Voto cristiano: no por el mal menor, sino por el bien más grande posible, dice E-Cristians
La asociación E-Cristians, en la que participan católicos de distintas tendencias políticas, ha publicado, como es habitual, una reflexión sobre las actuales elecciones al Congreso y al Senado en España. En ella anima a plantearse cambios en el sistema electoral y de designación de representantes y también a trabajar por la concordia y la mejora política, desde la acción y desde la oración. La reproducimos en su integridad.
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Elecciones al Congreso y al Senado: una reflexión desde la perspectiva cristiana
por E-Cristians
Ante las elecciones al Congreso y al Senado del próximo 10 de noviembre, queremos proponer unas consideraciones a todos los cristianos y todas las personas de buena voluntad que quieran reflexionar con nosotros.
Un grave déficit democrático que nos atañe a todos
Deseamos plantear en primer lugar, por qué y cómo debemos votar en nuestra democracia representativa. Esta es una cuestión que nos afecta a todos.
Y este interrogante se puede resumir en una sola cuestión práctica: ¿Cuántas veces ha hablado usted con algún diputado de su circunscripción, en cuántas ocasiones ha acudido a él para protestar, pedir ayuda, proponer algo? Pues sin este mecanismo activo, la democracia representativa es una ficción, un contrato en blanco. Como en blanco queda el nombre del diputado que debería atender. Y esta ausencia es grave, porque lo que justifica la democracia representativa es precisamente este servicio inexistente.
Además, hay que añadir el agravante de que los partidos han sido incapaces de ponerse de acuerdo a la hora de elegir presidente, poniendo por delante el cálculo electoral que las necesidades reales de los ciudadanos.
Por esta razón, y más allá de la cita electoral concreta, necesitamos:
- Una regeneración democrática que garantice que los ciudadanos puedan elegir al diputado de su circunscripción, sin merma de la proporcionalidad.
- Una legislación general que garantice en mayor y mejor medida la democracia interna de los partidos, y los derechos de sus afiliados por instancias externas a estos.
Nuestra democracia está dañada y la principal responsabilidad es de los partidos. Los cristianos, especialmente maltratados en nuestra representación y en la legislación, debemos promover decididamente esta renovación, la importancia de la que va mucho más allá de las presentes elecciones.
La necesaria reflexión cristiana sobre nuestro voto
Respecto al voto creemos que debemos evitar favorecer a:
- Aquellos partidos que con su práctica política han demostrado sobradamente que no persiguen el bien común, sino el poder por interés partidista y personal.
- Aquellos que no sólo no asumen postulados cristianos básicos, sino que promueven proyectos que son objetivamente contrarios a la concepción cristiana, que tiene su núcleo central en el Sermón de la Montaña (Mateo 5,1; 7,28) del que forman parte destacada las Bienaventuranzas.
Asimismo debemos tomar en consideración:
- Proyectos nuevos o poco conocidos, o de carácter territorial que no presenten aquellas condiciones adversas. Es una obligación moral informar activamente y conocer bien las ideologías y programas, así como la credibilidad demostrada en cumplir lo que escriben.
- Puede haber candidatos que procedan de movimientos y organizaciones cristianas en las listas electorales de aquellos partidos de ámbito general que claramente están dispuestos a dejar las cuestiones de conciencia fuera de la disciplina de voto del partido.
- No hay que dejarse llevar por el mal menor sino por el bien más grande posible. El voto cristiano debe ser un voto de esperanza en mejorar nuestra sociedad y no contentarse con que se deteriore más lentamente de lo que lo haría si ganan otros.
En el ámbito concreto de las diferentes opciones políticas hay unos criterios mínimos que deben servir para evaluarlas:
- La dignidad de la vida humana. Desde la concepción hasta la muerte natural, y durante todo el periodo de vida vivida. Promover la dignidad de la vida humana significa, en las condiciones objetivas actuales, una atención especial al aborto como un desprecio total del ser humano engendrado y no nacido, y la legislación sobre la eutanasia y el suicidio asistido. También significa promover la dignidad de la persona ante el aumento de la pobreza, la desigualdad y la parálisis del ascensor social, la pobreza juvenil, el abandono escolar, el paro crónico, el deterioro de las condiciones de trabajo, y la formación de precariedad y la falta de vivienda.
- La mejor protección del matrimonio, la familia, la natalidad, y la maternidad, unido a la conciliación y la valoración del trabajo doméstico. En este contexto el estricto cumplimiento del derecho de los padres a la educación moral y religiosa de sus hijos que establece la Constitución y su correlato que exige la existencia de la escuela concertada en idénticas condiciones económicas que la pública.
- Todo esto significa la necesidad de una economía reformada basada en el bien común que incluye la eficiencia y la sostenibilidad ambiental como alternativa a un modelo económico que deja a muchas personas a un lado, que practica la cultura del descarte, como ha señalado Francisco.
- La afirmación de una antropología humanista como fundamento de toda legislación y por ello el rechazo a las leyes basadas en la perspectiva de género. Hay que luchar decididamente en este punto.
- La afirmación de la cultura cristiana como base y componente inseparable de nuestra cultura. Sin el tensor cristiano nuestra sociedad ha entrado en crisis. No se trata de reivindicar una confesionalidad colectiva sino la cultura moral sobre la que se asientan nuestros juicios y discusiones en el marco del reconocimiento mutuo y de los derechos y deberes que establece la Constitución.
- Junto con el bien común, el principio de subsidiariedad es fundamento de toda concepción cristiana de acuerdo con lo establecido en su concepción social, partiendo de las comunidades más cercanas a las personas, la familia y las comunidades asociativas, los poderes locales en sus diferentes ámbitos, las comunidades autónomas, y en la administración del estado. Este mismo criterio es de aplicación en el ámbito de la Unión Europea.
Llamamiento:
Desde la buena voluntad y el espíritu de concordia llamamos a partidos a que con humildad rectifiquen, y demuestren su respeto mutuo y su capacidad para salvar diferencias, construyendo el bien común en relación con cuestiones vitales como natalidad y familia, pensiones, educación, trabajo digno que otorgue reconocimiento y estabilidad, respuestas reales al reto ambiental, a la desigualdad excesiva ya la pobreza, a la inmigración, a tantas cosas que requieren buscar soluciones constructivas, más que imposiciones píricas de parte.
Sobre la situación que se vive en Cataluña, pedimos a las fuerzas políticas que sean capaces de acordar propuestas dirigidas a construir el bien común, facilitar el respeto a los derechos y libertades de todos, construir la paz y la concordia, a disponer de unas instituciones inclusivas, y una gobernación previsora y eficaz en beneficio de todos, que atienda las necesidades prioritarias de los catalanes.
Pedimos a las fuerzas políticas españolas amplitud de miras para atender las legítimas aspiraciones de mejora del autogobierno y no usar la situación de Cataluña como arma arrojadiza entre ellos.
Llamamos también a los cristianos y sus asociaciones porque dialogamos sobre la necesidad de construir un sujeto colectivo, grande, benéfico, fructífero, capaz de dinamizar políticamente la regeneración democrática, la construcción del bien común que todos, no sólo los cristianos, necesitamos. Afirmamos que la Iglesia es el espacio privilegiado en el que ejercer el diálogo constructor de la paz, y que la oración, los sacramentos y la liturgia son medios poderosos para transformar nuestra realidad, también la política.