Una movilización popular e institucional pide que no desaparezca
La diócesis de Ciudad Rodrigo es «el alma de su comarca», defiende el historiador Martín Benito
Ciudad Rodrigo, en el oeste de la provincia de Salamanca, ha sido diócesis desde 1161. Vacante desde 2019, ha saltado a la prensa nacional por el simpático reclamo popular pidiendo un obispo residente y la continuidad de la existencia de la diócesis: Ciudad Rodrigo se llenó de unas ovejas de madera reclamando un nuevo pastor.
En Ciudad Rodrigo aparecieron siluetas de ovejas necesitadas de un pastor, evocando el salmo: "Pastor de Israel, escucha... Despierta tu poder y ven a salvarnos" (Sal 79, 2-3). Foto: Ical/ABC.
Y, también, por la reciente declaración conjunta de todos los grupos políticos de la Diputación de Salamanca abogando por el mantenimiento de dicha Diócesis.
José Ignacio Martín Benito es co-autor del tomo 18 de la Historia de las diócesis españolas de la BAC, el cual versa sobre las diócesis de Ciudad Rodrigo, Salamanca y Ávila. Le entrevistamos en ReL para profundizar en el pasado y presente de la diócesis civitatense.
José Ignacio Martín Benito es doctor en Historia por la Universidad de Salamanca, catedrático de Historia, miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia.
Comienza remachando la profunda raigambre de la diócesis mirobrigense: "El primer obispo fue Domingo de Caliabria, y Caliabria era una antigua diócesis visigoda próxima a Ciudad Rodrigo". A lo largo de la Edad Media la diócesis civitatense no hizo sino prosperar, pese a algunos tiempos turbios por culpa de las luchas dinásticas de los Trastámara. "La diócesis de Ciudad Rodrigo fue clave en repoblación de la zona durante los siglos XII y XIII. El impulso que la monarquía leonesa dio a Ciudad Rodrigo en la Raya de Portugal hizo que esta plaza cumpliera una triple función: civil, militar y religiosa", añade Martín Benito.
"Y esto fue así hasta la larga guerra hispano-portuguesa de 1640, que destrozó toda la zona porque los que sufrieron de verdad fueron los rayanos, no los de Madrid o Lisboa". No en vano un estudioso como Rafael Valladares la califica de "guerra olvidada". La tierra quedó desolada, las gentes emigraron y el robo de ganado y las muertes entenebrecieron la región a ambos lados de la raya hispano-lusa durante décadas.
La comarca de Ciudad Rodrigo, y también su diócesis, entraron en una profunda decadencia hasta el siglo XVIII. Ahí, con el prelado Antonio Cuadrillero y Mota, la diócesis resurge, se crea un seminario conciliar, se funda un hospicio y se acometen reformas muy beneficiosas para la diócesis. La cual promueve la repoblación de la zona, como ya hubiera hecho antaño.
Una espada de Damocles
Y prosigue Martín Benito: "Sin embargo, una deslocalización institucional en favor de Salamanca empieza a acontecer desde esta época, y se culmina en la primera mitad del siglo XX con la marcha de la Intendencia de Hacienda, del Gobierno Provincial y del Gobierno Militar, y hasta de la Audiencia Criminal, a la capital salmantina… A lo largo de la historia ha habido varias embestidas de los salmantinos, que siempre han tendido a querer suprimir la diócesis de Ciudad Rodrigo".
El problema de la sede vacante en la diócesis civitatense ha sido recurrente. En épocas recientes el nombramiento en 1835 del obispo Pedro Alcántara Jiménez ´-a instancias del gobierno liberal, y colaboracionista con él- causó sarpullido en el clero mirobrigense, más tradicionalista. "Es por esto que se le conoce como el obispo intruso", señala Martín Benito. Todo esto acaba mal en 1837 por la ruptura de las relaciones de España con Roma, no restablecidas hasta 1847. Con el Concordato de 1851 se une la diócesis mirobrigense a la de Salamanca, situación prolongada hasta 1867.
Torre de la Catedral de Ciudad Rodrigo, que muestra numerosas huellas de los cañonazos de las tropas napoleónicas durante el sitio al que fue sometida la ciudad entre el 26 de abril y el 9 de julio de 1810. Ciudad Rodrigo resitió heroicamente más de dos meses al 6º Cuerpo de Ejército galo, complicando enormemente sus operaciones. Foto: Juan Matías Santos.
Pero Ciudad Rodrigo no se resignó y siguió trabajando por la restitución diocesana. En ese momento las gestiones tanto del clero como de autoridades y políticos se encaminan a recuperar la diócesis de Ciudad Rodrigo en forma de Administración Apostólica.
Hasta que en 1884 un gran obispo, José Tomás de Mazarrasa, primero de esta época que ya no pertenece a la diócesis salmanticense, mejora el nivel académico del seminario, abre una escuela de Artes y Oficios, regenera la vida espiritual y promueve la catedral mirobrigense –auténtica joya artística- a ser declarada categoría de monumento nacional.
El impresionante pórtico de la catedral de Ciudad Rodrigo. Foto: Juan Matías Santos.
No obstante, el obispado propio no se restituye hasta 1950, al albur del nuevo Concordato con la Santa Sede, que se firmaría en 1953. "Y esto a pesar de las presiones de la diócesis de Salamanca, que mantuvieron la sede de Ciudad Rodrigo nuevamente vacante de 1941 a 1945", puntualiza el profesor Martín Benito, quien remacha: "Son 170 años como una espada de Damocles para la diócesis de Ciudad Rodrigo la cual, casi inexplicablemente, siempre ha salido adelante, trabajando por su supervivencia".
El largo episcopado de Don Demetrio Mansilla (1964-1988) debe ser recordado por la consolidación de la diócesis, más allá de su enorme talla como historiador.
Ya en este siglo, otro gran obispo de la diócesis civitatense, luego promovido a la de León, Don Julián López Martín, tuvo que batallar con una situación cuando la Conferencia Episcopal Española quería unir varias diócesis aragonesas "y Ciudad Rodrigo era la 'percha' idónea para esa reorganización".
El entonces vicario de la diócesis de Ciudad Rodrigo, Nicolás Martín, anunció en plena Misa del Gallo de 2002 la posible supresión de la diócesis mirobrigense. Este aldabonazo marcó el inicio de una fuerte movilización del clero diocesano, religiosos, institutos de vida consagrada, feligreses y ciudadanos, políticos, ayuntamientos, etc. En 2003 el nombramiento de monseñor Atilano Rodríguez como obispo de Ciudad Rodrigo reafirmó dicha diócesis.
Otros personajes históricos ligados a Ciudad Rodrigo han sido el cardenal Pardo Tavera, Diego de Covarrubias y Leyva, Pedro Ponce de León o Valeriano Ordoñez Villaquirán (que fuera confesor de Isabel Ia Católica). Todos ellos obispos. Mencionemos, también, al Venerable Esteban de Centenares (1500-1579) o al próximamente Beato Bienvenido García Comerón (1891-1936).
Dinamismo pastoral
Ciudad Rodrigo es hoy día una diócesis pequeña, pero inusualmente dinámica. Cuenta con 87 sacerdotes diocesanos, 22 de los cuales fuera de la diócesis, así como con 129 religiosos (repartidos en 12 comunidades de vida consagrada activa y 3 monasterios de clausura). Tiene 120 parroquias. Para una diócesis con menos de 4.500 km2 y apenas 35.000 fieles, encima bien saneada económicamente, estas cifras denotan una rara pujanza.
Todo ello a pesar de la decadencia económica y sangría demográfica que ya llevan varias décadas afectando la comarca. Un dato: la diócesis de Ciudad Rodrigo ha ordenado 20 presbíteros en los últimos 20 años. Algo que diócesis mucho más grandes y pobladas no pueden decir.
El profesor Martín Benito dice que "es una diócesis que proporciona una gran atención diaria y cercana, con encomiable atención a los más necesitados, en un terreno difícil por lo rural y disperso de la población, muy activa, viable económica y pastoralmente y con una Cáritas diocesana muy profesional; y eso dejando de lado las razones culturales, históricas y económicas, porque la diócesis de Ciudad Rodrigo es consustancial a la ciudad y la comarca, nació con ellas y son inseparables… su pérdida sería perder la institución que ha sido el alma de Ciudad Rodrigo y su comarca".
El Centro de Estudios Mirobrigenses está preparando un libro próximo a salir, reclamando la continuidad de la diócesis, titulado Surge Civitas. Y el cardenal Juan José Omella, presidente de la Conferencia Episcopal, ya ha acusado recibo de múltiples peticiones solicitándole un obispo residente en Ciudad Rodrigo.
A pesar de que el clero tiene una postura más discreta que hace casi veinte años, sí parece que un clamor unánime vuelve a rugir en defensa de la diócesis de Ciudad Rodrigo. Como en 2002. Como en tantas otras ocasiones pretéritas.
Las autoridades eclesiásticas tienen la última palabra.