Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

¿Quién dice la gente que soy yo?

ReL

St 2,1-9

Hermanos:
No juntéis la fe en Nuestro Señor Jesucristo glorioso
con la acepción de personas.
Por ejemplo:
llegan dos hombres a la reunión litúrgica.
Uno va bien vestido y hasta con anillos en los dedos;
el otro es un pobre andrajoso.
Veis al bien vestido y le decís:
Por favor, siéntate aquí, en el puesto reservado.
Al otro, en cambio:
Estate ahí de pie o siéntate en el suelo.
Si hacéis eso, ¿no sois inconsecuentes
y juzgáis con criterios malos?
Queridos hermanos, escuchad:
¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres del mundo
para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino,
que prometió a los que le aman?
Vosotros, en cambio, habéis afrentado al pobre.
Y sin embargo,
¿no son los ricos los que os tratan con despotismo
y los que os arrastran a los tribunales?
¿No son ellos los que denigran ese nombre tan hermoso
que lleváis como apellido?
¿Cumplís la ley soberana que enuncia la Escritura:
«Amarás a tu prójimo como a ti mismo?»
Perfectamente.
Pero si mostráis favoritismos,
cometéis un pecado
y la Escritura prueba vuestro delito.

Sal 33,2-3.4-5.6-7

Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha.

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor y me respondió,
me libró de todas mis ansias.

Contempladlo y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha
y lo salva de sus angustias.

Mc 8,27-33

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Filipo; por el camino, preguntó a sus discípulos:
-«¿Quién dice la gente que soy yo?»

Ellos le contestaron:
-«Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas.»

Él les preguntó:
-«Y vosotros, ¿quién decís que soy?»

Pedro le contestó:
-«Tú eres el Mesías.»

Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y empezó a instruirlos:
-«El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días.»

Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a Pedro:
-«¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!»

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