Dejaron volver al arzobispo de Minsk para jubilarlo de inmediato... pero deja gran fruto y ejemplo
Las autoridades bielorrusas han impedido durante 4 meses la entrada al país de Tadeusz Kondrusiewicz, arzobispo católico de Minsk, forzándole a un exilio. Finalmente, se le permitió entrar al país en Navidad. Después, este 3 de enero, el Papa Francisco aceptó de inmediato su dimisión por motivos de edad, al cumplir 75 años. Por ahora, el dominico Kazimierz Wielikoselec, obispo auxiliar de la diócesis de Grodno, será el administrador de Minsk.
Todo el mundo entiende que el Vaticano y las autoridades civiles bielorrusas han pactado que si Kondrusiewicz volvía a Minsk debía ser para jubilarse de inmediato, sin prórrogas.
Pero, por supuesto, un obispo emérito aún puede hacer muchas cosas: hablar, escribir, formar discípulos, enlazar personas...
30 años reconstruyendo la iglesia en la ex-URSS
Las memorias de Kondrusiewicz, si las escribe, pueden ser un gran placer para los historiadores y para muchos cristianos en los países de la antigua URSS.
Antes de Minsk, fue durante 16 años el obispo católico de Moscú, el primero al caer el bloque soviético. De hecho, fue consagrado obispo de Grodno (su ciudad natal en Bielorrusia) en 1989 cuando aún la Unión Soviética parecía poder mantenerse. A finales de 1990 la Iglesia decidió trasladarlo a Moscú. Se intentó hacer de forma pactada con el Patriarca ortodoxo de Moscú, pero no pudo ser: los ortodoxos consideraban que los latinos no debían tener obispos propios en el país. Fracasado el intento de acuerdo, Kondrusiewicz se instaló, sí o sí, en Moscú en 1991.
Durante 30 años, brevemente en Grodno, luego 16 años en Moscú (una diócesis de dimensiones colosales) y desde 2007 en Minsk, como principal pastor de los católicos en Bielorrusia, ha impulsado el renacimiento del catolicismo sobre las ruinas de 70 años de persecución comunista.
Como señala AsiaNews, reabrió más de 100 parroquias y reconstruyó decenas de iglesias y centros católicos, entre ellas el seminario de San Petersburgo y el de Grodno.
En 2020 se convirtió en uno de los símbolos de la protesta popular contra el dictador bielorruso Aleksandr Lukashenko, simplemente por visitar en la cárcel a manifestantes detenidos, por protestar contra el uso abusivo de la fuerza policial y por pedir a las autoridades mecanismos para escuchar "al pueblo" (incluyendo a la oposición).
Cambiar obispos y fingir reformas, pero que todo siga igual
Mientras tanto, el dictador Lukashenko, en el poder desde 1996 a base de elecciones amañadas, según los organismos internacionales, intenta organizar una salida 'honrosa' dejando todo atado y bien atado, con amigos y colaboradores en el control. Uno de sus primeros pasos hace ya unos meses fue cambiar al anterior arzobispo de la Iglesia Ortodoxa (Pavel, de origen ruso, que empezaba a mostrar tímidos signos de desafección) por Benjamin (de apellido civil Tupeko), de 54 años, natural del país, que tiene instrucciones de Moscú de ser dócil.
Muchos analistas dan por seguro que Vladimir Putin, desde Moscú, ha pedido (u ordenado) a Lukashenko que deje ya el poder y se traslade a una jubilación dorada en su dacha en las afueras moscovitas donde ya viven sus hijos.
Antes se ha de asegurar de que ofrece la sensación de "cambios" sin que nada cambie, de forma que las riendas del poder sigan en manos de la misma 'nomenklatura' o casta de dirigentes. Para ello, Lukashenko ha convocado una Asamblea "Pan-Bielorrusa" para los días 11 y 12 de febrero con el objetivo de enmendar la Constitución (copiando una maniobra que ya usó Putin).
La oposición niega toda licitud o utilidad a esa "asamblea", que comparan con "un congreso del PCUS en el siglo XXI", según dice la portavoz opositora Anna Krasulina.
"Nadie ha visto ningún plan de reforma, y no está claro qué es lo que Lukashenko quiere obtener de esta asamblea, ni quién debería participar en ella. No se trata de un debate sobre la Constitución, el cual en todo caso debiera darse en comisiones parlamentarias abiertas a la participación de los ciudadanos... Con el Sr. Lukashenko no tenemos nada que discutir, en 26 años hemos comprendido que es absolutamente inadecuado y ahora, además, ilegítimo".
La oposición pide que Lukashenko renuncie al cargo y que el país vuelva a la Constitución de 1994, que ya fue enmendada seis veces por el dictador para perpetuarse en el poder.
Casi todos los bielorrusos se declaran cristianos
Según una encuesta oficial de 2017, casi todos los bielorrusos (91%), declaran ser cristianos.
Los cristianos ortodoxos son un 83% de la población, y los católicos son un 7%. Al menos uno de cada cuatro católicos son de etnia polaca.
Pese a décadas de dictadura comunista, la población que declara no tener religión es de apenas un 8%, y en las regiones fronterizas con Polonia y Ucrania, apenas un 3%.
Según datos de AsiaNews, los ortodoxos, con más de 1.700 comunidades, constituyen aproximadamente la mitad de las asociaciones religiosas del país. Los católicos cuentan con unas 700 parroquias.
Según la encuesta de 2017, en la región de Grodno (frontera con Polonia), los católicos son un tercio de la población, pero las cifras internas de la Iglesia dicen que son un 54% (quizá la región civil no coincide exactamente con la diócesis).
La Iglesia católica en Bielorrusia cuenta con 4 diócesis: Minsk (con unos 600.000 fieles, el 14% de la población), Pinsk (con apenas 40.000, un 1,4%), Vitebsk (con 170.000 católicos, un 12%) y Grodno, con 570.000 católicos, un 54% de la población (está en la frontera con Polonia y Lituania, dos países de amplia mayoría católica).