Baracaldo: quieren quitar la cruz del Cabo Quilates; recuerda, entre otros, a 16 religiosos mártires
No parece haber cruz en España a salvo de la Ley de Memoria Histórica de José Luis Rodríguez Zapatero, que Pedro Sánchez quiere agravar con su Ley de Memoria Democrática para imponer una visión única y parcial de la reciente historia de España: básicamente, la propia de la propaganda comunista durante la Guerra Civil.
Solo en las últimas fechas han sido arrancadas o cuestionadas las cruces de Aguilar de la Frontera (Córdoba), Cáceres y El Casar (Cáceres), y desde hace tiempo pende la misma amenaza sobre la cruz de la Dársena de Portu, en Baracaldo (Vizcaya). El órgano de la Memoria Histórica del ayuntamiento, gobernado por Amaia del Campo, del Partido Nacionalista Vasco (PNV), propuso sustituirla por unos paneles que expliquen lo que sucedió allí.
Los hechos
¿Y qué sucedió allí? Que en sendas sacas del 25 de septiembre y del 2 de octubre de 1936 fueron asesinadas 92 personas, entre ellas 16 sacerdotes y religiosos, que se encontraban encarceladas en el barco Cabo Quilates, fondeado en la ría en el lugar donde hoy se alza la cruz. Habían sido detenidas por su real o supuesta simpatía con el bando nacional tras el Alzamiento del 18 de julio y padecieron dos meses de hacinamiento, hambre y malos tratos antes de su asesinato.
"Lo que he visto es demasiado horroroso y demasiado cruel", declaró el obispo de Dax, Clément Mathieu, a quien se le había permitido visitar a los presos para que, conocida su animadversión al bando nacional, escribiese desmintiendo las informaciones sobre las vejaciones a las que eran sometidos. "Ese artículo yo no lo escribiré jamás", sentenció a la luz de los hechos.
En efecto, pronto empezaron a producirse asesinatos selectivos, entre ellos el de un antiguo alcalde de Bilbao y ex diputado en Cortes, Gregorio Balparda, quien murió el 31 de agosto a consecuencia de una paliza salvaje.
El vapor Cabo Quilates fue solamente uno de los muchos barcos-prisión frentepopulistas donde se detuvo, torturó y asesinó a cientos de personas, entre ellas numerosos sacerdotes y religiosos. Foto: Todo Colección.
El pretexto para la primera matanza (similar a las que ocurrieron en otros barcos-prisión frentepopulistas en toda la costa cantábrica) fue un bombardeo de la aviación nacional. Pero esa misma tarde la guardia que vigilaba a los detenidos había separado a algunos a los que estimaban más, señal, apunta Antonio Montero en su obra de referencia Historia de la persecución religiosa en España (1936-1939), de que los milicianos y carabineros que la conformaban no eran ajenos "a lo que iba a venir después".
Nada más finalizado el bombardeo, una turba se congregó en el muelle y, ante la pasividad de la guardia, se hizo dueña de la situación. Fueron leyendo nombres al principio, y luego sacando presos al azar. A medida que salían, los iban poniendo en fila maniatados dos a dos, para ametrallarles inmediatamente en la toldilla de popa.
Cuando los detenidos de la bodega comprendieron lo que les aguardaba, se rebelaron. La respuesta fue dispararles desde una escotilla superior. Cuando decidieron terminar con la masacre, hicieron subir a los heridos y los remataron. Sobre el Cabo Quilates quedaron 42 cadáveres.
Entre ellos, un sacerdote, Matías Lumbreras, quien, como no murió por los disparos, fue ahorcado. Otro sacerdote, Víctor Alegría, estuvo a punto de ser asesinado esa noche por negarse a romper una estampa de la Virgen María. Salvó la vida en ese momento, pero moriría en la segunda saca.
El 2 de octubre no hizo falta el pretexto de un bombardeo. Se encontraba fondeado en la ría un barco, el Jaime I, cuya tripulación, dirigida por comisarios políticos socialistas, comunistas o anarquistas, tenía acreditada por otras ciudades del litoral "una crueldad sin escrúpulos", afirma Montero.
Y lo demostraron en el Cabo Quilates. A las diez de la noche entraron en el buque, de nuevo sin oposición de la guardia, y salieron ya bien entrada la madrugada tras divertirse durante horas bebiendo y asesinando prisioneros hasta un total de 50, varios de ellos con torturas previas. Entre las víctimas hubo doce sacerdotes seculares, dos padres dominicos y un hermano marista.
Los "paneles"
En recuerdo de todas estas víctimas se erigió tras la Guerra Civil la cruz que ahora se quiere arrancar. ¿Qué dirán los paneles? Puede deducirse de la explicación que ofreció el peneuvista Gorka Zubiaurre, concejal de Participación Ciudadana, al presentar la propuesta a los medios: "Es una cruz que se puso en su día para homenajear a los muertos que estaban prisioneros en el Cabo Quilates y, tras un bombardeo de las tropas franquistas en Baracaldo, bueno, pues... hubo una serie de gente que hundió ese barco en el que murieron prisioneros".
El Cabo Quilates ni se hundió ni fue hundido. Había sido construido en los astilleros de Bilbao en 1927 y al finalizar la guerra el gobierno frentepopulista se lo entregó a la Unión Soviética, de cuya marina mercante formó parte con otro nombre hasta que en 1959 sufrió un grave incendio y fue desguazado.
Se ha creado una petición en TuFirma.org para pedir a la alcaldesa de Baracaldo que se mantenga en su sitio la Cruz del Cabo Quilates. ¡Fírmala ahora!