Nos aferra a su amor y nos libra de la seducción del mundo
Jesús promete a sus discípulos que cuando llegue a la presencia del Padre enviará al Paráclito, el Espíritu Santo: "El Paráclito que yo les enviaré de parte del Padre dará testimonio de mí" (Juan 15,26). ¿Qué significado tiene este testimonio?
El Espíritu Santo da testimonio de Cristo en nuestro interior, porque los discípulos deben soportar la persecución, el rechazo del mundo, y para mantenerse firmes en la prueba necesitan de la fortaleza interior que sólo el Espíritu Santo puede dar. El Espíritu hace presente el amor de Jesús y el recuerdo de sus palabras en el corazón de los discípulos, cuando todo el mundo está proclamando un mensaje diferente.
Cuando la fe sea puesta a prueba, el Espíritu Santo defenderá a Cristo, luchará a su favor dentro de nuestro propio corazón, para que nos aferremos a su amor y no nos dejemos seducir por los atractivos del mundo que quieren ocupar el primer lugar en nuestros deseos y en nuestros planes.
Pero más que pensar que el Espíritu Santo da argumentos en favor de Cristo, hay que pensar en la vida sobrenatural que él comunica a los creyentes, vida que es paz y alegría, fortaleza y valentía; y esa vida es Cristo mismo resucitado, viviendo en el creyente.
Con esa vida interior, el creyente puede atreverse a dar testimonio de Cristo en medio del mundo adverso, sin avergonzarse de su fe en Jesús: "Ustedes también darán testimonio de mí" (Juan 15,27).
El Espíritu Santo da testimonio de Cristo en nuestro interior, porque los discípulos deben soportar la persecución, el rechazo del mundo, y para mantenerse firmes en la prueba necesitan de la fortaleza interior que sólo el Espíritu Santo puede dar. El Espíritu hace presente el amor de Jesús y el recuerdo de sus palabras en el corazón de los discípulos, cuando todo el mundo está proclamando un mensaje diferente.
Cuando la fe sea puesta a prueba, el Espíritu Santo defenderá a Cristo, luchará a su favor dentro de nuestro propio corazón, para que nos aferremos a su amor y no nos dejemos seducir por los atractivos del mundo que quieren ocupar el primer lugar en nuestros deseos y en nuestros planes.
Pero más que pensar que el Espíritu Santo da argumentos en favor de Cristo, hay que pensar en la vida sobrenatural que él comunica a los creyentes, vida que es paz y alegría, fortaleza y valentía; y esa vida es Cristo mismo resucitado, viviendo en el creyente.
Con esa vida interior, el creyente puede atreverse a dar testimonio de Cristo en medio del mundo adverso, sin avergonzarse de su fe en Jesús: "Ustedes también darán testimonio de mí" (Juan 15,27).
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