jóven rico del Evangelio; aunque no todos los discipulos fueron llamados a abrazar la pobreza: María, Marta, José de Arimatea mantuvieron sus bienes.
El purpurado incluso citó a la ex primera ministra británica cuando dijo que "sin un capital suficiente el buen samaritano no habría podido hacer curar al hombre golpeado y abandonado" y añadió que la disponibilidad financiera permite cumplir buenas acciones, aunque no siempre, como demuestra la usura y el mismo Judas que robaba.
Recordó que la vida económica en nuestros días se ha vuelto “más complicada que nunca”, y que el Derecho Canónico pide “la presencia de al menos tres laicos expertos en economía en cada consejo financiero diocesano”.
Ésto no significa, precisó el cardenal, que los obispos y sacerdotes puedan desinteresarse de la gestión financiera con la excusa de que “no entienden nada de dinero”, porque de esta manera dejarían el campo libre “a los incompetentes y ladrones”.
Y si bien no es necesario que un eclesiástico sea un experto en economía, es fundamental que sea capaz de “percibir cuando alguna cosa no cuadra y de hacer un juicio personal y real de que el dinero de la Iglesia bajo su control está siendo bien utilizado”.
Además, insistió, un párroco no tiene que utilizar “los bienes de la parroquia como si fueran suyos”.
El purpurado admitió entretanto que “si bien es triste consentir que se vendan propiedades de la Iglesia, las necesidades pastorales del pueblo tienen que ponerse siempre antes”.
Las actuales reformas económicas de la Santa Sede, explicó el cardenal, tienen como finalidad “poner en práctica las enseñanzas cristianas sobre la propiedad, la riqueza, los pobres y el servicio hacia quienes sufren”.
Por ello, Pell ha añadido que “los modernos métodos de contabilidad son buenos y probablemente el mejor modo para garantizar honestidad y eficiencia, y esto requiere competencias laicas de alto nivel y la adopción del principio de transparencia”, porque quien tiene acceso al patrimonio de la Iglesia es responsable también “en este mundo y no solamente delante de Dios”.
La Iglesia, consideró el purpurado, también tiene necesidad de que las actividades económicas y las inversiones permitan obtener “niveles adecuados de retorno financiero”. De lo contrario, significa que quien ha ganado es alguna otra persona.
Así el responsable de economía del Consejo de los 9 cardenales que asesoran al papa Francisco, citó una consideración que le dijo una princesa europea: “Algunos en el Vaticano se parecen a una vieja familia noble que está andando hacia la bancarrota, perdiendo todo su dinero”. La Santa Sede, entretanto, bajo la guía del Santo Padre, está trabajando con énfasis “para cambiar esta imagen”, concluyó el purpurado.
Lo hizo este sábado 22 de agosto en el Meeting por la Amistad de los Pueblos que se realiza en la ciudad italiana de Rímini (www.meetingrimini.org), añadiendo que “ha llegado el momento de poner nuestras cuentas en orden y organizarlas de tal manera que puedan ser mostradas al mundo externo”.
Indicó que los cristianos no son maniqueos, que la pobreza pedida por el Evangelio es "simplicidad de vida" y que Jesús fue amigo de personas ricas a quienes pidió que fueran generosas.
Delante de unos cuatro mil asistentes en el auditorium B3, recordó la parábola de Lazaro y el rico Epulón; el episodio del jóven rico del Evangelio; aunque no todos los discipulos fueron llamados a abrazar la pobreza: María, Marta, José de Arimatea mantuvieron sus bienes.
El purpurado incluso citó a la ex primera ministra británica cuando dijo que "sin un capital suficiente el buen samaritano no habría podido hacer curar al hombre golpeado y abandonado" y añadió que la disponibilidad financiera permite cumplir buenas acciones, aunque no siempre, como demuestra la usura y el mismo Judas que robaba.
Recordó que la vida económica en nuestros días se ha vuelto “más complicada que nunca”, y que el Derecho Canónico pide “la presencia de al menos tres laicos expertos en economía en cada consejo financiero diocesano”.
Ésto no significa, precisó el cardenal, que los obispos y sacerdotes puedan desinteresarse de la gestión financiera con la excusa de que “no entienden nada de dinero”, porque de esta manera dejarían el campo libre “a los incompetentes y ladrones”.
Y si bien no es necesario que un eclesiástico sea un experto en economía, es fundamental que sea capaz de “percibir cuando alguna cosa no cuadra y de hacer un juicio personal y real de que el dinero de la Iglesia bajo su control está siendo bien utilizado”.
Además, insistió, un párroco no tiene que utilizar “los bienes de la parroquia como si fueran suyos”.
El purpurado admitió entretanto que “si bien es triste consentir que se vendan propiedades de la Iglesia, las necesidades pastorales del pueblo tienen que ponerse siempre antes”.
Las actuales reformas económicas de la Santa Sede, explicó el cardenal, tienen como finalidad “poner en práctica las enseñanzas cristianas sobre la propiedad, la riqueza, los pobres y el servicio hacia quienes sufren”.
Por ello, Pell ha añadido que “los modernos métodos de contabilidad son buenos y probablemente el mejor modo para garantizar honestidad y eficiencia, y esto requiere competencias laicas de alto nivel y la adopción del principio de transparencia”, porque quien tiene acceso al patrimonio de la Iglesia es responsable también “en este mundo y no solamente delante de Dios”.
La Iglesia, consideró el purpurado, también tiene necesidad de que las actividades económicas y las inversiones permitan obtener “niveles adecuados de retorno financiero”. De lo contrario, significa que quien ha ganado es alguna otra persona.
Así el responsable de economía del Consejo de los 9 cardenales que asesoran al papa Francisco, citó una consideración que le dijo una princesa europea: “Algunos en el Vaticano se parecen a una vieja familia noble que está andando hacia la bancarrota, perdiendo todo su dinero”. La Santa Sede, entretanto, bajo la guía del Santo Padre, está trabajando con énfasis “para cambiar esta imagen”, concluyó el purpurado.
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