Principios, influencias, mal menor, voto útil, «non expedit»
¿Qué debe votar un católico? Las perspectivas diversas de Prada, Quintana Paz, Calleja y Franco
Este domingo 23 de julio se celebran en España elecciones generales, que renovarán completamente el Congreso de los Diputados (el cual elegirá presidente del Gobierno) y parcialmente el Senado.
"Una alternativa, no una alternancia"
La última vez que los obispos españoles hicieron un documento conjunto de orientación de voto fue ante las elecciones de 2011. Para las de 2023 sí ha habido algunos pronunciamientos episcopales individuales, entre ellos el del arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, quien en una entrevista en el portal diocesano señaló: "Yo lo que pido es una alternativa. No una alternancia de más de lo mismo, aunque sean otras siglas las que las lleven adelante, sino una alternativa que pueda gestionar la vida, la familia, la educación, la libertad, la sociedad y la convivencia de una manera distinta". Tras aclarar que "no hay ningún partido cuyas siglas nos representen como Iglesia", sí advirtió de que "unos se acercan más y otros se distancian también más".
En el ámbito laico, en las últimas fechas diversos creadores de opinión han planteado la misma cuestión: ¿qué directrices debe aplicar un católico a la hora de decidir a qué partido da (si lo da a alguno) su voto?
Principios
Ricardo Franco, en El Debate (diario impulsado por la Asociación Católica de Propagandistas), apela a la encíclica Fratelli Tutti de Francisco para señalar algunos aspectos a tener en cuenta: "El derecho inviolable a la vida humana, desde su concepción a su muerte natural"; "el reconocimiento y la promoción de la familia fundada en el matrimonio natural"; "el derecho de los padres a educar a sus hijos"; "la libertad religiosa, que implica tanto la protección frente a las ofensas de los sentimientos religiosos como la inmunidad de coacción en materia religiosa"; "la defensa y la ayuda a los sectores más débiles de la sociedad"; y "la construcción de una vida social más justa y pacífica".
Además, en su opinión, el "voto responsable" implica reconocer la política como "una vocación" y no como "un instrumento para mezquindades inmediatistas, o generación de populismos que dividan a la sociedad". Una "vocación de servicio" que "no se somete a otros intereses que no sean los de la paz, la amistad social y el bien de todos, especialmente los más vulnerables: niños, parados, enfermos, ancianos y personas migrantes que llegan a nuestro país, sin nada más que el deseo de llevar una vida mejor".
Franco considera una "tentación" el hecho de "pensar que no hay un partido político que responda a tales expectativas", pues no se trata de encontrar "un candidato o una formación pura que asegure en su totalidad la consecución de una sociedad más perfecta". En la realidad "no hay hombres puros ni proyectos perfectos", por lo que pide que la presencia ciudadana activa y "la práctica de la caridad fraterna en un mundo cada vez más polarizado".
Eficacia
En Alfa y Omega, semanario de la archidiócesis de Madrid que se distribuye encartado con ABC por toda España (menos las islas), Ricardo Calleja, profesor de Ética en la Universidad de Navarra (obra corporativa del Opus Dei) también se plantea "con qué criterio debe votar alguien con conciencia cristiana".
Comienza recordando que "nuestro sistema político encarna grandes consensos que se oponen o erosionan principios básicos de las sociedades de raíz cristiana: la sacralidad de la vida, la naturaleza del matrimonio, la responsabilidad de los padres sobre la educación, la primacía de lo espiritual sobre lo material", además de "la paz y la fraternidad, el cuidado de la casa común, el desarrollo justo y solidario y la preferencia por los desfavorecidos o la reducción de la marginalidad y la exclusión".
Este vídeo recuerda los "principios no negociables" que estableció Benedicto XVI en 2006.
Habría que votar entonces a "un partido que recoja en plenitud los principios básicos de una sociedad justa". Y, "en ausencia de una opción sin defectos" a aquel que incluya "una proporción mayor de «principios cristianos» en sus programas".
Sin embargo, Calleja incluye además una consideración de eficacia sobre "quién podría contribuir a esos fines de modo efectivo en el tiempo", pues el voto "se traduce de modo automático y rápido en un reparto de poder: escaños". Máxime teniendo en cuenta que "a veces un puñado de votos dan la victoria: tienen un valor marginal decisivo". Por tanto, "es necesario un ejercicio de diagnóstico y de prudencia sobre la credibilidad de las personas, la eficacia de los medios, las oportunidades, las reacciones de los demás, etc." e incluso "las propias posibilidades de influencia".
En su opinión, "para el bien común es seguramente conveniente que diversas personas persigan estrategias políticas diferentes, e incluso contradictorias, de modo no coordinado. Podemos celebrar genuinamente ese pluralismo". Calleja afirma que "no hay obligación de hacer un voto testimonial sin más consideración de estrategia política, como no la hay de decir siempre todo lo que pensamos. Es inevitable «cooperar materialmente al mal» en alguna medida al participar en la vida política; con nuestro voto también".
Y concluye: "Si uno ha puesto empeño en contribuir al bien común durante los últimos cuatro años, pienso que puede pensar en qué votar sin escrúpulos de conciencia".
Cristianizar la sociedad
Miguel Ángel Quintana Paz, filósofo, profesor universitario y director académico del ISSEP (Instituto Superior de Sociología, Economía y Política), fundado por Marion Maréchal, ha respondido a Calleja a través de su cuenta en Twitter.
Es cierto, asegura, que "ningún partido es perfecto", pero también que "hay programas políticos más y menos cristianos" y por tanto "se debe diferenciar". De lo contrario, un "escepticismo" que asegure que "no cabe recomendar ningún voto como más cristiano o menos", conduce "al irracionalismo, algo poco católico".
Pone el ejemplo del aborto: "Hay partidos que quieren facilitarlo aún más (PSOE, Sumar). Otros quieren dejarlo como está, muy mortal ya (PP). Otros, irlo reduciendo (Vox)". Por tanto, si uno está a favor de la vida, "votar a partidos que quieren más abortos será dejar el mundo aún peor que estaba; votar al PP será dejarlo igual de mal en esto; votar a quien se oponga es dejar el mundo mejor. Y hay un deber cristiano de trabajar por un mundo mejor".
"Vivimos tiempos", continúa Quintana Paz, "en que claramente los partidos de izquierda quieren transformar de raíz nuestra civilización cristiana y su idea de la vida (aborto, eutanasia), el sexo (trans), el Derecho (leyes discriminatorias para los varones)... Contra eso debe lucharse".
¿Por qué? Porque un católico no se puede despreocupar de "cristianizar su civilización toda": "Aunque en el mundo no puedas lograr el Bien absoluto, y ningún partido sea Dios (¡solo faltaría!), debes apoyar a quien mejor puede preservar la Cristiandad y no solo para ricos, sino para todos. A quien luche por recuperar una civilización cristiana".
Y eso no se puede conseguir "con actitudes moderaditas para preservar 'la paz social' a la hora de abolir leyes" como las del aborto o la eutanasia: "El bien es duro de batallar".
Quintana Paz finaliza con una apelación a ese combate: "Cuando te urge ayudar a fetos en riesgo de muerte, ancianos en riesgo de muerte, mujeres inseguras en sus barrios, hombres discriminados por ley; si cada dolor suyo es para ti lacerante, entonces, aunque sabes que ninguna espada es perfecta, tomas una y luchas".
Mal menor, voto útil, "non expedit"
Por su parte, el escritor Juan Manuel de Prada carga en ABC este sábado contra la antigua "doctrina clericaloide del mal menor", ahora sustituida por una apelación al "voto útil".
La apelación al mal menor que hacían antes "obispos turulatos" era "una flagrante aberración moral, porque no es lo mismo elegir entre dos males naturales (pongamos por caso, entre darnos quimioterapia o dejar que el cáncer vaya a su aire, donde se puede elegir prudentemente) que elegir entre dos males morales. El acto de elegir entre hacer el mal de una manera o de otra es, en sí mismo, una aberración moral".
Además, "lo que ayer era el mal mayor", con el tiempo pasaba a ser "mal menor", y "así indefinidamente", con lo cual "la noción de bien quedó por completo oscurecida y lo bueno fue sustituido por lo útil", con lo cual a esa aberración se suma "una llamada al gregarismo".
"De ahí que al malmenorero que ha terminado con la conciencia hecha fosfatina se le pida ahora el 'voto útil'; o sea, que dimita por completo de las inquietudes morales y vote gregariamente aquello que le brindará el placer de formar parte de una tribu numerosa".
"Sólo es lícito votar en conciencia por el bien mayor, aunque haciéndolo no podamos formar parte de la tribu", concluye Prada: "Y, si el bien mayor no lo hallásemos por ninguna parte, hay que rescatar el Non Expedit de Pío IX, que es el único documento pontificio sobre materia electoral digno de ser leído", con el cual se pedía a los católicos que no participasen en la vida política del Estado italiano, que había usurpado los Estados Pontificios, porque implicaría reconocerle legitimidad.