Estas dominicas llevan la «Casa de los Niños» y aseguran no tener miedo a la guerra
Las monjas españolas se niegan a dejar Ucrania: «Cogimos la Biblia y el Espíritu Santo nos iluminó»
La situación en Ucrania es más que incierta. Este jueves 17 de febrero el presidente de EEUU, Joe Biden, aseguraba que Rusia estaba a punto de invadir Ucrania y que no retiraba tropas de la fronteras. Los separatistas pro-rusos en Donbass por su parte afirmaban que las tropas ucranianas habían roto el alto el fuego en 4 ocasiones en 24 horas, con portavoces del Kremlin protestando. Estados Unidos expulsaba al número 2 de la embajada rusa en EEUU, mientras Rusia hacía lo mismo con el número 2 de la embajada americana en Moscú.
En Kiev, las embajadas cerraban o dejaban al personal mínimo, y miles de extranjeros abandonan el país ante la posibilidad de un inminente conflicto.
Sin embargo, hay quien tiene claro que no dejará Ucrania ni aunque hubiera guerra. Es el caso de las monjas dominicas españolas que desde 2001 llevan Dim Ditey, la 'Casa de los Niños', situada en un barrio muy pobre de Kiev y donde ayudan a numerosos pequeños de familias muy pobres y abandonados en la calle.
Ante la decisión de salir o no Ucrania, la comunidad dominica se reunió para discernir qué debían hacer. Para ello decidieron abrir la Biblia y en oración ver lo que Dios quería de ellas en ese momento. La lectura no pudo ser más clara: “Quédate en el campamento…”.
Estas religiosas llegaron en 1997 respondiendo al llamado del Maestro General de la Orden Dominica de atender a los pueblos eslavos tras la caída del bloque comunista. Viendo qué podían hacer para servir al pueblo ucraniano conocieron la dura realidad que vivían muchos niños y decidieron que sería en ellos en los que centrarían sus esfuerzos. Desde que abrieran el hogar han cuidado a cientos de ellos: católicos latinos, greco católicos, ortodoxos, protestantes…
En una entrevista que publica la web de la Orden de Predicadores tres de las hermanas españolas que están en Ucrania, María, Antonia y Mª Jesús, relatan su testimonio en primera persona.
“Estamos bien”, aseguran las religiosas, que confirman: “no tenemos miedo”. Por ello, insisten que “en estas guerras largas y encalladas, es esclarecedora la respuesta de Jesús a los que le dicen que Herodes lo busca para matarlo: ‘id y decidle a este zorro: hoy y mañana seguiré echando demonios y haciendo curaciones, y pasado mañana terminaré. Por lo demás, seguiré mi camino hoy, mañana y pasado mañana, porque no puede ser que un profeta muera fuera de Jerusalén’ (Lc, 13 32-33)”.
Por ello, su vida se guía por un sencillo consejo: “hoy y mañana… hagamos su obra”.
“Estamos muy tranquilas. Lo que tenga que pasar, pasará. Hemos pasado situaciones parecidas. La ayuda de Dios da fuerzas. Sin duda, tienen más miedo los de fuera, que nos están hinchando a correos y a llamadas. Nosotras estamos tranquilas, estamos en manos de Dios”, afirmaban también las monjas dominicas en COPE.
Además, agregaban: “estuvimos viendo qué podíamos hacer. No sabíamos qué hacer. Cogimos la Biblia, escuchamos la palabra de Dios y el Espíritu Santo nos iluminó diciendo 'aquí nos quedamos'. Volvimos a llamar a la Embajadora y lo entendió. Eso sí. Nos dijo que si pasa alguna cosa en el futuro, ella nos manda a los GEO, así que no nos preocupemos”.
Mientras la posibilidad de una guerra sigue estando muy presente estas dominicas siguen trabajando en Dim Ditey como si nada ocurriera. “Trabajamos normal, con las dificultades normales de la guerra y del COVID, en nuestro día a día con las familias, los niños y los jóvenes, subrayando el eje ‘niño-familia’, para evitar que la pobreza o el deterioro de relaciones de los padres, o las dificultades de madres solteras, los pongan en riesgo. Es un centro abierto de primera evangelización”, donde el 30% de los niños acogidos son católicos.
Las hermanas Antonia, Mª Jesús y María piden rezar por el pueblo en el que viven. “Que recemos juntos por los padres de los niños que están en el frente, la línea, como se la llama familiarmente, por los mismos niños-adolescentes que al salir del centro encuentren trabajo, por tantos jóvenes que al no encontrarlo se enrolan voluntarios para llevar un sueldo de guerra a sus a sus casas para que ayude a sus familias”, solicitan las monjas.
Sobre su realidad en Ucrania, señalan que ellas sufren por todas estas personas mientras viven “en una normalidad en alerta y muy cuidadas por nuestra embajadora, que entre otras cosas se educó en las dominicas de Valladolid. Nos llegan las consecuencias, y algunas las vivimos de rebote, pero la verdad es que estamos viviendo en las manos de la providencia y nos acarician, de tal manera, que no sabemos ni qué decir”.
De hecho, aseguran que han sido “unas semanas de ir de emoción en emoción” por “si llega el caso extremo, como poder acoger en nuestra casa o ser acogidas en otra comunidad que vive en la frontera con Polonia”.
“Ha habido momentos de tanta emoción que nos aturullábamos al rezar, y teníamos que quedarnos en silencio, dejando que el corazón se serenara y encontrara su propio latir con Dios”, afirman también.
Por último, hacen un último llamamiento: “no sabemos lo que resultará de todo esto. Nosotras normalmente necesitamos ayuda para la comida de los niños, mantenimiento de luz y calefacción, ayuda para becas de las niñas, sobre todo, y ayuda para enfermedades raras, que muchas veces son consecuencias de Chernóbil, pues estamos a unos 100 o 120 km del lugar del accidente. Ahora estamos ayudando a una niña de 2 años que tiene una enfermedad rara parecida al ELA, pero que mejora y crece, aunque todavía hay que alimentarla por sonda, pero ya puede respirar sola algunas horas”.