Querer quitar la clase de religión de la escuela no es educación sino ideología, dice Alfonso Aguiló
Alfonso Aguiló preside la Confederación Española de Centros de Enseñanza (Cece, www.cece.es) desde mayo. Defiende un modelo plural sin prejuicios en función de la titularidad del colegio, lamenta la politización de la enseñanza y aboga por evitar debates estériles que desvíen la atención del verdadero drama educativo español: el fracaso y el abandono prematuro.
La patronal forma parte de la plataforma Concertados, y en clave valenciana, ha tenido mucho que ver en la campaña ´La educación de tus hijos la eliges tú´, de la Federación de Centros de Valencia, integrada en Cece.
-Varias fuerzas políticas con representación en el Congreso abogan claramente por sacar la Religión de las aulas. ¿Lo ve factible?
-Llama la atención que ahora se quiera romper un consenso de décadas en España con la asignatura de Religión, y que se haga precisamente al tiempo que se pide alcanzar un gran pacto de Estado por la educación. Querer sacar la Religión del horario escolar, cuando cada año es elegida libremente por más del 60% de los alumnos o familias, me parece que no puede considerarse un gran paso hacia el consenso. De nuevo aparecen intereses ajenos a la educación que perturban el debate. Espero que al final triunfe la sensatez y todos se centren en resolver los problemas reales de la educación y no en crear otros nuevos.
-En el mismo sentido, ¿en ese hipotético pacto la educación diferenciada tendría cabida?
-Funciona muy bien, es demandada por muchas familias y no supone perjuicio para nadie. Es obvio que no es un problema para la educación, y es obvio también que quienes la atacan no buscan resolver problemas, sino otros objetivos.
-¿Qué opinión le merece la Lomce?
-Ha sido una gran oportunidad perdida para hacer una ley con amplio consenso. Espero que dentro de un tiempo no haya que decir lo mismo de lo que ahora se está gestando.
-¿Le gusta la idea de José Antonio Marina de crear un MIR como el de los médicos para los docentes?
-Es una propuesta que a casi todo el mundo le parece bien. Yo creo que no se trata de hacer más horas de clase sobre cómo se da clase, sino de fomentar prácticas en centros de trabajo que sirvan para ver si hay vocación y verdaderas cualidades para ser docente, algo que no sólo es cuestión de un examen de oposición o de una selección en entrevistas.
-¿Le gustan los rankings como sistema de rendición de cuentas?
-Me gustaría que hubiera consenso sobre la importancia de la evaluación. Es verdad que los rankings mal gestionados pueden agrandar la brecha social, pero la ausencia de rendición de cuentas la agranda todavía más. Hay que ver cómo se gestiona esta información para que sea positiva para el conjunto de la comunidad educativa. Es una ciencia que lleva desarrollándose desde hace décadas, y hay que evitar perjuicios ideológicos. Igual que a los alumnos se les evalúa, a los profesores, a los centros y a las administraciones públicas también.
-¿Rankings mal gestionados?
-Me refiero a si juntan realidades heterogéneas. Por ejemplo, si incluyen centros de zonas muy desfavorecidas y complejas es evidente que quedarán mal reflejados. Hay que tener en cuenta esos efectos sociales o socioeconómicos. Está muy estudiado a nivel estadístico.
La patronal forma parte de la plataforma Concertados, y en clave valenciana, ha tenido mucho que ver en la campaña ´La educación de tus hijos la eliges tú´, de la Federación de Centros de Valencia, integrada en Cece.
-Varias fuerzas políticas con representación en el Congreso abogan claramente por sacar la Religión de las aulas. ¿Lo ve factible?
-Llama la atención que ahora se quiera romper un consenso de décadas en España con la asignatura de Religión, y que se haga precisamente al tiempo que se pide alcanzar un gran pacto de Estado por la educación. Querer sacar la Religión del horario escolar, cuando cada año es elegida libremente por más del 60% de los alumnos o familias, me parece que no puede considerarse un gran paso hacia el consenso. De nuevo aparecen intereses ajenos a la educación que perturban el debate. Espero que al final triunfe la sensatez y todos se centren en resolver los problemas reales de la educación y no en crear otros nuevos.
-En el mismo sentido, ¿en ese hipotético pacto la educación diferenciada tendría cabida?
-Funciona muy bien, es demandada por muchas familias y no supone perjuicio para nadie. Es obvio que no es un problema para la educación, y es obvio también que quienes la atacan no buscan resolver problemas, sino otros objetivos.
-¿Qué opinión le merece la Lomce?
-Ha sido una gran oportunidad perdida para hacer una ley con amplio consenso. Espero que dentro de un tiempo no haya que decir lo mismo de lo que ahora se está gestando.
-¿Le gusta la idea de José Antonio Marina de crear un MIR como el de los médicos para los docentes?
-Es una propuesta que a casi todo el mundo le parece bien. Yo creo que no se trata de hacer más horas de clase sobre cómo se da clase, sino de fomentar prácticas en centros de trabajo que sirvan para ver si hay vocación y verdaderas cualidades para ser docente, algo que no sólo es cuestión de un examen de oposición o de una selección en entrevistas.
-¿Le gustan los rankings como sistema de rendición de cuentas?
-Me gustaría que hubiera consenso sobre la importancia de la evaluación. Es verdad que los rankings mal gestionados pueden agrandar la brecha social, pero la ausencia de rendición de cuentas la agranda todavía más. Hay que ver cómo se gestiona esta información para que sea positiva para el conjunto de la comunidad educativa. Es una ciencia que lleva desarrollándose desde hace décadas, y hay que evitar perjuicios ideológicos. Igual que a los alumnos se les evalúa, a los profesores, a los centros y a las administraciones públicas también.
-¿Rankings mal gestionados?
-Me refiero a si juntan realidades heterogéneas. Por ejemplo, si incluyen centros de zonas muy desfavorecidas y complejas es evidente que quedarán mal reflejados. Hay que tener en cuenta esos efectos sociales o socioeconómicos. Está muy estudiado a nivel estadístico.
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